Lunes 8.3.2021
/Última actualización 6:31
"Con la pandemia se produjo un cambio, un quiebre económico, social y laboral, pero también personal, familiar y emocional. Hubo que contener a muchísimas personas. Ese fue el principal efecto que produjo: el emocional. Eso es todo lo que vivimos, lo que aún nos toca vivir y lo que vamos a tener que seguir afrontando". Quien habla es Cristina Lencina, enfermera del Hospital Dr. José María Cullen de la ciudad de Santa Fe. Entre otras tareas, atiende la guardia de enfermería en la Unidad de Terapia Intensiva del nosocomio.
Al principio fue todo un caos, recordó Cristina. "Algo nuevo, que no se sabía bien qué era, cómo iba a llegar, ni de qué forma. Durante meses estuvimos esperando el pico de la pandemia. El pico esto, el pico lo otro. Eso generó un cansancio que no solo fue físico, sino también emocional, porque trajo estrés, angustia, malestar. Cuando llegó el primer paciente con Covid-19, por ejemplo, hubo que activar el protocolo que teníamos estudiado, pero que todavía no habíamos puesto en práctica, por lo que no sabíamos si lo estábamos haciendo bien, o no", agregó.
Lencina no se contagió de coronavirus, pero fue una de las enfermeras del Hospital Cullen que tuvo que aislarse quince días por haber estado en contacto con un paciente que había dado negativo primero, pero que después dio positivo. Entonces, por protocolo, ella estuvo aislada dos semanas en su casa, mientras su esposo y su hijo se fueron de su mamá. Ello generó preocupación, tristeza e incertidumbre, porque no sabía si tenía o no el virus y porque tenía que estar sola, esperando el resultado. No quería comer y hasta había caído en cierto estado de depresión.
Pero Cristina superó ese mal trago y volvió "al frente de batalla", como le gusta llamar a esa especie de "trinchera" personal desde la cual tuvo que transitar, enfrentar y sufrir el brote de Covid-19. Como mujer y enfermera, entiende que el gran desafío fue el de estar siempre lista para enfrentar a la pandemia casi sin respiro y respondiendo siempre "a conciencia".
Lencina ha hecho hincapié en la carga emocional que ha significado para todos ellos, los que se dedican al cuidado de personas desde un puesto de salud, sobrellevar la pandemia, con todos sus problemas, consecuencias y derivaciones. Y el dolor que significa que un ser querido o próximo se enferme o fallezca. Por eso, cree que lo ocurrido emocionalmente durante este tiempo fue muy duro y a la vez aleccionador, en cuanto al nivel de contención que exige, así como por el grado de responsabilidad y compromiso.
"Hubo colegas que tuvieron sus esposos o esposas que se quedaron sin trabajo -ejemplificó Cristina-, y había que contenerlos", porque encima "se estaban enfrentando a algo nuevo, con un montón de situaciones que surgían día a día". Había que convivir con todo, insistió la enfermera, "los protocolos, las charlas después de hora, las discusiones entre nosotros para ver en qué podíamos mejorar, o en qué se estaba fallando. Pero todo eso se fue superando y nos sirvió para trabajar más en equipo, porque ayudó para consolidar el plantel médico especializado que respalda todo el esfuerzo que se viene haciendo", añadió.
Era necesario contener a mucha gente que la pasaba mal por la situación, o porque tenían miedo de no contagiar con el virus a sus familias. "Había chicas que vivían solas y tenían que comunicarse con sus padres, pero no podían hacerlo directamente, era todo virtual, por videollamadas o redes sociales. En situaciones así hay algo afectivo que interrumpe, se rompe. O si no, corrías el riesgo de llevar el trabajo a casa, o la casa al trabajo", explicó.
"También tuvimos que acompañar a muchos colegas que han tenido a sus familiares aislados por Covid-19. Colegas que estuvieron internados por coronavirus, y otros que lamentablemente quedaron en el camino y ya no están con nosotros. Eso te afecta muchísimo y te deja mal, muy mal, porque uno se pose en el zapato del otro y de su familia. Y sabemos cuánto dolor causa todo eso", concluyó Lencina.