Domingo 11.4.2021
/Última actualización 13:58
Faltan cinco minutos para las siete de la mañana de este sábado otoñal. Una bocina irrumpe en medio del río Paraná. El clima pasa del sosiego a la adrenalina. Las primeras luces rojizas de este 3 de abril aparecen sobre la barranca de la capital entrerriana. El amanecer permite divisar desde la orilla a esos pájaros impulsados por el viento que se pasean sobre el río marrón en una danza de alas blancas, grises y oscuras. Son veleros que se cruzan, viran en círculos, se trenzan y se esquivan con astucia en un espacio mínimo del imponente río Paraná, a la altura de la boya 602.2 (el kilómetro cero es Buenos Aires). Bajo el agua cruzan autos y camiones a través del túnel subfluvial que une esa ciudad con Santa Fe. Arriba los regatistas a bordo de las 23 embarcaciones que quieren hacer historia en esta edición 2021 están atentos para evitar colisiones, miran sus relojes y aguardan que transcurran los minutos para que el oficial de turno, que es Alejandro Curto, arríe la bandera y haga sonar la señal de partida. Buscan una estrategia que les permita largar primeros sin cruzar antes del top de largada, la línea imaginaria que une el bote de comisión de regata con una boya fondeada a unos 300 metros de distancia. Van a pasarse el día navegando a vela. Son 100 millas náuticas hasta Rosario.
La ceremonia es una tradición náutica argentina y se repite desde hace unos 70 años atrás, en promedio se corre cada dos años. "Se saltea un año para que te olvides de la 'mazorca' que te genera y vuelvas a correrla", dice con un dejo de humor el regatista Egard Castillo. La competencia es dura y cambiante. Pone a prueba a los navegantes y trasciende el espíritu deportivo. Algunos regatistas la han corrido en varias oportunidades. Incluso en embarcaciones muy pequeñas o precarias, es decir, en heroicas condiciones. En su mayoría son entrerrianos y santafesinos. Por el encanto y la atracción que genera navegar el Paraná también despierta el interés de regatistas del resto del país. Este año se apuntaron un par de ellos.
Tomás RicoDurante muchos años se corrió de noche con luna llena y la mayor cantidad de veces la regata se largó a las 0 horas desde Santa Fe, junto al Puente Colgante. Ahora en cambio se corre de día y se parte desde Paraná. Hay mayor tráfico de buques y empujes sojeros que trepan hasta Paraguay. También inciden los cambiantes bancos de arena sumergidos que pueden generar una varadura y un susto, al igual que el nivel de altura del río, que este año es bajo: poco más de 2 metros medidos en el hidrómetro santafesino. El río Paraná está vivo. Cambia todo el tiempo. Emergen nuevos bancos, se tapian bocas de arroyos, se renueva. Más adelante serán narrados en esta bitácora los pormenores que se sucedieron durante el regreso nocturno a Santa Fe tras la regata.
Hace tres ediciones atrás la tradicional competencia fue reemplazada por la denominada "200 millas del río Paraná". La exitosa primera edición unió en 2017 el puerto de La Paz (Entre Ríos) con Rosario. En la anterior regata del 2019, el desafío propuesto tuvo el recorrido desde Paraná hasta San Pedro, con una opción intermedia hasta Rosario. Por el contexto de pandemia por Covid-19 y las consecuentes medidas sanitarias a respetar, este año la competencia se acortó 100 millas. "Un gran reconocimiento se merecen los barcos que corrieron estas tres últimas ediciones, con semejante esfuerzo", apuntó Curto.
Tomás RicoEl reconocimiento también debe ser para los miembros de los dos clubes organizadores de semejante evento que une a varias ciudades, dos provincias y demanda un gran esfuerzo. En esta oportunidad la prueba estuvo a cargo del Club Náutico Paraná y del Club de Velas de Rosario.
Ahora estamos a bordo del velero Malbec, una nave de 29 pies de eslora clase Mistic 290 que este 2021 participa por segunda vez de la competencia. Así lo dispuso su propietario, el santafesino Mario Valencia, quien convocó a los otros cuatro tripulantes coterráneos: Diego Gavilán, Giuliano Bonfanti, Martín Loyarte, hermano de quien suscribe esta bitácora y fue el quinto tripulante. "Todos corrimos alguna vez esta regata en otras ediciones", recuerda durante la travesía Giuliano, además de haber participado en diferentes competencias náuticas del país. "Nuestros padres también lo hicieron juntos", agrega con emoción. El yachting es una pasión que se hereda y quien alguna vez pisó la cubierta de un barco impulsado por el viento difícilmente se olvide de esa sensación que queda impresa en el cuerpo para siempre, como un tatuaje. Una vez en tierra es común sentir un leve mareo o "que el piso todavía se mece". Esa también otra hermosa sensación que tienen los navegantes.
Correr una regata tan larga demanda tiempo y dedicación. Como recordara en su reciente libro autobiográfico "Viento" el campeón olímpico Santiago Lange, "las regatas se ganan en tierra", le escuchó decir a su padre alguna vez. Y es así. Porque hay que poner el barco a punto, revisar cada herraje, ajustar toda la maniobra para que funcione como debe ser, para evitar contratiempos y averías que pueden costar caro. También es necesario analizar la meteorología para contar con un pronóstico climático y de viento. En la semana hubo llamados al especialista y nauta Ignacio Cristina (Fich UNL) que, generoso, aportó lo suyo al equipo. También hubo que trepar más de 14 metros de altura hasta el tope del mástil colgado de una driza sujetada a una guindola para repasar la veleta y la luz de navegación nocturna, luego de cambiar herrajes y chavetas, entre otros oficios.
Tomás RicoPara todo ello la tripulación arribó al Club Náutico Paraná (co organizador del evento junto al Club de Velas de Rosario) desde el Yacht Club Santa Fe una semana antes de la competencia. Y 24 horas previas a la largada ya estaba el equipo a bordo ajustandolo todo y dejando la maniobra y velas listas para izarlas antes del amanecer. Esta vuelta el Malbec tiene un plus: velas nuevas para la competencia, fabricadas por Andrés Garibaldi. Otro apasionado de este deporte, que comenzó a elaborar un producto nacional de alta calidad, surgido en época de crisis económica para competirle a las marcas extranjeras.
Los mismos ajustes que el Malbec hicieron los tripulantes de cada uno de los 23 veleros inscriptos, que aguardaron la hora de partida amarrados uno junto al otro en la caleta del Náutico Paraná, uno de los mejores clubes del país. Varios de ellos son rosarinos y nicoleños. Arribaron a la capital entrerriana un día antes de la largada tras navegar en conserva aguas arriba desde sus clubes de origen. Tras la competencia les tocará de regreso la misma singladura a los veleros de Santa Fe y Paraná.
Tomás RicoA las 19 horas del viernes 2 se realizó la reunión de timoneles, con un representante por barco, por protocolos de distanciamiento. Los oficiales de regata explicaron las reglas e indicaron que en esta edición durante la competencia las embarcaciones deberán navegar por el canal principal del río (balizado con boyas rojas y verdes que en las noches destellan para poder verlas). También hubo durante los días previos una charla táctica a cargo del regatista olímpico Alejandro Colla, quien formó parte de la competencia a bordo del Ganesh 2 (clase Trentadue). Todo estaba listo. A dormir temprano a bordo para madrugar rumbo a la partida.
La bocina suena a las 7 en punto. Se iba a largar a las 6 pero se pospuso una hora por la niebla. Martín está a la caña del Malbec. Pasó los minutos previos a la partida tomando el tiempo que lleva navegar desde un punto de referencia en la orilla (la luz del farol de una casa) hasta la línea de partida. "Dos minutos exactos", dijo al resto de los cinco tripulantes a bordo del velero, luego de cumplir el recorrido dos veces. Así lo calculó para posicionarse en el lugar exacto y cruzar la línea a tiempo. Y así lo hace cuando suena la bocina. Ningún barco cruza la línea antes del top. Todos están en regata y ajustan las velas en el trimado de las naves para lograr su mejor prestación y velocidad. Sopla un viento leve y oscilante desde el este al noreste, entre unos 5 y 8 nudos, con condiciones de tiempo inmejorables. Los navegantes miran el horizonte, la cancha de regata, para detectar alguna racha de viento y dirigirse hacia allí en busca de ganar impulso. Las rachas se ven como manchas de agua encrespada, es donde pega el viento. Los barcos deben decidir todo el tiempo si buscar las rachas o "el chorro" del río, es decir, el canal más profundo y correntoso, para avanzar con mayor velocidad que el resto. La conveniencia de elegir la racha o el canal depende de la intensidad del viento. Todo el tiempo hay que decidir. Y a veces sale mal. Pero cuando la decisión "paga" es una fiesta a bordo. De barco a barco se escuchan los susurros con las indicaciones tácticas de cada uno. Se tapan en viento para sobrepasarse o se alejan para escapar y evitarlo. Todo es un juego de barquitos encantador. Pronto la flota se distanciará entre los más veloces y los lentos. Eso depende de la habilidad pero también de las características y dimensiones de cada velero. Pero ahora navegan todos juntos aguas abajo como un gran embalsado. Avanzan silenciosos sobre la costanera paranaense que los despide en un espectáculo para algunos madrugadores que salieron a correr o a caminar mate en mano, y ahora disfrutan con curiosidad desde la orilla. Las naves avanzan, buscan alcanzar Bajada Grande, el extremo sur de la ciudad, para perderse en el horizonte del río rumbo al sur, a Rosario.
Tomás RicoEn esta edición la regata se dividirá en tres momentos cambiantes. Al principio sopló un viento leve del este al noreste. Para navegar con mayor velocidad los barcos izaron el spinnaker, la pintoresca vela "globo" muchas veces colorida que se infla en la proa. Se sube con una driza y se sujeta desde abajo a dos cabos llamados escota y braza en cada puño inferior, hacia ambos lados del velero -babor (izq) y estribor (der)-. El spinnaker lo impulsa con potencia hacia adelante. En estas condiciones que se prolongaron durante gran parte de la mañana al Malbec no le fue demasiado bien y perdió terreno ubicándose a mitad de flota. Lo pasaron barcos más chicos. Pero todavía hay chances. La regata es larga y cambiante.
A la altura de la barranca de Punta Alvear y Diamante (E. Ríos) devino una calma del viento que junto al solazo de la siesta transformó al río en "un aceite" de quietud y dejó un sopor en la tripulación. La azarosa fortuna por un lado y la experiencia náutica, quizá por otro, fue un plus en estas condiciones. Al mando ahora de Diego Gavilán tras una rotación de roles, el velero buscó con intuición una leve brisa "prestada", favorable, que llegaba fresca desde la orilla santafesina en el tramo del Parque Nacional Islas de Santa Fe, una zona designada en 2015 como Sitio Ramsar Delta del Paraná, dada su particular riqueza natural y cultural, para promover la conservación y uso racional de los humedales y sus recursos.
La nave comenzó a trepar con mayor velocidad el río respecto del resto de los veleros sorteando a varios contrincantes: el Itaca, el Sotovocce y el Teros, entre otros. "Tratamos de mantener la moral arriba pero el solcito nos pegaba fuerte y cuando se 'chorrea' el spinnaker (se desinfla por falta de viento) a nadie le gusta", dijo Diego. Al tiempo que Mario acotó que "con viento navega cualquiera, porque con calma hay una exigencia mayor para los equipos".
Tomás RicoEn estas condiciones hay que evitar cualquier movimiento brusco que desequilibre y frene el barco. El viento cambiante entraba a veces por popa (atrás) o por el través (de costado) y había que izar spinnaker. Pero cuando venía en ceñida (con viento de adelante) había que arriar y luego izar con velocidad genoa (otra vela). Con paciencia y destreza se repetía la maniobra una y otra vez, según las condiciones de viento. Mientras, algunos aprovecharon para descansar en las cuchetas y reponer energías. Así el barco "caminó" más veloz que el resto y recuperó posiciones a la altura del arroyo La Azotea, pasando luego por el riacho Vapor Viejo (en donde se hundió un barco británico), el arroyo Las Mangas, y el Saca Calzones, entre otros afluentes del canal principal del Paraná por donde navegaban los veleros.
El triste paisaje de las quemas
Párrafo aparte merecen mención los troncos de los árboles "pelados" por las quemas de pastizales como esfinges que asomaban sobre la orilla contra el sol del poniente. La larga hilera de árboles castigados por el fuego son una advertencia para quienes deben proteger y custodiar este pulmón natural. El tema se mantuvo en la agenda pública durante el último año, cuando se sucedió la penosa temporada de quemas en todo el delta.
Después del intenso calor y algo fuera de pronóstico llegó el alivio. Entrada la tarde, a la altura de las primeras barrancas de San Lorenzo -sobre la costa santafesina- comenzó a soplar una brisa fresca del sur, cada vez más intensa. Esto motivó a la tripulación agotada de tanto sol y calma. El barco navegaba ahora en ceñida, con un viento de frente, cada vez a mayor velocidad. Esta condición volvió a favorecer al Malbec, que no paraba de avanzar posiciones y nunca dejaría de hacerlo hasta la meta. Fue entonces cuando Martín, otra vez al mando de la nave, destacó su equilibrio. "Eso me dio una conexión notable con el barco. Soltaba el timón y sentía que iba solo, balanceado por las velas y el viento", diría luego de la regata, a la hora del balance, junto a un fuego y una cerveza helada.
Antes de eso llegó la noche cerrada, sin luna, en medio del Paraná. Casi a tientas hubo que sortear el paso de imponentes barcazas con bandera de Hong Kong, Malasia y otros recónditos lugares del globo, las que trepaban el río aguas arriba y se hacían notar con sus estruendosas bocinas y el rumor de los motores que generaban una gran turbulencia. En medio de la oscuridad el barco parecía un alfiler, se habían perdido las referencias visuales, no se veían los camalotes, los espineles, ni las rachas de viento en la proa del barco, y la navegación se hizo más intuitiva. Fue un instante en el que desaparecieron todas las variables que otorga la luz del día y apareció otra sensibilidad. Hubo que acostumbrar la vista. Fueron varios kilómetros de navegación junto al resplandor de las luces que llegaban desde los elevadores de granos a una orilla y las chatas amarradas sobre las islas de en frente, en la zona del puerto de San Lorenzo.
Tomás RicoEsa postal productiva argentina es apenas una foto del gran movimiento fluvial de los últimos años, en medio de la actual discusión por el proyecto de ejecución de una hidrovía hasta Paraguay. Algo que recibió reparos de algunos sectores políticos y de ambientalistas. De concretarse sería necesario profundizar un canal navegable para permitir el paso de barcazas de gran calado, rectificando, ensanchando y profundizando el Paraná. Ello modificaría toda la geografía con gran impacto medioambiental en los humedales.
A la hora del regreso, al día siguiente, el Malbec tomaría algunos atajos por fuera del canal principal del río, para acortar camino y para evitar el peligroso cruce con los grandes buques. La vuelta sería en conserva, a motor, con la toldilla colocada para protegerse del sol y con buenas anécdotas de regatas y navegadas, con asado frío de la noche anterior, como suele ocurrir en estas ocasiones. Entonces aparecerían historias con fuertes vientos, barcos perdidos durante naufragios y otras epopeyas más risueñas y jocosas. "Yo tuve una embarcación / marinera en las maniobras, / y livianita en el agua / como una pluma'e gaviota. / Desde la hechura fue buena, / mejor, ni tráida de Europa. / Yo pa'fantasear le puse / La Suerte Navegadora", recitaba una vez más Martín los versos del poeta santafesino Julio Migno que en tantas navegadas compartió, mientras el barco avanzaba ahora por la desembocadura del Coronda, sobre la costa de Puerto Gaboto, en busca del arroyo Los Terneros, para acortar camino. Pero no hubo caso. El metro ochenta de calado del quillote del velero tocó el fondo barroso y fue la primera de una seguidilla de varaduras que vendrían más tarde cuando el barco salía del canal principal para evitar la fuerza de la corriente en contra y poder avanzar con mayor velocidad.
Vuelta atrás otra vez por el Paraná, en busca de otra cortada, esta vez sobre las islas entrerrianas, rumbo a Diamante, el primer puerto a atravesar. En ese camino fue que a la altura de la boya 496 se pudieron divisar sobre la superficie los históricos restos del Favorito Santos Cosme y Damián, un antiguo barco naufragado el 28 de diciembre de 1961 en el acceso a un canal secundario del Paraná. Hoy el casco partido al medio y herrumbrado es un peligro para los navegantes, ya que no está balizado (solo aparece señalizado en algunas cartas náuticas). Esta vez se pudo divisar porque el río está bajo. El Malbec le pasó a un costado, hubo retratos fotográficos de ocasión, y continuó su marcha rumbo a Santa Fe. Pero en otras ocasiones cuando el río crece y el barco no se ve hubo accidentes.
Tomás RicoEl viaje de vuelta a Santa Fe demandó 24 horas exactas. La noche en Rosario fue amarrados a una marina de cortesía del Club de Velas. Una mención especial se merece la familia que disfrutaba de un asado en el quincho del club y permitió que cociéramos nuestra carne con su fuego, algo que con el cansancio de todo un día de navegación, pasada la medianoche, valió oro.
Hubo poco tiempo para descansar. Antes tiramos las cartas para ver quiénes serían los dos tripulantes designados para comenzar la remontada en el primer turno. Los 12 de oro y de basto le tocaron a Diego y a quien suscribe. Así que a las 6 horas del domingo 4, todavía de noche, el Malbec encendió el motor que apagaría a las 6 del lunes, en el Yacht Club Santa Fe. Fue todo un día de navegación placentera, como ya se dijo, y la noche tocó cálida y con estrellas. Cerca de las 3 de la madrugada se asomó media luna rojiza sobre el este entrerriano. Y algunos buques impidieron por momentos el disfrute al esquivarlos con cierto temor a una colisión. El peor de esos episodios ocurrió aguas arriba de Diamante cuando un empuje sojero apuntó al velero con un potente reflector y encandiló al timonel. Fueron apenas unos segundos que parecieron años. Luego la situación siguió bajo control, sin ningún otro peligro latente.
Otra vez estamos en el tramo final de la regata disputada el sábado. El velero termina de atravesar de noche la ribera de San Lorenzo y llega a la costa rosarina. A lo lejos se ven cada vez más grandes las luces y antenas del puente a Victoria. Desde el radio llamado por VHF una voz de la comisión de regata alerta a todos que hay que anunciar el paso por debajo del puente, como señal de arribo a la meta, que está pocos metros más abajo, a la altura del Club de Velas.
Tomás Rico¿Qué persiguen esas mujeres y hombres que han pasado todo el día maniobrando a bordo de estos veleros? La pregunta flota en el aire. Y se la lleva el viento. Destinan tiempo y esfuerzo en busca de una meta. Tienen un espíritu que trasciende lo deportivo. Van detrás de una pasión.
Antes de cruzar el puente Rosario-Victoria el Malbec sortea un contrincante más. El velero Salvaje, un Plenamar 240, mucho más humilde en tamaño. Todos a bordo se miran y alguien suelta: "Este es el ganador de la regata". Es que una cosa es la grilla de llegada de cada barco a la meta, y otra muy distinta es el resultado final, producto de una ecuación en la que se tienen en cuenta el tiempo que le demanda a cada uno la regata en relación a las características, tamaño y dimensiones del barco; lo que se llama "tiempo corregido" (en el tipo de regatas por fórmula PHRF). Así, por ejemplo, la cinta azul (otorgada al primer barco que llega a la meta) se la llevó el velero 007 (Milenium 38), que con el tiempo corregido terminó en el 9º puesto de la clasificación general. El podio, en cambio, fue para el Salvaje, que se quedó con el trofeo Challenger "Héctor Rudoy". El ganador estuvo escoltado por el Sicigia (Storm 23) y por el Nuria (Pandora 31M).
Tomás RicoTermina la regata. El Malbec cruza la línea de llegada a las 22:29 horas. Fueron 15.29 horas de concentración y entrega. Entonces hay celebración y se aquietan las tensiones de la competencia. Más tarde llegará la noticia que con el tiempo corregido el barco obtiene el 12º puesto en la tabla general y el 3º puesto en su categoria (B), detrás de dos veleros clase Conte 24: el Mareeba 3 y el Sottovoce. Hay podio. Pero lo más importante siempre es haber vivido la experiencia de competir con grandes navegantes y embarcaciones con historia, y sentir que se está a la altura. También cuenta el haber alcanzado una fraternidad con respeto y entrega individual a bordo, sobreponiéndose al tedio y a las malas decisiones tácticas, que no es poca cosa.
Ya pasó la medianoche. Es tiempo de darse un baño, descansar un poco y prepararse para el retorno. Serán apenas un par de horas de sueño a bordo antes de soltar amarras. Desde el quincho del Club de Velas, donde la tripulación del Malbec está cenando, se ven pasar las velas blancas iluminadas por las luces de la ciudad y se escuchan los bocinazos del top del oficial de regata. Es la madrugada y los veleros más retrasados siguen cruzando la meta. Termina un largo día, al otro día.
1-Salvaje (CRA); 2-Sicigia (Club Regatas San Nicolás); 3-Nuria (CVR); 4- Comandante (CNP); 5- Wanderer II (CRA); 6-Ganesh II (Yacht Club Rosario YCR); 7-Mareeba III (Rosario Rowing Club RRC); 8-Nicanor (CNP); 9-“007” (RRC); 10-Sotto Voce (CVR); 11-Yeah Mon (CNP); 12-Malbec (Yacht Club Santa Fe YCSF); 13-Halcón III (CNP); 14-Temple (YCSF); 15-Teros (CNP); 16-Itaca (CNP); 17-Recalmón (CNP); 18-El Aguja (CNSA); 19-Alejandro (CVR); 20-Génesis (CNP); DNS-León Negro (CVR); DNF-Strega (Peña Náutica Bajada España); DNF-Bartholome (CNP); DNF-Blues (CNP).
Serie A: 1-Nuria; 2-Wanderer II; 3-Ganesh II; 4-“007”; 5-Yeah Mon; 6-Halcón III; 7-Temple; 8- El Aguja; DNS-León Negro; DNF- Bartholome.
Serie B: 1-Mareeba III; 2-Sotto Voce; 3-Malbec; 4-Teros; 5-Itaca; 6-Génesis.
Serie C: 1-Salvaje; 2-Sicigia; 3-Comandante; 4-Nicanor; 5-Alejandro.
Serie D: 1-Recalmón; DNF-Blues.