Lunes 21.8.2023
/Última actualización 10:20
La ciudad de Santa Fe tiene cuatro grandes Zonas de Seguridad Hídrica (ZSH) distribuidas por todo su corredor costero. Son áreas no urbanizables que se reservan para obras hídricas y no pueden tener un uso residencial, ni permanente ni transitorio, según lo establece la ordenanza 11.748. Están distribuidas entre el borde oeste (detrás de los barrios Chalet, San Lorenzo, Santa Rosa de Lima, Atilio Rosso y Barranquitas), el noroeste (Loyola, San Agustín y Yapeyú), el noreste (Guadalupe Central - Bajo Judiciales), y La Costa (El Pozo, Alto Verde y Colastiné).
Casi todos son reservorios, grandes extensiones de terrenos profundos, algunos ex profeso para evitar intrusiones o aumentar la capacidad de retener agua. Tienen el objetivo de acumular el agua de lluvia que llega a través del sistema de desagües -entubados y canales a cielo abierto- para luego escurrir por gravedad o por bombeo a los ríos o lagunas. Es por eso que no deben ocuparse; cuando llueve mucho, se inundan.
A un lado y al otro de la autopista hay dos grandes reservorios. El agua de lluvia que cae en parte de la ciudad escurre hacia ellos y descarga en el Salado. Antes de la pandemia no estaban ocupados. Crédito: Fernando NicolaSin embargo, en los últimos años se instalaron viviendas en algunos de ellos. La Municipalidad reconoce dos puntos críticos: los que están en los barrios Santa Rosa de Lima y en Playa Norte. Pero también hay familias asentadas en Atilio Rosso (ex Villa Oculta); Barranquitas Sur y Oeste y Bajo Judiciales, donde las autoridades consideran que el riesgo es menor y que en caso de emergencia se puede atender a esas personas con un plan de contingencia. Distinto es el caso de quienes se ubicaron fuera del anillo de defensa, como en la playa de Los Alisos en El Pozo, en Alto Verde y en Colastiné Norte.
En la mayoría de los casos, no había construcciones antes de la pandemia, en 2020. El dato se corrobora fácilmente a través de las imágenes de Google, que muestran que cada zona estaba despejada de casas antes de ese año. La secretaria de Infraestructura y Asuntos Hídricos de la Municipalidad, Silvina Serra, analizó la situación.
-¿Por qué hay familias asentadas en los reservorios?
- Primero hay que preguntarse qué familias están dentro y qué familias están fuera. Porque cuando asumimos no existía el límite claro del reservorio, dónde empieza y dónde termina. La cota de no inundabilidad en Santa Fe es de 16, se creó cuando no existían los terraplenes de defensa. Hoy es otra ciudad, tenés terraplenes, estaciones de bombeo, reservorios y un montón de infraestructura que hace 20 años no estaba y que cambia la realidad de un barrio respecto del riesgo hídrico. Tenemos otra realidad: la ciudad naturalmente se fue expandiendo hacia el oeste porque no tenía lugar donde crecer. E hicimos las obras de protección. Entonces cuando vamos a evaluar qué familias se van a inundar tenemos que evaluar todo el conjunto de lo que existe hoy.
Para conocer cómo funciona el sistema hídrico, la infraestructura instalada y el verdadero riesgo hídrico que corren las familias que se asentaron en los reservorios, hicimos mediciones y ensayos de bombeo y determinamos los límites. Con eso podemos decir que el reservorio se delimita según el nivel máximo de agua que va a tener en función de lo que las bombas puedan o no sacar, de ahí para abajo la gente sí se va a inundar. Y de ahí para arriba tengo zonas que son medianamente vulnerables a lluvias muy extremas y puedo desarrollar un plan de contingencia para asistirlas.
Y eso es un avance muy importante porque de ver un problema tan gigante lo vas reduciendo a lo que realmente va a ocurrir. Porque si no tendríamos que ignorar que existen las estaciones de bombeo o tendrías que pensar que las estaciones no funcionan.
- ¿Cuál es la realidad entonces?
- La realidad no es que todas esas casitas se van a inundar porque para eso tenemos toda la infraestructura que se creó. Nosotros pudimos determinar con los ensayos de las estaciones de bombeo niveles máximos de reservorios que son operables por las estaciones de bombeo. Si una casita se nos mete por debajo de esos niveles sí se va a inundar. Lo que esté por arriba de ese nivel lo podemos manejar con plan de contingencia.
- ¿Cuántas familias son entonces las que pueden tener problemas? ¿Tienen un relevamiento?
- Pudimos confeccionar las curvas de vulnerabilidad de los reservorios. El más comprometido es el N°2, el de Santa Rosa de Lima. Los otros tienen niveles de vulnerabilidad media que se pueden atacar con plan de contingencia.
En ese reservorio Los sin Techo hicieron casitas con financiamiento provincial, pero sin ninguna autorización municipal. Cuando los encontramos ya habían avanzado bastante, les dijimos que paren y nos dijeron que tenían 20 casas más para poner ahí. Así que empezamos a armar en tiempo récord un plan de obras de reordenamiento de todo el reservorio 2. Se elevó un terreno para que pongan ahí las casitas, y eso responde a un plan de obras más completo que quedará para la gestión que viene, que implica el recrecimiento de todo el contorno del reservorio, la excavación del espacio contiguo para que no tengan acceso y el reordenamiento. Y lo que hicimos mientras tanto es llenarlo de agua para que no lo vuelvan a ocupar. Esto respeta una trama urbana, es la continuación de la calle Braille, paralela a Mendoza; tienen calle de penetración, un canal y alcantarillas de cruce.
Con fondos provinciales, pero sin autorización municipal, Los Sin Techo construyeron viviendas en el reservorio que está en el límite oeste del barrio Santa Rosa de Lima (Mendoza y Circunvalación). Crédito: Flavio Raina- Al lado está Atilio Rosso y siguen hacia el norte Barranquitas Sur y Oeste, donde también hay nuevas familias asentadas en los reservorios.
- En Atilio Rosso está planificado reubicarlas continuando con el alteo y seguir profundizando el reservorio. Barranquitas Sur y Oeste (Reservorio 4) no son zonas tan vulnerables, son más altas y hay zonas que están excavadas que es una barrera para que se instalen. Se puede llegar con plan de contingencia, lo que implica que si hay una lluvia muy intensa que desborde el reservorio hay que asistir a esos vecinos hasta que el agua baje, porque lleva un tiempo hasta que las bombas deprimen el nivel.
-Es decir que no deberían estar ahí porque van a necesitar asistencia. Van a tener problemas…
"La realidad no es que todas esas casitas se van a inundar porque para eso tenemos toda la infraestructura que se creó", dice Silvina Serra, secretaria de Infraestructura y Asuntos Hídricos de la Municipalidad.- Sí, pero no estarían dentro de la zona de alta vulnerabilidad.
- Y se suman las que están fuera del anillo de defensa.
- Respecto al anillo de protección de la ciudad de Santa Fe, desde que asumimos elevamos informes a provincia en forma frecuente de cuáles serían los puntos más vulnerables que hay que atender con obras. Dentro de ellos está la defensa French y su estación de bombeo que está desmantelada. Protege la Cuenca Guadalupe Oeste, (en el noreste), casi 400 hectáreas de ciudad, donde descargan los barrios Guadalupe Oeste, Coronel Dorrego y Central Guadalupe. Cuando hicimos el proyecto de urbanización de Playa Norte a provincia, incluimos eso. La obra se licitó en marzo de este año y todavía no se adjudicó. Y esa zona puede tener un doble problema: por lluvias y por crecida de ríos. Por eso la estamos reclamando con insistencia.
Los otros puntos críticos están en el sector este, en Los Alisos de barrio El Pozo, contra la laguna Setúbal; en Alto Verde, con algunos asentamientos nuevos fuera del anillo de defensa, y en Colastiné Norte, junto al río Colastiné. El primero comenzó a crecer hace más de una década, cuando trasladaron familias desde un terreno muy bajo ubicado al otro lado de la ruta 168, junto al megamercado. El segundo, lo hizo apenas bajó el agua de la crecida de 2016. El de Colastiné Norte empezó a formarse durante la pandemia y sigue en crecimiento en la actualidad.
La tensión por la ocupación del territorio sigue presente en Santa Fe, una ciudad escasa de tierra vacante alejada del riesgo hídrico. La planificación y el control permanente es clave para ordenar su crecimiento, minimizar los daños y preservar a la población.