“Ser padre” tuvo, a lo largo de la historia, distintos significados. Tradicionalmente, el rol paterno estaba asociado a tareas como proveer económicamente a la familia y poner límites o castigos, acompañado por una estructura social que reservaba como exclusivas esas funciones a las masculinidades.
En esta coyuntura, la mujer era relegada a las tareas del hogar, quedándose en la casa al cuidado de los hijos, siendo la responsable principal de la crianza. Según la Mgter. en Psicoanálisis e investigadora de Género en la UBA, Graciela B. Reid, esa visión del mundo binaria, ubicaba a los hombres en el mundo público valorado socialmente, limitando el rol de la mujer a lo privado-doméstico.
Familias contemporáneas, familias “desordenadas”
La reconfiguración del escenario, producto de la lucha por el reconocimiento de la mujer como sujeto activo de la sociedad, y los derechos alcanzados en las últimas décadas (como ser la ley de divorcio y de Matrimonio Igualitario), han legitimado posibilidades amorosas diversas y vínculos más plurales, señala la Mgter.
La investigadora sostiene que las mujeres empezaron a cuestionar lo que antes se vivía como certeza: todas desean y “deben” ser madres. Esto obligó a los hombres no sólo a interrogarse sobre el rol paterno sino que además puso en jaque las bases mismas de las masculinidades.
Reid destaca que, frente a la postergación de la maternidad o al no deseo de serlo de un sector medio-alto de mujeres, los varones tuvieron que plantearse y asumir un rol activo en base a su propio deseo de ser padres: tener hijos, cuándo y con quién.
Los movimientos feministas, sostiene, ponen en agenda el tema de la labor doméstica y de los cuidados (trabajo invisible y no remunerado), “pasando de categoría analítica a categoría política, para dar cuenta que la organización patriarcal liberal ha generado la mayor de las desigualdades: la división dicotómica del trabajo”.
A partir de estos cambios, las familias de la contemporaneidad están en “desorden” respecto a la familia nuclear de la modernidad, dando cuenta de las múltiples y variadas experiencias del deseo de hijo/hija, y del ejercicio de la paternidad. “Los jóvenes de algunos sectores vienen produciendo cambios en relación a la cercanía afectiva y a compartir las actividades de crianza. Hoy hablamos de paternidades, teniendo en cuenta las variables de género, clase y generación. En términos de Reid: “No hay un sólo modo de paternidad”.
Ser padres hoy: tiempos de pandemia
“El gran desafío de hoy está en producir paternidades deseadas, posibles e imaginables para los sujetos actuales, saliendo de roles estereotipados y asumiendo ser proveedores de apego y cuidado. Esto además corre a los varones del lugar de reproductores de violencias y abusos, que ha constituido la clave de las masculinidades hegemónicas en el marco del patriarcado capitalista”, aseveró la docente de la UBA.
Graciela señala que la pandemia y el aislamiento representan una interesante oportunidad para los varones, de transformar las prácticas de crianza en una redistribución de tareas más equitativa, y una puerta para cuestionar la falta de igualdad en las esferas domésticas, laborales y de políticas públicas en torno a las desigualdades de género. En estos tiempos de “amor líquido”, tanto varones como mujeres, “deben reflexionar y cambiar las pasiones de los mandatos dominantes de género”.
“La participación política y estratégica de las mujeres, tomando espacios de poder, gestando producción de saberes y prácticas, conlleva procesos de rupturas de lo dado como natural. La extrañeza frente a esto “nuevo” hace que muchos varones busquen adaptarse sin mayores cambios profundos, sin darse cuenta de los efectos sobre otros de sus prácticas, y el costo sobre sí mismo de sostener el modelo heterosexual de dominio”, afirma.
Para la autora de “Maternidades en tiempos de des(e)obediencias”, muchas de las angustias de los varones actuales tienen que ver con la caída de las referencias identitarias con las que fueron educados.
El escenario vigente le plantea a las masculinidades dos caminos posibles: seguir reproduciendo un modelo aprendido a un alto costo personal, o cuestionar sus privilegios, deconstruyendo esos mandatos, acompañando la lucha por la paridad política, erótica y económica, y la búsqueda de la equidad dentro de la organización social.
El reto que interpela a la sociedad en su conjunto, pretende que las funciones paternas y maternas no estén ligadas al género, sino que sean funciones del cuidado que todos tenemos que tener en la vida cuando somos pequeños o incluso muy grandes, porque la vulnerabilidad es lo que nos iguala: todos en algún momento tenemos que ser cuidados. “Deberían perder la generización, y ser una función humana que todos podamos cumplir como ética con el otre” concluyó.