Agustina Mai - [email protected]
Gladis Pellatelli está desesperada. Su refugio de perros y su trabajo de toda la vida están en riesgo por la denuncia de vecinos de Sauce Viejo. “Ya me habían hecho una denuncia porque decían que los perros invadían sus propiedades. La policía constató que tengo todo cercado y el tema terminó ahí. Pero ahora presentaron una nueva denuncia”, contó Pellatelli, con mucha angustia.
Cuando en 2003 compró el terreno en el barrio Jorge Newbery de Sauce Viejo, casi no había vecinos y tenía 20 perros. Pero en diez años, el barrio se pobló y la cantidad de animales se fue multiplicando hasta alcanzar unos 200.
El presidente comunal, Pedro Uliambre, dijo que recibió un reclamo de los vecinos, con fotos y videos. “Se quejan porque hay ratas, porque el tejido está roto y porque los perros que están en la calle atacan a la gente”, precisó.
El Litoral visitó el refugio y constató que los animales están dentro del perímetro, en buen estado y alimentados. Pero la cuestión central es cómo conciliar los intereses de los vecinos con la labor de Gladis. “Tendríamos que buscar un lugar más apartado para no molestar a la gente. No queremos confrontar con los vecinos, que es entendible que estén molestos, pero también conocemos el trabajo de esta señora y sabemos que el tema de los animales es delicado”, sostuvo Uliambre, en diálogo con El Litoral, y adelantó que esta semana se reunirán con la encargada del refugio para “encontrar soluciones”.
Gladis dedicó su vida a los animales. No tiene familia y su sueldo lo gasta en medicamentos, atención veterinaria y en una empleada que la ayuda a mantener el refugio. Todos los días, viaja en colectivo de Santa Fe a Sauce Viejo. “Desde que tengo uso de razón he protegido a los animales, he dejado allí mi vida, mi tiempo y mi dinero sin obtener nada más que el amor de ellos. Ni siquiera cuando pasé por la peor desgracia de haber perdido a mi familia, dejé de ir: día tras día, sin sábados, domingos o feriados, bajo el sol, la lluvia y el frío”, aseguró la mujer, que está desesperada ante la posibilidad de cierre del refugio que se llama El Ángel y la Gloria.
Sabe que los animales pueden molestar, pero defiende su trabajo y asegura que “los mismos vecinos que denuncian son los que dejan perros abandonados” y que nunca nadie la ayudó a darlos en adopción.
Castraciones ya
El refugio recibe donaciones de alimento de la empresa Purina, que tiene una planta en las afueras de Santo Tomé, y de medicamentos de parte de un particular. “El resto sale de mi bolsillo; yo no recibo ningún tipo de ayuda económica”, aclaró la mujer.
Los animales se encuentran bien alimentados y en buen estado de salud, por lo que muchos podrían ser adoptados por una familia.
¿Qué hace falta? “Una campaña de castraciones y un plan de adopción responsable”, respondió Pellatelli y aseguró que hace años que viene pidiéndole castraciones a la comuna de Sauce Viejo para terminar con el ciclo de los animales abandonados. “Esto iba a llegar a un punto incontrolable”, reconoció.
Por la falta de esterilizaciones y por la cantidad de animales abandonados, en el refugio de Gladis se duplicó la población canina en una década. “Hasta donde pude económicamente, hice castrar las perras. Después pedí ayuda a la comuna, pero no hicieron nada. Hoy tengo unas 100 perras para castrar, pero no tengo el dinero para hacerlo”, planteó.
¿Cuál sería la solución? “Los refugios de perros no deberían existir como tampoco deberían existir los hogares de ancianos o de niños abandonados. Pero hay una realidad: existen, porque hay pobreza y abandono”, aseguró Pellatelli.
Para esta mujer, la solución es legal y política. “Los funcionarios y representantes legislativos tienen que tomar el toro por las astas: habilitar un refugio por comuna, subvencionarlos y controlarlos. En la medida en que políticamente no se haga algo, los particulares no vamos a dar a basto. Aunque yo haya donado todo mi dinero, mi tiempo y mi trabajo a los animales, no alcanza”, concluyó.