Luciano Zoco
area@ellitoral.com
A casi cuatro años del lanzamiento del programa de créditos, ya hay casos de matrimonios y parejas jóvenes que deciden separarse y tienen que afrontar un tema delicado: cómo se resuelve el tema de la vivienda en común y la hipoteca.
Luciano Zoco
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Para los románticos quizás sea una trompada directa al corazón, un balde de agua helada que enfría las últimas brasas de la pasión y parece la venganza perfecta de los cínicos, pero la realidad es que un crédito hipotecario a 20 años —por ejemplo, un plan Procrear—, puede ser un lazo más fuerte y perdurable que el amor, en la era de los vínculos líquidos y en medio de todas las tensiones que amenazan el horizonte de una relación.
Hace tres años y medio, cuando firmaron uno de los primeros Procrear que otorgó el Banco Hipotecario en la ciudad, un matrimonio santafesino decía: “Hasta que el Procrear nos separe”, mitad en serio, mitad en broma, frente al desafío de asumir un compromiso de dos décadas.
“Salí sorteada y cuando me di cuenta ya tenía un metro y medio de pared construida en un terreno de Sauce Viejo, cuando todavía me planteaba si me veía con esa persona en una casa, con hijos y con un perro”, cuenta una joven profesional (El Litoral habló con tres parejas que atraviesan esta situación, pero se preservan sus nombres por respeto a su intimidad).
La verdad es que salir sorteados para concretar el sueño de una vivienda propia —en una generación que viene teniendo muchos problemas para acceder a créditos razonables— en muchos casos “cimienta” la relación y en otros profundiza los conflictos no resueltos y puede erosionar en forma progresiva el vínculo.
Cada pareja es un mundo, pero todos coinciden en que construir desgasta. Implica llegar a cientos de acuerdos, que van desde elegir la grifería del baño hasta el color de las paredes. También supone resolver un millón de problemas —con los contratistas, los corralones, los albañiles, el zinguero, los plomeros y electricistas— y sobre todo conseguir mucho dinero, porque el Procrear alcanza para financiar una parte de la vivienda.
“Fue recontra desgastante —define esta mujer—. Construir con el otro te enfrenta a la realidad de la pareja y te obliga a resolver juntos, todos los días, situaciones difíciles”. “Yo me volvía loco —recuerda otro joven— porque teníamos la plata justa y pensaba muy bien cómo gastaba cada peso para llegar a las certificaciones y terminar la casa”.
Hay otro problema. La gestión de la construcción de la casa, por un lado suma a la relación la posibilidad de moldear el lugar donde se quiere vivir —con toda la ilusión de proyectar con el otro—, pero también implica agregar a la rutina laboral de cada día muchísimas obligaciones. “Es como tener un tercer trabajo, que ocupa espacios que antes eran para la pareja”, define un profesional de treinta y largos.
Está claro que el Procrear —o la construcción de una vivienda— no es causal de divorcio ni puede ser el responsable del resquebrajamiento de un vínculo. Quizás, lo que sucede es que en algunos casos visibiliza y hace emerger los “cortocircuitos” que ya tiene una pareja y cuando se agrandan, al mismo ritmo que se levantan las paredes, hay relaciones que simplemente no los resisten. “Lo que primero me pareció suerte, por esta cuestión de ganar el crédito, después se convirtió en una pesadilla. Empecé a sentir que ese no era mi lugar y nunca llegue a vivir en la casa, ni siquiera puse una flor”, insiste la joven que habló con El Litoral.
También pasa que hay parejas muy jóvenes, de menos de 30 años, que al salir sorteadas —se anotaron por lo conveniente que era el crédito— también se vieron embarcadas en el proyecto de construir una casa en una etapa de la vida en la que todavía no estaban pensando “en serio” en esta posibilidad y una vez “en el baile” la relación crujió.
El banco y los abogados
Cuando la crisis de la pareja es terminal, no hay más remedio que comenzar a pensar en qué se hace con la casa y la hipoteca. El Procrear funciona como cualquier crédito hipotecario y hay varias alternativas que se pueden llevar adelante.
Una posibilidad es vender la vivienda, cancelar el crédito (se descuentan las cuotas pagas y se suman tasas y actualizaciones) y repartir el saldo entre los dos miembros de la pareja. Cada caso es particular, pero en principio no hay restricciones en el Procrear que limiten esta posibilidad y cuando se hace el boleto de compraventa del inmueble automáticamente se cancela la hipoteca y los dos quedan liberados del crédito.
Otra alternativa, quizás la más común, es que uno de los dos se quede a vivir en la casa que se construyó. “Se adjudica el crédito a uno de los cónyuges, en el caso de que estén casados, que queda como único deudor, siempre que cumpla con los requisitos económicos en cuanto a ingresos que demanda el Procrear. Se acuerda, además, una compensación económica para el que se va de la casa”, explicó la Dra. María Magdalena Galli Fiant, abogada especialista en Derecho de Familia, en una entrevista con El Litoral.
La verdad es que cada caso es un mundo. Hay parejas que edificaron en un terreno que era propiedad de uno de los dos (en esta situación, el titular de lo que se construyó es el dueño de lote, pero se pueden establecer compensaciones para el otro miembro de la pareja por su aporte económico). Además es diferente el escenario legal si es un matrimonio (en el que ahora se puede optar por separación de bienes o comunidad) o una unión convivencial.
“No hay una receta que sirva para cada caso. Hay que ver la situación del cliente y la situación del inmueble que se enmarca en un acuerdo más amplió que abarca todos los bienes que tenía en común la pareja”, contó Galli Fiant.
Lo que es importante, para “protegerse” y evitar dolores de cabeza en el futuro, es consultar con un especialista antes de asumir en pareja —sobre todo si es una unión convivencial— el desafío de construir una casa con un crédito hipotecario a 20 años.
La verdad es que salir sorteados para concretar el sueño de una vivienda propia en muchos casos “cimienta” la relación y en otros profundiza los conflictos no resueltos y puede erosionar en forma progresiva el vínculo.
Es que el apuro por aprovechar el Procrear suele “conspirar” contra la prudencia y el amor también hace “bajar la guardia”. Pero vale la pena. Como decía la frase “archicitada” del poeta inglés lord Alfred Tennyson (1809-1892): “Es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado”, aunque lo que se pierda sea una casa y un Plan Procrear.
Lo que es importante, para “protegerse” y evitar dolores de cabeza en el futuro, es consultar con un especialista antes de asumir en pareja —sobre todo si es una unión convivencial— el desafío de construir una casa con un crédito hipotecario a 20 años.