Por Mariano Rinaldi
En julio de 1965, Reutemann hizo su primera aparición pública como victorioso corredor profesional. En su visita a la redacción del diario El Litoral, Reutemann respondió una serie de preguntas que buscaban descifrar su identidad. Esta sugerente entrevista dio inicio a la construcción de un mito, la leyenda del self-made man, es decir, el gringo santafesino que se construyó a sí mismo. Este mito lo acompañó durante su vasta carrera deportiva, así como también en su incursión en la política.
Por Mariano Rinaldi
A mediados de la década del sesenta, Carlos y Américo Grossi representaban la firma de automóviles Fiat en Santa Fe. En 1964, los hermanos prepararon el Fiat-1500 y eligieron su piloto Heriberto Bohnen. Luego de correr en el Gran Premio de Turismo, Bohnen decidió radicarse en México y, los Grossi debieron buscar quien lo reemplace. De esta decisión dependía en buena medida el futuro de la escudería Grossi y de su empresa. Es aquí cuando aparece Reutemann, un muchacho que disputaba “picadas” en la costanera santafesina y daba que hablar entre los aficionados, uno de ellos, Félix Crocce, empleado de la concesionaria Fiat en la capital.
En una entrevista, Los Grossi confesaron: “Elegimos darle el auto a un desconocido, a un muchacho de la zona para que hiciera sus primeras armas”. Sin embargo, ese desconocido pronto dejará su anonimato, construyéndose sobre él las primeras dos máximas de un mito self-made man: el trabajo duro y la honestidad.
Reutemann debutó en el circuito de la Cumbre, provincia de Córdoba, en mayo de 1965. En aquella ocasión un desperfecto mecánico le impidió correr más de 1000 metros. Desde entonces, los imprevistos caracterizaron su trayectoria. Quizás, el más recordado por todos los argentinos sea la carrera de 1974 en el autódromo de Buenos Aires presenciada por el Presidente Juan Domingo Perón, cuando su flamante Brabham BT44 se quedó sin combustible, deteniéndose en las últimas vueltas. A pesar de ello, muchos años después Reutamann declaró: “No creo en la mala suerte, creo que hay razones para todo”.
Volviendo a su debut y a su primera victoria, de julio de 1965, vale la pena recordar que, antes de disputar esa carrera inaugural, el joven piloto recorrió las 609 curvas para memorizarlas. Aun así, al final del recorrido, entre las montañas y un frondoso árbol un animal repentinamente se detuvo en el medio del camino, dejando al joven piloto sin otra alternativa que esquivarlo “No sé como pase. Todavía no lo sé, pero estoy seguro que lo hice, de lo contrario no podría estar aquí contándolo”.
En aquella visita a la redacción de El Litoral, en 1965, se expusieron los fundamentos del mito de Carlos Reutemann. En aquella ocasion se lo describió como: “un joven serio, frío, aunque seguro de sí mismo (...) descendiente de colonos suizos-alemanes radicados en San Carlos Centro y de una familia que se dispersó por distintas poblaciones de esa zona agrícola. Ayuda a su padre ‘chacarero’ en las exigentes tareas del campo; comenzó a manejar a los 7 años de edad con un Ford-A de la familia”. Esta historia la veremos reaparecer en numerosas ocasiones en sus muchas de sus apariciones públicas.
En una entrevista de 1974 para la revista Corsa, Américo Grossi profundizó los orígenes del mito: “Mi principal preocupación fue hacer de él un hombre, integralmente hablando. Reutemann ayudaba a su padre en el campo a unos 40 kilómetros de Santa Fé. No tenía posibilidades económicas de ningún tipo y sabía que esa era su ocasión de pasar a ser un profesional. El piloto estaba hecho, el hombre había que formarlo. Me preocupé por saber adónde quería llegar, qué pensaba, cuál era su meta y qué idea tenía para conseguirla”.
Tres décadas después, en verano de 1991, Reuteman corrió como candidato a gobernador por Santa Fe. Fue presentado dentro del justicialismo provincial como “un empresario exitoso” y “alejado de los políticos tradicionales y sus aparatos partidarios”. Durante los años noventa, la argentina atravesó una notable reconfiguración política a causa de la crisis de representación de las organizaciones partidarias tradicionales, propias de la sociedad de masas. Las promesas de horizontalización de la política se conjugaron con la figura de Reutemann y su mito de self-made man. Dando inicio a la tercera máxima de este mito: “la búsqueda del bien común”. De esa manera, se completó la construcción de una figura que encarnaba valores útiles y dignos de ser imitados.
Ahora bien, hubo muchas circunstancias ajenas al control o a la propia voluntad del joven piloto, que limitan al propio mito y a su protagonista. Es decir, detrás de la figura que encarnaba Reutemann existía una estructura que soportaba los devenires a la vez que construía el mito. La conjugación de ambas permite mostrar una narrativa que, de no ser así, dejaría al desnudo su carácter normativo y meritocrático. De esta forma, surge la incógnita de cuánto de mítico y cuánto de real hay en esta historia. Falta una investigación que responda este interrogante.