Domingo 30.7.2023
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Al ingresar al Hall del Palacio Municipal, sobre la derecha, se ve una foto en tamaño grande. Muestra a un hombre en un tradicional café de la ciudad, mirando a la calle, a un punto ciego, absorto en un pensamiento que pareciera estar torturándolo. Sobre la mesa, un liso a medio terminar. Acompañan la escena una mesita y una silla típica de bar, color cedro. Más allá, a la izquierda, botellas antiquísimas, vasos y jarras, fotos, recortes de periódicos, de publicidades; incluso una curiosa libreta de anotaciones de Fernet Branca. A los cuatro costados, el montaje con paneles explicativos.
Todo aquello es la novedosa muestra "Un mundo de sensaciones. Miradas apasionadas y contrastantes sobre bebidas y bebedores en Santa Fe", que puede visitarse en el Hall de lunes a viernes de 8 a 18 horas. El Museo de la Ciudad prestó todo el material documental, pero fue la investigadora local Paula Sedran la que indagó sobre un campo socio-histórico poco explorado: qué protagonismo tuvo el alcohol en la vida social y la cotidianeidad de los santafesinos durante la primera mitad del siglo XX.
A comienzos de la centuria pasada, en esta capital comenzó un proceso de progresiva expansión demográfica, por el influjo migratorio. Las costumbres que traían nuestros antepasados se mixturaron con los hábitos vernáculos. Y el alcohol empezó a aparecer, quizás como un catalizador que lubricaba y dejaba fluir todo tipo de eventos sociales: desde casamientos y bautismos, reuniones hogareñas o de bar con amigos, fiestas, reuniones políticas, mitines sindicales, momentos de ocio, etcétera.
Una botella fina verde esmeralda y dos copas, símbolo de la distinción que representó el alcohol en las clases pudientes. Crédito: Pablo AguirreAntes, por ejemplo, existía el vino quinado, "de uso medicinal", que se administraba a niños por "sus propiedades relajantes, antifebriles y analgésicas". "El Abuelo" fue un tipo de vino que se vendía para "sanos, enfermos y convalecientes", según el eslogan publicitario (1932). En la exposición se encuentran botellas de producción nacional ("Oporto"), de whisky importado y de ginebra hecha en Rosario. Y otras muy finas y estilizadas, con copitas para la ocasión.
La bebida alcohólica no hacía distinciones de clases: estaba presente en el mesón de madera de pino del pobre y en la mesa del lujoso living de la familia más pudiente. En la muestra se exhiben fotos de hombres barbudos con vestimentas muy distinguidas, en reuniones sociales o políticas. Pero también de obreros, de la clase laburante: en todas aparecen las botellas con alcohol.
Lo simbólico y lo cultural
El alcohol estaba y está presente en las ceremonias religiosas (la "sangre de Cristo" está representada simbólicamente por el vino) y en muchos fragmentos del Antiguo Testamento. "Dad bebida fuerte al que está pereciendo, y vino a los amargados de alma", es un cita de las Sagradas Escrituras. Incluso en la literatura universal (los poetas malditos franceses, por caso) y en las artes plásticas, como el caso del pintor Jackson Pollock: siempre el alcohol hacía su parte.
También, basta con recuperar las narrativas de las letras del tango de la década del '40 para establecer un parangón en este sentido. Aquí el alcohol encuentra su vinculación con, por ejemplo, la angustia existencial: "Ya sé, no me digás, tenés razón, la vida es una herida absurda, y es todo tan fugaz, que es una curda, ¡nada más! Mi confesión". En este caso, la letra de "La última curda" (Aníbal Troilo y Cátulo Castillo), describe a alguien que bebe reconociendo el fracaso de su vida.
O bien en la idea de despedida, algo que queda plasmado en "Los Mareados", de Enrique Cadícamo: "Cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos, esta noche beberemos, porque ya no volveremos a vernos más". Por último, la necesidad de olvidar: "Tomo y obligo, mándese un trago, que hoy necesito el recuerdo matar", dice el mítico tango interpretado por Carlos Gardel.
En su abanico interminable, todas estas significaciones culturales y simbólicas "influyeron en las formas de consumo de alcohol en la sociedad santafesina del siglo pasado. Tanto de los aportes de literatura, el tango, el rock más tarde. Pero no creo que a esto haya que verlo como algo negativo. El alcohol, el consumo de éste, presenta las características ambigüedad y ambivalencia", pone en contexto en diálogo con El Litoral Paula Sedran, egresada de la UNL, investigadora y Dra. en Historia.
El botellón de vino quinado -entre otras reliquias-, que se les daba a los niños por sus "propiedades relajantes, antifebriles y analgésicas". Crédito: Pablo AguirreY refuerza su idea: "Si no entendemos que en el esquema cultural de cualquier comunidad hay sentidos positivos y negativos, en este caso, alrededor del alcohol, no se entenderá ni lo uno ni lo otro. Es decir: si sólo nos quedamos con la parte oscura del alcohol, como la adicción y sus derivaciones, no vemos la historia completa. Hay muchos grises en el medio, y ahí está lo interesante en las formas en que la sociedad se relaciona social o individualmente con el consumo de bebidas alcohólicas".
Estereotipos
Las representaciones sociales asociadas al alcohol fueron cambiando con el paso de los años: hay así imágenes de contraste, alegría, tristeza, tragedia, distinción y violencia, entre muchas otras. Hubo y hay estereotipos que asocian a las bebidas alcohólicas con la sociabilidad masculina (casi exclusivamente), por ejemplo. Pero también, esas formas estereotipadas derivaron en la violencia y el vicio en algunos periódicos más de corte conservador.
Sin embargo, "el caso del periódico de la ciudad El Orden fue muy interesante en la década del '30. Comercialmente propuso un nuevo sujeto popular: reivindicó a los canillitas, a los ebrios caídos en desgracia, que ya no eran 'los violentos'. Y la ebriedad vino como anillo al dedo en la construcción no tan moralmente condenatoria sino más jocosa de la persona alcoholizada. Algo que no hacían los otros periódicos", explica Sedran, en el marco de la pesquisa investigativa que realizó.
La moral
En las primeras tres décadas del siglo XX se condenaba moralmente a la ebriedad, pero ya no se la veía como un "peligro civilizatorio". "La moral fue siempre un espectro muy fuerte, con mucho peso en la ciudad de Santa Fe. Por ejemplo, hay un instructivo interno de la Policía que data de 1910, y que en algunos artículos establecía cómo debían actuar los agentes ante la presencia de un ebrio en la vía pública".
Y continúa: "Se les decía a los oficiales, primero, que debían ser 'decorosos' (palabra muy ligada al concepto de moral) al encontrar a alguien ebrio en la calle. Pero además, si ese ciudadano ebrio es de 'malvivir' o de 'buenvivir', el trato tenía que ser distinto. Para éste último había que tener ciertas consideraciones, como acompañarlo hasta su casa, avisar a sus familiares. Pero siempre, en todos los casos, debían actuar con decoro", expresa la Doctora en Historia.
La publicidad
En las publicidades de las primeras épocas del siglo pasado, los hombres eran los protagonistas. Luego, con la masificación e industrialización de los procesos de producción y distribución de bebidas alcohólicas, las mujeres aparecen como "objetos" publicitarios.
"Por un lado aparece la mujer-objeto, la mujer-decorado, ligada al consumo masculino del alcohol. La publicidad muestra el cuerpo, la sensualidad femenina. Y por otro lado, sobre todo después de la década del '30, había muchos grupos de mujeres que, en plan de amigas, salían a tomar alcohol. Esto se ve también en las publicidades gráficas de la época", añade Sedran.
Fotos antiguas de reuniones entre amigos y publicidades de la década del '30 aproximadamente. Crédito: Pablo AguirreUna joyita de la muestra: una agenda del Fernet Branca de 1949, en la que se podía anotar información variopinta: "Anotaciones de nombres, sobrenombres, apellidos y apodos, además de sus direcciones". Aparecen, así, "El Petiso", "Doña Mary", "Don Lezcano". La estrategia publicitaria era familiarizar a la marca con una libreta de almacén. Además, tenía 12 recetas para preparar esa bebida alcohólica.
El consumo "opaco"
En una sección de la muestra aparece una palabra llamativa: lo "opaco" en el consumo de alcohol. Sedran amplía: "Hay sentidos que son transparentes, como las fiestas en un extremo, y la adicción y la violencia en el otro. Pero entre 'lo bueno y lo malo', en el medio aparecen muchas cosas que son opacas con relación al consumo de alcohol. Beber durante las horas de trabajo es un ejemplo de esa opacidad".
Aquella vieja copita al paso yendo a trabajar a la fábrica, a mediados del siglo XX, o los albañiles y los obreros que tienen un corte en sus labores y paran a compartir una cerveza en un kiosco -algo que se ve mucho en la actualidad-, son dos ejemplos claros. "Muchas veces el alcohol es, para alguien, ese empujoncito que se necesita para terminar la jornada laboral", grafica Sedran. Quizás aquel hombre sentado en un tradicional café santafesino, mirando a la calle, como absorto y con medio liso sobre su mesa, sea alguien que necesita ese empujón para volver a su rutina laboral.
"Un mundo de sensaciones. Miradas apasionadas y contrastantes sobre bebidas y bebedores en Santa Fe", se llama la muestra de la historiadora Paula Sedran que puede visitarse en el Hall del Palacio Municipal. Las visitas mediadas serán de miércoles a viernes, entre las 10 y las 12 horas. La entrada es libre y gratuita. Los objetos históricos fueron prestados por el Museo de la Ciudad, que está ubicado en San Martín 2068 (atiende de lunes a viernes de 7 a 13).