Emilianas, de la cocina del Mira y López a la mesa de los santafesinos
El proyecto gastronómico social es gestionado por personas usuarias de salud mental del hospital, junto a un equipo de profesionales. Elaboran productos de panadería y alimentación. Hace días fueron noticia, cuando les quitaron el bar del Cemafe.
Hornero. Adrián distribuye con maestría cada bandeja, para asegurarse que no se queme nada. Crédito: Guillermo Di Salvatore.
La cocina de Emilianas está invadida de gente. Sobre una mesada son 20 las manos que amasan. Una lluvia de harinas, un movimiento constante de ir y venir contra la mesada. Salen tiritas de masas con semillas. Son grisines. Van derecho al horno. Y los rostros de todos sonríen.
Ezequiel Fernández tiene hoy a cargo la amasadora de banco. Hace cuatro años que forma parte del polo productivo del Mira y López, en la empresa social Emilianas, que abraza la inclusión de personas que han quedado desafiliadas del sistema productivo o nunca han podido incluirse. Conoce casi a la perfección la cantidad de ingredientes que se deben volcar en la amasadora industrial para elaborar los productos. "Estoy encargado de las máquinas, pero también le doy una mano al hornero", dice, mientras controla la máquina.
A un costado está Ricardo Alcaire, el amasador. Mientras pasa la masa por la máquina cuenta que los grisines se elaboran en dos etapas. "Una parte de la masa es gruesa y se la pasa dos o tres veces. Después, la parte fina pasa una sola vez para darle el espesor".
-¿Qué es lo más lindo de trabajar en Emilianas?
-Todo. Acá es todo bueno -resume Ricardo-. El compañerismo, los trabajos que hacemos entre todos. Y cuando hay que elaborar más productos siempre aparecen más manos para ayudar.
Ahora están elaborando productos para un catering para 400 personas. Trabajan contrarreloj. Y se sumaron la manos de un grupo de estudiantes de Trabajo Social que llegaron al Mira y López y están allí, amasando a la par, pura sonrisa, junto al resto de la comunidad trabajadora.
La masa ya pasó por las manos, por la máquina, y fue cortada en tiritas dispuestas sobre la mesada bajo una lluvia de harina. Todo va derecho al fuego. Allí espera ansioso el hornero Adrián Coronel, que usa guantes para tomar las bandejas y las distribuye en los hornos industriales de la cocina de Emilianas. Luego controla que ninguna se pase, que no se quemen. "Siempre hay que estar atento", asevera. "Que nunca se me quemen los productos". Las bandejas suben y bajan de nivel todo el tiempo. Un arte.
-¿Qué productos horneás ahora?
-Pastafrola.
La cocina está ubicada al fondo del hospital Mira y López, de Blas Parera al 8400. El edificio en general se ve bastante "gastado". Le falta una mano de pintura, algo de mantenimiento, de cariño. Pero adentro de la cocina todo se encuentra con las debidas condiciones de salubridad e higiene. Y así lo mantiene la población trabajadora. "Le agradezco a Dios por mi trabajo, porque si no fuera por el sueldo no me alcanzaría para pagar el alquiler de mi casa", dice Adrián.
Amasador. Ezequiel aprovechó la visita de El Litoral para reclamar al gobierno que les restituyan el punto de ventas en el centro de la ciudad, mientras amasaba los productos. Crédito: Guillermo Di Salvatore.
Y cuando las masas ya estén cocidas llegarán a las manos de Pablo Villot, el encargado de los encremados, uno de los más antiguos trabajadores de Emilianas, que en unos meses cumple 15 años de trayectoria en la promoción e inclusión social de esta población del Mira y López.
"Un buen encremado dulce lleva la cantidad exacta de cada producto. Todo va a la mezcladora con un tridente. Allí definimos si le damos aroma a vainilla o limón. Yo ya le calculo por intuición el tiempo exacto de mezcla, de acuerdo a la cantidad y el peso. Luego lo ponemos en la bolsa con cornete, le quitamos el aire y listo para encremar", dice Pablo con maestría. Cada punto de trabajo pasa por la asistencia y supervisión del cocinero Nicolás Trempos.
Piden su lugar
Este proyecto social para la inclusión de usuarios del hospital Mira y López fue noticia hace unos días atrás cuando reclamaron que les restituyan un punto de venta en el centro de la ciudad que perdieron en la pandemia. Es que Emilianas funcionaba también en el bar del Cemafé. Pero éste fue cerrado durante el aislamiento y cuando se reabrieron las actividades el gobierno les informó que ya no contarían con ese espacio.
En esa encrucijada, Emilianas reclama ahora la restitución de ese espacio que consideran vital para la venta de las viandas diarias que les permiten la subsistencia. La directora provincial de Salud Mental de la provincia, Celina Pochettino, se comprometió a resolverles la situación. "Una idea es ofrecerles un punto de venta en el edificio del viejo Hospital Iturraspe", dijo. Pero todavía siguen esperando una solución concreta.
"Nuestro mayor arte estaba expuesto allí, en el bar de la cafetería del Cemafe. A ese lugar iba a diario mucha gente a consumir nuestras especialidades. Por la pandemia nos tuvimos que ir. Pedimos por favor que nos den un lugar", reclama con claridad el amasador Ezequiel Fernández, uno de los miembros de la comunidad que es atendida en el Mira y López.
Profesionales
Emilianas cuenta con un equipo de profesionales de la salud que coordina el emprendimiento. La Trabajadora Social Natalia Colombo es una de ellos. Durante la visita de El Litoral al hospital repasa la trayectoria de Emilianas. "Se reestructuraron espacios físicos, se pensaron lógicas de trabajo que contemplen la atención de la salud mental. Pero el mayor impacto social lo tuvimos cuando nos dieron un espacio por fuera del hospital (el bar del Cemafe). Fue un gran desafío y hubo que capacitarse. Nos permitió circular por otro espacio, con otra logística. Pensamos nuevos perfiles e hicimos frente a ese gran desafío", describe. "Debimos realizar mucho esfuerzo y creatividad para mantenernos durante estos 15 años", repasa.
Coordinadoras. Algunas de las profesionales psicólogas, trabajadoras sociales y terapistas, que son pilares fundamentales del proyecto para que todo se encamine. Crédito: Guillermo Di Salvatore.
"Arrancamos con una fábrica de galletitas, las Emilianas, y luego tuvimos distintos hitos de crecimiento", apunta, a su turno, la psicóloga Olga Dutto. "Todo fue pensado como un dispositivo distinto dentro del hospital, como unidades productivas de un mismo emprendimiento", dice. "Así, pasamos de fabricar galletitas a ofrecer un catering, con el cambio cualitativo y cuantitativo impresionante que implica. Y con el vínculo directo del cliente, con la comunidad. Para no quedar sólo dentro del ámbito hospitalario del Mira y López".
"Hubo un trabajo muy grande para sostener el proyecto durante la pandemia", rememora la terpaista ocupacional Mirela Sánchez. "Durante el aislamiento no todos podían llegar a diario al hospital. Entonces se hizo una asamblea y decidieron que los ingresos sean repartidos entre todos. Eso habla de un sentido de pertenencia y compañerismo único", recuerda. "Además se mandaban mensajes de aliento y contención entre todos. No se si eso es común en todos los emprendimientos".
Todos juntos
En Emilianas se busca promover fundamentalmente ese espíritu cooperativo, mediante una estructura jerárquica más horizontal que permita la participación de los trabajadores. Las decisiones se toman a partir de asambleas. Lo que se busca es pensar espacios según las posibilidades de cada trabajador.
A pleno. La comunidad trabajadora de Emilianas recibió el apoyo de estudiantes universitarios para preparar un catering para 400 personas. Crédito: Guillermo Di Salvatore.
"Históricamente, la trayectoria de las personas que han sido asistidas por salud mental es compleja. Las personas no tienen decisión por su salud, su cuerpo, su vida. Entonces, que ellos puedan tomar la palabra en una asamblea de trabajadores, entender que su voz vale y poder tomar decisiones es un logro importante", pone en contexto Colombo, una de las coordinadoras.
Las asambleas son enriquecedoras para todos. Se aprende. Pero ahora hay que cocinar. La mañana avanza y hay que terminar de elaborar todos los productos para un catering para 400 personas. La cocina de Emilianas trabaja sin parar. Otro desafío. Uno más. Coordinadores, miembros de la comunidad y futuros terapistas y trabajadores sociales sienten la satisfacción del logro. La mesa está casi lista para ser servida. La vida está servida. Hay esperanza.