"Una rebelión" infantil: las veredas de Santa Fe fueron tomadas por rayuelas, tatetís y murales
El programa "Veredas para Jugar" comenzó en la pandemia y siguió. Consiste en promover el retorno a las veredas para que niños y adolescentes desarrollen actividades lúdicas que van desde el bordado de banderines, juegos de damas hasta la pintura de murales. La experiencia ya se practicó en unas 80 oportunidades.
La imagen lo dice todo: un niño remontando un barrilete, como una bandera de recuperación de la vereda, ese espacio de socialización por excelencia. Créditos: Gentileza
Si hay un lugar donde la condición plenamente humana de las personas fluye y se reinvidica, ese lugar es la vereda. Allí, un vecino sale por la mañana a charlar en chancletas con el que vive en la casa contigua, cada uno con su mate, y se convidan un bizcocho. Allí, en una vereda, se besan por primera vez dos personas enamoradas. Allí alguien aprende a andar en bici, y nunca más se olvidará. Ahí, los pibes y las pibas juegan.
Antes, en las veredas se jugaba a las bolitas, a remontar barriletes, a la rayuela y al "elástico", a las figuritas, a la pelota. Algo de eso ahora está volviendo, y ahí está la idea de "rebelión" infantil, en el sentido más romántico y pacífico de la expresión: es la vindicación más pura e inocente del sentido del juego y del arte como una construcción siempre colectiva.
Varios "dameros" para jugar y, en un rincón, chicos haciendo artes plásticas. Créditos: Gentileza
Mucho de todo eso eso promueve el proyecto "Veredas para Jugar", que es impulsado por el municipio local, que nació con la pandemia -respetando el distanciamiento, el uso del barbijo y la reunión al aire libre, es decir, en las aceras- en el Jardín del barrio Loyola.
¿En qué consiste? En proponer que las infancias y adolescencias aprendan de bordado y costura, de pintura muralista, de herbarios (que son como "laboratorios botánicos"), de plegados en papel haciendo grullas; que trabajen con el barro, con la lectura y claro, que jueguen: a la rayuela, las damas, al tatetí, a todo lo que quieran. Participan infantes y adolescentes de todas las edades, no hay límites etarios.
El bordado de banderines, como símbolo de la celebración del encuentro, otra de las actividades del programa. Créditos: Gentileza
Por la recuperación
"Vimos que en los barrios no había espacios recreativos, como sí los hay en las zonas más céntricas de la ciudad. En Loyola, detectamos que las veredas necesitaban ser reparadas para iniciar el programa. Luego de arreglarlas, la opción innovadora era incorporar un juego compartido al aire libre cuando las instituciones estaban aún cerradas por las restricciones de la pandemia", le explica a El Litoral Huaira Basaber, subsecretaria de Gestión Cultural y Educativa del municipio, a cargo del proyecto.
En lo simbólico, la primera meta fue la recuperación de la vereda como espacio de encuentro social histórico-cultural. Y luego, la dinamización de distintas actividades que se llevan a cada vereda para jugar y crear. "Así, fue surgiendo el trabajo con el barro para hacer cosas (todo tipo de manualidades), el bordado de banderines de distintos colores, para algún cumpleaños o el carnaval. El banderín es el elemento que señala el festejo, la celebración de una reunión", enfatiza Basaber.
Entonces, en un sector de la "vereda para jugar" pueden verse adolescentes bordando banderines, pero a su lado las familias, también bordando, y ahí se forma un puente intergeneracional. En otro el herbario, con chicos explorando las plantas nativas e incluso haciendo estampas en tela con hojas secas. En otro rinconcito, un espacio para la lectura, como acercamiento a la literatura infantil y juvenil. Más allá hay trabajo en pintura y en murales. Aún más: se trabaja la temática del medio ambiente: se le entregó a un grupo de pibes el título honorífico de "Guardianes de los Árboles" de una vereda.
Una de las rayuelas, adaptadas para generar nuevos sentidos. Los juegos son colaborativos, no competitivos. Créditos: Gentileza
Juegos
"Y están las rayuelas y los tatetís, que son baldosas hechas a mano. En el jardín de San Lorenzo, por ejemplo, armamos una sala donde se pintan las baldosas de forma artesanal. Y a la rayuela la diseñamos con la idea de propuestas lingüísticas y con imágenes. Un ejemplo: en el número siete, dice, en lugar del número: 'Pedí siete deseos'", cuenta la subsecretaria. También hay "dameros", que sirven para jugar a las damas e incluso al ajedrez.
Los chicos y adolescentes se enganchan, todos. Y las familias también. Y cada uno está en el lugar en el que le interesa estar. "Se genera un clima hermoso, de paz, de vínculo, de convivencia, de armonía. Porque los juegos, todos los juegos propuestos, no son competitivos, sino colaborativos", subraya Basaber.
El programa, por la buena recepción social que tuvo, se fue extendiendo y seguirá expandiéndose durante 2023. Desde que comenzó, en más de 80 veredas se realizaron actividades del tipo "dinámicas". Y hay una decena de veredas ya preparadas para poner manos a la obra, al arte y al juego. Las escuelas, jardines y Estaciones Municipales se fueron sumando a la propuesta.
El clásico tatetí y dos niñas muy concentradas en el juego. Créditos: Gentileza
Apropiarse
Y los chicos se apropian de la vereda. "Por ejemplo, en Loyola ellos ya sabían a trabajar con esmaltes, con la cocción del barro", añade la subsecretaria. Y los conocimientos artísticos, que se comparten con directivos y docentes, se replican en las familias. "Hay muchos elementos con soportes visuales, metafóricos, porque entendemos que la creatividad surge cuando hay elementos desde los cuales partir. Brindamos todos los dispositivos que tenemos, educativos y culturales, para que infancias y adolescencias desarrollen el pensamiento creativo", agrega.
"Llegamos a un barrio con los dispositivos de Veredas para Jugar y los pibes llegan corriendo: es hermoso. Escuchamos a abuelos y abuelas que nos decían que con sus nietos no tenían buena relación, o que ésta era distante, y que ahora están compartiendo momentos a través del juego. Y los adolescentes nos trasladan el interés en seguir. De hecho, en tres instituciones hicieron murales", cuenta Basaber.
El programa seguirá durante 2023 colocando rayuelas de sentidos infinitos en las aceras, y se replicará en distintas instituciones o organizaciones. Una vez, Alejandro Dolina escribió en sus Crónicas del Ángel Gris: "Todos los adoradores del progreso nos pintan un porvenir lleno de veredas móviles que nos evitarán el esfuerzo de caminar, con máquinas invictas, con ríos domados, y vehículos cada vez más veloces". La modernidad, con su imperio de celulares y aparatos, no podrá con la vida simple y humana que transcurre en las veredas.