El magnífico Tavo Angelini fue declarado ciudadano destacado de Santa Fe
El cantante y compositor de 55 años es autor de varias canciones de rock que pintan la ciudad y su gente con una lírica que es huella de época. Formó parte de la emblemática Carneviva y de Patada de Elefante. “Me cago de risa un poco, lo tomo con simpatía, y al mismo tiempo lo tomo con asombro y responsabilidad, porque es un mimo muy grato que todo artista y ser humano necesita”, dice el Tavo en el Día del Rock de Santa Fe.
El magnífico Tavo Angelini fue declarado ciudadano destacado de Santa Fe
Cuentan que en ciertas noches, bajo las ramas que cuelgan de los árboles de las calles de barrio Constituyentes, en medio de la oscuridad se oye el eco de una voz que se pregunta adónde está el maniático explica mundo. Lo chusmean las señoras que barren mientras esperan para ver si pasó la basura. El tipo que soñaba con ser el sexo símbolo de la paquetería anda bailando, ofreciendo su sangre en el banco dador del Italiano. Por la vereda de en frente pasa silbando Gustavo Angelini, el Tavo. Para la oreja. Se lleva un puñado de canciones que más tarde cantará sobre un escenario, bajo una jaula de huesos, animando un pogo celebratorio, en carneviva.
Se trata del cantante y compositor Gustavo Horacio Angelini, el Tavo, que nació el 5 de junio de 1969 en barrio Sargento Cabral de la ciudad de Santa Fe, a quien por su aporte a la cultura local este jueves el Concejo Municipal lo declaró ciudadano destacado, a pedido de su presidenta, Adriana Molina.
Archivo El Litoral
La declaración llega en el marco del Día del Rock y terminará con un recital del Tavo en La Moreno, desde las 20 hs, con cupos limitados. El 19 de mayo de 2022, por ordenanza N° 12.280, se estableció el 10 de octubre como Día del Rock de Santa Fe y a octubre como Mes del Rock en conmemoración del primer festival del rock llevado a cabo en la Isla Berduc en el mes de octubre del año 1971. En el ‘22 habían sido destacados La Naranja, Los Ranser, Pasamanos y Arcángel. Y en 2023, a Astro Bonzo y Cabezones.
Aun no vine
En sus méritos para el galardón hay que decir entre otras cosas que el Tavo marcó una época de la cultura local como cantante y compositor de la banda de rock Carneviva, desde los ‘90 en adelante, con vigencia actual y trascendencia nacional. Estudió música en el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco, en el Instituto Superior de Música de la UNL y más tarde se perfeccionó en canto lírico en el Instituto de Música Clásica en Avellaneda, Buenos Aires, provincia en la que actualmente reside.
Archivo El Litoral
“Carneviva nació en el verano del ‘90”, escribió alguna vez en El Litoral el cronista del rock local Ignacio Amarillo. En su formación inicial acompañaban al Tavo en Carneviva Daniel Ferronato en viola y Lucio Venturini en batería. Más tarde se sumó Mario Alfageme en bajo. Con el paso del tiempo la formación se transformaría en una banda de culto santafesina. En dos etapas sacó cinco discos: En Carneviva (1990), En el límite de la piel (1991), Curtido (1993); con temas como Curtido, Stop en la Colmena, Aun no vine y Magnifico Alto Verde, entre otros; y más tarde los discos Hígado de bronce (2003) y Vivo en el viento (2008).
Además de Carneviva, el músico destacado participó como vocalista y compositor en Patada de Elefante. Ambas bandas tuvieron repercusión nacional, con canciones que identifican a una generación.
-Tavo, ¿cómo tomás este reconocimiento?
-Me cago de risa un poco, lo tomo con simpatía, y al mismo tiempo lo tomo con asombro y responsabilidad, porque es un mimo muy grato que todo artista y ser humano necesita. Me pone feliz, obviamente, porque es una hermosa excusa para encontrarse con amigos. Y que haya un Día del Rock que se festeje y, en este caso se haga una mención a una persona, que en este caso me tocó a mí, me llena de orgullo. Hay que mantenerlo y reconocer a muchos artistas de Santa Fe. Me gusta decir que soy gracias a otros que fueron. Gente que abrió tranqueras mentales rompiendo las cadenas de la mediocridad antes que yo. Me debo a ellos, a mis amigos que me abrieron a este mundo y a mi familia que siempre escuchaba música en casa.
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-Tu poética es emergente de un lugar, ¿cuál es tu vínculo con Santa Fe?
-Vengo cada tanto a visitar a mi madre, con casi 90 años y a mis amigos. Me gusta estar con ella, almorzar y conversar. Y ver a los amigos de la infancia, con los que nos criamos. Cuando estoy acá nacen los olores, las calles, las esquinas, los bares, y siento que somos privilegiados de habitar una ciudad preciosa. Todo está en las letras y siguen apareciendo nuevas ideas. En algún momento me agarró bronca, por ese vínculo de amor y odio que tenemos todos, hasta que dije que si quiero que algo cambie lo tengo que cambiar yo, y tuve los cojones para hacerlo. Abrí puertas que no se habían abierto y llegué a distintos tipos de gente, en los barrios, para que valoren desde la poética y la música lo brillante que tienen. Santa Fe tiene una hermosa cultura, con su folclore diario y esa posibilidad de encontrarte con amigos y salir a caminar por la costa a tomar unos mates o una cervecita, salir a navegar o hacer deportes. Por eso digo que somos unos privilegiados y siempre regreso a mi ciudad.
Archivo El Litoral
Al otro lado del hit
Una de las pinturas más identitarias de Carneviva es quizá Magnífico Alto Verde. “Al andar de la canoa manteníamos el equilibrio”, canta Tavo con esa voz tan particular. La canción retrata un viaje alucinante a remo desde el casco santafesino hacia el barrio isleño, a bordo de una canoa-taxi. “El remero moreno me dio el vuelto antes de darle el billete”, sigue Tavo en la canción que en el ‘94 pudo cantar en ese barrio. “Algunos pasajeros habían quedado atrás. Sin pegar vuelta volvimos. Era un soldado o algo así, jugaba en la Prefectura de numero cinco. ¡Colón había ganado!... íbamos bailando y bailando”, agita en otro pasaje de la letra.
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“Todo eso fue así, tal cual dice la canción”, cuenta ahora Tavo, en diálogo con El Litoral. “Incluso la letra era más larga, yo había relatado todo lo que hicimos ese sábado, pero después la recorté al momento en que cruzamos a Alto Verde”.
-¿Qué recordás del día que escribiste Magnífico Alto Verde?
-Ese sábado estábamos almorzando tomando unos porrones con Marquitos Costa y Fede Inchauspe en la Semillería Franco -de la familia Costa-, de 9 de Julio entre Mendoza y Salta; tocamos música con bongó, birimbao y flautas, la pasamos muy bien y dijimos “vamos a disfrutar la siesta”, y nos fuimos a caminar. Encaramos ese viaje que debería ser una canción mucho más larga porque relata el trayecto de Alto Verde pero pasaron un montón de otras cosas aquella siesta.
-¿Qué hicieron en Alto Verde?
-Caminamos las calles de arena, que era algo que solíamos hacer, y lo fuimos a visitar al Kiwi (poeta), tomamos unos mates y seguimos y seguimos y seguimos.
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-¿Ir a Alto Verde era habitual?
-Lo hacíamos, lo hacíamos. caíamos a la noche, a la madrugada, era algo que nos gustaba mucho. Estás en el microcentro y en 10 minutos cruzás el río y entrás a otra dimensión, en medio de la isla.
-¿La poética salió de un tirón?
-Regresamos a la tardecita en el colectivo de la línea 13, con las mujeres de sábado a la noche que iban subiendo, y cuando cada uno se fue bajando quedamos tan copados que ya teníamos el día hecho, satisfechos de placer y de emociones vividas. Así que al toque me puse a escribir y la letra salió de un tirón, del comienzo al fin. Después tuve que meterlo en la canción.
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-Después de aquella siesta con el bongó salió esa melodía...
-En esa época, el año ‘91 o ‘92, vivíamos con Lucio (Venturini) en Primera Junta entre avenida Freyre y Zavalla, frente al viejo mercado de frutas y verduras, y en esa casa hacíamos un quilombo bárbaro ensayando. Ahí salió la canción. Teníamos un laboratorio musical, todo el día probando cosas. Salían melodías, ritmos que después fueron canciones. El propósito era registrar lo que hacíamos y que fluya una obra. No es que uno se propone hacer una canción sublime. Lo que me propongo es ser genuino y tratar de describir lo que me está pasando en ese momento, que puede ser un relato como el de Alto Verde o que la estoy pasando muy mal, lo que sea. Luego, si alguien se identifica me siento satisfecho porque seguramente compartimos algo y nos hacemos bien.
Un lugar
Ya en su etapa solista hay al menos otras dos canciones que son retratos bien santafesinos. Una es Costanera y la otra Colastiné. Con una suave melodía de guitarra que navega su “aureola musical” el Tavo canta: “Colastiné, es tu tiempo de arena, una eléctrica estación, fuerza que chupa la teta, con boca de torrente pasión. Oh, sabia de mi amor, me despertarás de insolación”.
La vieja formación de Carneviva. Archivo El Litoral
“Toda la zona rinconera es un lugar soñado”, dice el Tavo en la charla con El Litoral. “Se siente el olor del río y podés llegar en bicicleta”.
-¿Si tenés que elegir un lugar de Santa Fe, una esquina, un bar... con qué te quedás?
-Yo elijo la costa santafesina, un bañado de la laguna Setúbal, que puede ser el Monte Zapatero o las playas del Chaquito, bien alejado, tratando de pensar y sentir mi cuerpo en la naturaleza. Es un lugar que está cerca y a la vez tenés la privacidad para andar en bolas en la arena, tirate a nadar a la laguna y conectar con los animales.
Archivo El Litoral
Cuando nació el músico la familia Angelini vivía en una casa de calle Alberdi casi Salvador del Carril, en barrio Sargento Cabral, la que Tavo habitó hasta los tres años. Luego se mudaron a Necochea y Maipú, en barrio Candioti Norte, a donde reside en la actualidad su madre. “Ese es el barrio en el que me moví para ir al colegio, al club Regatas, para ensayar y armar los recitales”, cuenta. “Había un piano en el garaje y lo usábamos para probar canciones”, recuerda. “Mi viejo era pianista y tanguero, por eso teníamos el piano a disposición para tocarlo. En ese piano compuse El alma del vino, y salieron muchas otras cosas buenas. Ese piano sigue ahí”.
“En el ‘89 había terminado el servicio militar en el GADA de Guadalupe y comencé a estudiar arquitectura”, recuerda Tavo. “En ese entonces estábamos a mil con Carneviva y me tomé un año sabático del cual nunca retorné (risas). Cómo tenía mi novia estudiando teatro y psicología en Buenos Aires viajaba en tren muy seguido para allá”, relata Tavo sobre sus comienzos en esa ciudad de la que hasta ahora nunca se fue. “Siempre de crotera, tocando el timbre en la casa de mis amigos”, se acuerda.
Archivo El Litoral
“Me gustaba mucho Buenos Aires. En ese momento estaba el Parakultural a flor de piel y había de todo para hacer”, describe el cantautor distinguido. “Así que empezamos a tocar allá con Carneviva y logramos que nos edite Del Cielito Records, que fue todo un logro y nos abrió puertas”, dice. “Por entonces ya vivía en pensiones o alquilaba habitaciones por distintos lugares, y me terminé afianzando cuando pudimos alquilar un departamento en San Telmo con mi novia y otro amigo. Ahí se armó mucho la historia de Carneviva y conocimos a muchos artistas y cirujas”.
El nieto de Estela Carlotto
“Vivía en Santa Fe, viví San Telmo y ahora en San Isidro, voy cambiando de santos”, se ríe Tavo. En Buenos Aires, creó además el dúo de piano y voz Dos x Tango, junto a su amigo Pacho, quien años más tarde recuperaría su identidad. “En ese momento era Ignacio Urban”, dice el Tavo. Se trata de Ignacio Montoya Carlotto, Pacho, el músico que es nieto de Estela de Carlotto, Abuela de Plaza de Mayo. “Cuando viví en Caballito estudiábamos juntos en la escuela de Avellaneda. Una vez lo escuché tocar algo de Piazzolla y dije ‘mirá que interesante este pibe’, y ahí nomás le propuse hacer algo juntos. Ensayábamos en una casa muy humilde en Quilmes, a donde vivía él y tenía un piano. Horas y horas con el repertorio tanguero, con el que nos fue muy bien en Buenos Aires”.
Ignacio Montoya Carlotto, el nieto de Estela. Archivo.
Pacho Montoya Carlotto tiene mucho cariño por Tavo. “Yo venía del campo (Olavarría) y me lo encontré en una clase de música. Me contó que su papá tocaba tango como yo y empezamos a juntarnos a tocar, esa fue la excusa”, dice, ante la consulta de El Litoral. “Para mi fue algo más profundo porque para ninguno era de ahí y entendíamos lo que estábamos viviendo en esa gran ciudad”, cuenta. “Además él me enseñó cómo manejarme en Buenos Aires y a descubrirla. Fuimos a San Telmo, me conectó con gente y me cuidó mucho. Y terminamos grabando dos canciones, Malena y Naranjo en flor, y un disco que nunca salió”.
Archivo El Litoral
Además de música Pacho y Tavo hacían otras obras en Buenos Aires. Trabajaban juntos en la restauración de casas para subsistir. Pacho es maestro mayor de obras y Tavo un intento de arquitecto. Así que se pusieron manos a la obra, “por eso compartimos mucho con él”, dice Montoya Carlotto.
“Sus amigos me contaban que Tavo en Santa Fe era una estrella de rock y a mi me costaba creerlo, por desconfiado, hasta que fui a la ciudad y descubrí a toda una personalidad santafesina”, confiesa Montoya Carlotto. “Él me acompañó en mis inicios como compositor y siempre estuvo al lado mío, tengo solo palabras de agradecimiento a ese loco extraordinario que me abrió muchas puertas, a eso lo pude ver recién ahora”.
Ignacio Montoya Carlotto, el nieto de Estela. Archivo.
Montoya Carlotto fue el encargado de transcribir todas las canciones de Carneviva y Tavo para presentarlas en Sadaic, “así que me maté escuchándolas y tengo muy presente su música, toda esa crudeza”, dice. “En su obra está Santa Fe y yo la conocí un poco así, además de ir a visitarla, porque fue la primera ciudad que conocí fuera de Buenos Aires, y estuvo buenísimo, por eso Tavo es una persona muy importante en mi vida. Sigo disfrutando mucho su poesía y su música”, dice y remata con una anécdota: “Acá le decimos porrón a la cervecita chiquita y cuando fuimos a Santa Fe pedimos un porrón y me dijo ‘esa mierdita no existe, esto es un porrón’” (risas).
Multipliquensé
Angelini condujo además el programa de radio Para de Alejarte en la primera radio de rock nacional, FM La Boca. Trabajó en escenografía y ambientación con artistas internacionales en el ciclo de música Jazz Contemporánea Live y en producciones de teatro, ballet y comedia musical. En paralelo realizó y produjo exposiciones en museos y hoteles de Buenos Aires con artistas plásticos, fotógrafos y muralistas de renombre; al tiempo que participó con sus canciones en diversos festivales de poesía. Produjo y grabó sus discos, participado también como artista invitado en trabajos de músicos amigos. Se desempeñó como profesor de canto en diferentes instituciones de Buenos Aires y formó su propia escuela en el barrio de San Telmo.
En la actualidad Tavo vive en San Isidro pero siempre vuelve a su Santa Fe natal y sigue dando conciertos. Durante la última década fue protagonista de la ópera rock Indio, mítico e histórico trabajo del rock santafesino con el grupo Virgem, y en la comedia musical “Espíritu Traidor”. También participó del documental “65-75 Comarca Beat”.
En la actualidad Tavo sigue en Buenos Aires “aunque siempre estoy volviendo, como dice Discépolo”, apunta. Está enfocado en su proyecto solista. Sus últimos dos trabajos discográficos son Intimidad y Atávico (2018). La música del flamante santafesino destacado se puede escuchar en las plataformas digitales.