Nicolás Loyarte
En la investigación judicial no hay condenados. El acto recordatorio este viernes a las 18.30 en Plaza de Mayo.
Nicolás Loyarte
@nicoloyarte
“El día que el Salado llegó a la casa de mis viejos ellos estaban ayudando a sus vecinos en Santa Rosa de Lima y no se dieron cuenta de que el agua había llegado a su casa. Yo me había ido a vivir sola a Rincón y trabajaba en una escuela en barrio Acería, que se inundó antes. Ese 29 de abril prendí la tele y vi al Lole (Reutemann, gobernador) y a la gente insultándolo en el Hospital de Niños y dije ‘el agua está en mi casa’ (la de sus padres). Salí volando para Santa Fe y cuando llegué no había nadie; tenía el agua por las rodillas. Fui al tanteo, sumergí mis manos y abrí una cómoda, luego un cajón, y tomé un álbum de fotografías que mi abuela me había armado cuando yo era bebé y vivía con ella, ya que mis padres eran por entonces presos políticos. Una de las cosas que más me duele es no tener fotos mías de antes de los tres años. Por ello, esos recuerdos eran muy preciados. Fue lo único que saqué. Luego pude recuperar algunas fotos que todavía conservo, el resto lo perdí”. Ana Castro.
Ana estuvo por estos días preocupada por el agua. Preocupada por la amenaza del río Paraná, que amagó a invadir su casa en Rincón Norte, casi Arroyo Leyes, desde uno de sus afluentes, la laguna Setúbal. Es que Ana Castro y su familia conviven con los fantasmas de la inundación del Salado que sufrió en 2003, que invadió un tercio de la ciudad, donde estaba su hogar paterno, en 1° Junta y Roque Saenz Peña, en barrio Roma.
“Mis viejos no volvieron nunca más a mi casa, volvieron mis hermanos. Mi papá tenía la intención de volver porque la ama y la había arreglado toda, fue su primer hogar luego de estar preso”
En pocas horas habrán pasado 13 años de aquel fatídico 29 de abril de 2003, que se llevó la vida de al menos 23 vecinos de la ciudad (ver Muertos por la inundación), los que fallecieron por asfixia por inmersión cuando el río Salado cubrió cerca de un tercio de la ciudad, al ingresar por un tramo inconcluso de la defensa oeste. Una superficie de 3 millones 264 mil 947 metros cuadrados, que abarcó 30.788 casas, 4.618 departamentos, 642 ranchos y 707 casillas; y afectó de forma directa a unas 130 mil personas y de forma directa a todos. Las pérdidas económicas y la inversión para la reconstrucción fueron millonarias.
Testimonio
Ana le cuenta hoy esto a sus hijos. Le sirve para explicarles por qué temen que el río desborde la defensa que levantaron los vecinos en diciembre con bolsas de arena al fondo de calle Zapata Gollán contra el bañado de la Setúbal, para evitar que el agua llegue a sus hogares, muchos de ellos construidos con paredes de adobe.
También narra Ana a sus hijos la lucha de sus padres, Milagros Demiryi y Jorge Castro, los miembros del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), ex presos políticos de la Dictadura, que son actores civiles de la Causa Inundación, en la que se investigan en Tribunales las responsabilidades políticas de la tragedia (ver más abajo “A la sombra de la prescripción”).
“Un día mi hermano más chiquito evacuado en mi casa vio en la televisión que Unicef iba a donar útiles y calzados a los chicos inundados y dijo: ‘pobres chicos, se quedaron sin nada’. Con mi hermana sólo nos miramos”
Días atrás Ana obtuvo su licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Nacional del Litoral con una tesis en la que indagó sobre las prácticas artísticas originadas durante la inundación de 2003 y está dedicada “a todos los que se inundaron, resistieron en los techos, en los centros de evacuados, en las casas, en la Plaza de Mayo, en la calle, a los fallecidos y sobre todo a los que mantienen encendida la memoria de la inundación”. Años atrás, esta docente y artista participó además de la creación local del movimiento H.I.J.O.S.
“Cuando estaba terminando las conclusiones de mi tesis, la madrugada del 30 de diciembre pasado, me levanté a eso de las 3, prendí la computadora y me senté a escribir. El único sonido en la noche eran las teclas y los motores de los camiones que traían arena para llenar las bolsas y construir la defensa atrás de mi casa, porque el agua estaba entrando. Se me caían las lágrimas. Parecía mentira que yo estaba hablando de esto y me volvía a suceder”, describe Ana. La defensa levantada por la Municipalidad de Rincón y la gente del lugar frenó el avance del agua y al menos hasta hoy no llegó a su casa, pero inundó a sus vecinos.
Ana continúa su relato con voz nasal debido al resfrío que sufre a consecuencia de la cantidad de veces que se mojó, se embarró, para llegar a su casa. Todos los días debe caminar el kilómetro que la separa de la ruta 1 donde deja el auto hasta su hogar, porque las calles siguen intransitables. Camina bordeando la defensa de bolsas de arena que protege su espacio familiar. “Salgo para hacer lo indispensable, trabajar, ir al supermercado y llevar a mi hijo a la escuela, lo demás está todo anulado”, cuenta, “Gaspar (7 años) está en una edad en la que entiende lo que sucede. Los días de lluvia que no va a la escuela está todo el día adentro de casa. Su maestra de la escuela de Arroyo Leyes le dio a los chicos tarea para que hagan en su casa. Sin que nadie le diga nada, Gaspar dibujó la defensa de bolsas de arena y le agregó nubes, sin gente”, cuenta su madre, y agrega que antes se ponía contento cuando recibía juguetes pero ahora se puso contento porque la tía le trajo un par de botas.
“Yo hacía las colas para recibir las donaciones y llevárselas a mis padres. Ellos se las entregaban a otros inundados; estaban en otra, ayudando a la gente, como si no les hubiese pasado”
La amenaza del río sigue latente en Santa Fe. Pese a que se construyeron obras de defensa y escurrimiento hídrico, muchos vecinos sufren hoy las consecuencias de la inundación provocada por el río Paraná y del Salado desde diciembre, y por las prolongadas lluvias que llegaron con el fenómeno de El Niño. Todavía permanecen evacuadas 2528 personas en toda la provincia, de las cuales 1113 son del departamento La Capital y 746 de la ciudad.
Marcas
“Llevo conmigo la imagen de un relato que mi madre (Milagros Demiryi) hace sobre mi predisposición hacia las artes visuales ocurrida durante mi primer año de vida. Ella es una ex-presa política de la última dictadura militar, vivió su segundo embarazo del cual yo nací, en una cárcel. Allí sufrió torturas y privaciones las cuales significaron para mí consecuencias físicas y psicológicas. Ella recuerda que un día un médico le comentó que los niños gestados en estas circunstancias llevan consigo marcas que determinan una hipersensibilidad de por vida, la cual origina muchas veces inclinaciones hacia las expresiones artísticas. La infancia fue difícil y creo que por eso yo siempre quería pintar, dibujar, cantar, crear, imaginar que todo era distinto. Apenas mi madre estuvo en libertad, 8 años después de que aquel médico le había contado aquello, pude comenzar de su mano este camino”, describe Ana en un pasaje inicial de su trabajo de investigación.
La tesis aborda las otras marcas que dejó el Salado a consecuencia de las que dejó el agua, las que fueron generadas por los artistas que “inundaron” plazas, calles y espacios con instalaciones, murales, graffitis, fotografías y todo tipo de manifestaciones que resisten contra el olvido. “El arte fue el transformador que permitió que vivencias y experiencias se compartan, descifrando en obras e imágenes aquello que quería y debía hacerse visible”, sintetiza Ana.
“Uno de los efectos más fuertes que produjo la llegada del río Salado a los espacios urbanos cotidianos y comunes, fue el impacto de ver cómo se transformaba la vida de cada uno en tan poco tiempo”, dice, y cita luego a Abel Monasterolo cuando relata casi como una imagen surrealista la transformación del paisaje urbano en el retorno a los hogares luego del escurrimiento del agua. “Las cosas más insólitas estaban en la calle: un televisor, una radio, una licuadora, un colchón: cosas que son íntimas y que de repente estaban allí, expuestas al público, fuera de su contexto”.
“Cuando el río se va te deja mucho más de lo que se llevó”
“Durante los meses posteriores a las inundaciones la plaza se convirtió en un ámbito de arte”, dice Castro. Desde los movimientos sociales en lucha, como la organización Carpa Negra, se convocó a la ciudadanía a llevar sus objetos arruinados por el agua a la Plaza de Mayo, donde se montó de forma espontánea la instalación artística más emblemática de la historia santafesina con retratos familiares, electrodomésticos, muebles, libros y todo tipo de recuerdos herrumbrados de vecinos de los barrios del cordón oeste por donde pasó el Salado. Aquella gesta fue una mezcla de necesidad de encuentro, de protesta, de expresión social a través del arte.
“Si hay algo que mis viejos nos han enseñado es que la única forma de conseguir algo es soñarlo, desearlo y conquistarlo. Y mientras haya que esperar, que sea haciendo algo y no esperando que lo haga el otro”, dice Ana. “Pedir justicia es un deber. Nunca pondría en duda de que algo sea justo. Hoy no siento que la justicia sea un camino en el que uno pueda decir ‘voy por acá’ y llegue. Pero siento que en algún momento llega, las cosas caen por su propio peso. Pero creo que no depende de los demás, sino que es algo que uno tiene que construir, hacerse cargo”.
“Mis padres resignaron recibir todo tipo de resarcimiento económico por las consecuencias de la inundación. No cobraron ni un peso. Tampoco lo gestionaron. Ellos están convencidos que se debe hacer justicia. Por ello llevan adelante la investigación judicial. Y salieron adelante solos, acompañados por sus seres queridos. Pero no aceptaron ni una lata de arvejas de más”.
29 de abril
Desde hace 13 años, cada 29 de abril la Plaza de Mayo es invadida por la gente que clama justicia. “Este año voy a vivir un 29 de abril diferente —confiesa Ana—. Durante años dejé de ir a las marchas. Es que por dentro pasan muchas cosas. Y el trabajo de mi tesis, que inicié en 2008, las removió. Muchas veces se me caían las lágrimas mientras tipeaba y sabía que debía tomar distancia de todo ello para pensar fría y con objetividad. Durante esos años sólo seguí registrando a nivel estético lo que pasaba. Necesitaba sacar los pies del agua. Tenía sueños, angustias, miedos; hice terapia mucho tiempo. Entonces no podía poner el cuerpo en la plaza —continúa—. Hacer la tesis en un ámbito como la universidad (UNL) me sirvió para conceptualizar el hecho y sanar esas heridas, estoy convencida de ello. Durante la investigación no hablé más que con mi directora, ni a mi familia le conté. El arte ayuda a encontrar el sentido y la memoria, te puede salvar. Ahora que pude cerrar un proceso interior siento que estoy preparada para volver. Por eso mañana voy a ir a la plaza con mis padres, con mi familia”.
Agradecimiento
“Debo agradecer a mi directora de tesis, Isabel Molinas, que me apuntaló cada vez que me caía. ‘Alguien tiene que hacer este trabajo, debe ser en un ámbito como la universidad, y vos sos la persona indicada’, me repetía”. (Ana Castro)
Acto central conmemorativo de la inundación
Distintos movimientos políticos y organizaciones sociales convocan a toda la ciudadanía al acto central en conmemoración de la inundación de abril de 2003, a realizarse este viernes a las 18.30 en la Plaza 25 de Mayo de nuestra ciudad, bajo el lema “13 años gritando justicia. Juicio y castigo a los inundadores”.
A la sombra de la prescripción
A pocos días de cumplirse un nuevo aniversario de la inundación del río Salado ocurrida el 29 de abril de 2003 en Santa Fe, la Justicia dio un paso con miras al esclarecimiento definitivo de la causa que tiene como imputados al ex intendente de la ciudad Marcelo Álvarez; el ex ministro de Obras Públicas de la provincia Edgardo Berli y el ex director de Hidráulica Ricardo Fratti, ambos bajo la gobernación de Carlos Reutemann.
El Colegio de Jueces de Cámara de Apelación en lo Penal de Santa Fe realizó la semana pasada el sorteo de los tres camaristas que deberán resolver un nuevo planteo de prescripción de la causa, instado el año pasado por los abogados del intendente Álvarez.
Previamente y ante la imposibilidad de los jueces de Cámara locales de volver a intervenir en el caso (por haber emitido opinión en alguna etapa anterior), la Corte Suprema de Justicia de la provincia desistió de echar mano a la lista de conjueces y resolvió que éstos fueran reemplazados por magistrados del mismo tenor, pero de otras jurisdicciones.
Así las cosas, fueron sorteados los camaristas Juan Manuel Oliva y Hugo Alberto Degiovanni, de los tribunales de Rafaela; y su par de la ciudad de Vera, Mario Enrique Balestieri.
“Ellos deberán resolver si aceptan la excusación o no de los jueces de Santa Fe y si así fuere quedan constituidos como jueces de la revisión, para determinar en primer lugar la admisibilidad o no del recurso interpuesto por la defensa de Álvarez y en caso de que así sea habrá que hacer la audiencia correspondiente”, explicó el presidente del Colegio de Jueces, Roberto Prieu Mántaras.
Mientras tanto, quien aguarda definiciones en torno a lo que ocurra en la Cámara, es el juez de Instrucción Penal N° 3, Luis Octavio Silva, quien tras sucesivas excusaciones y apartamientos de sus pares se erigió el año pasado como el juez que deberá dictar sentencia.
Álvarez, Berli y Fratti se encuentran procesados desde hace ya una década (abril de 2006), bajo los cargos de “estrago culposo, agravado por la muerte de 18 personas”, cuando un tercio de la ciudad capital quedó bajo el agua.
Muertos por la inundación
El gobierno provincial anunció en un primer momento que los muertos por la inundación de abril de 2003 fueron 23 personas: Carlos Carpes, Angel Gramajo, Amalia Oliva, Dora Benitez, Julia Peirano, Juan Castillo, María Chamorro de Turín, Priscila Andino, Diego Galván, Leticia Pedulla de Villalba, Roque Zanutigh, Juan Balbuena, Omar Paolín, José Navarro, Roberto De Piano, Ricardo Puchol, Eden Campos de Curatolo, Hugo Galateo, Uriel Castillo, Domingo Cabral, Benigno Oscar Kratky, Delia Monzón y Juan Martínez.Tras una requisitoria de la Cámara de Diputados, casi seis meses después, el Gobierno reconoció que hubo cuatro muertes y la cifra de víctimas trepó a 27. Agregó a Jairo Maldonado, Rubén Gazziano, Lucía Bovino y Marino Pivato.La prensa pudo constatar varios casos más de gente que murió por enfermedad, un tiempo después, a consecuencia de la inundación: Luisa Ochoa, Raúl Ruscitti, Gregorio Vera y Nélida Sánchez. Es decir, un total de 31 muertos a causa directa o indirecta de la inundación. Mientras que la Asamblea de Derechos Humanos de Santa Fe registró 107 personas fallecidas debido a la inundación.