"Yo no te conozco, pero te quiero igual": cómo lo virtual resignificó la amistad en la postpandemia
Luciano Lutereau, psicoanalista y filósofo, considera que el confinamiento reformuló la idea de presencia. Y que la amistad se amplificó con las redes sociales y la virtualidad, más allá del contacto físico tradicional, como el abrazo. La sensibilidad sobre "lo entrañable" y una nueva socialidad.
La amistad, ese afecto íntimamente humano ahora se amplificó de la mano de la virtualidad. Crédito: Pablo Aguirre / Archivo El Litoral
¿Qué pasó con la amistad en la fase post pandémica? Luego de tantos meses de confinamiento, lejos de los amigos y con el único salvoconducto hacia el afuera que un celular de luz mortecina, ahora salen en una suerte de frenesí eufórico y en grupos esas personas que se quieren sin tener necesariamente lazos de consanguinidad. Se los ve en bares, en restaurantes, en boliches, volviendo a celebrar algo que por razones de fuerza mayor (la emergencia sanitaria) les fue vedado por interminables meses.
Entonces con la pandemia, ¿se resignificó el concepto de amistad entendida ésta como un noble afecto humano? ¿Los vínculos amistosos se potenciaron, acompañando en la tristeza y la angustia por ese "virus raro que amenazaba la humanidad", con un mensaje de "pese a todo, aquí estoy, aquí está tu amigo, tu amiga"?
Sí, pero aparece otro factor: "Con la pandemia se reformuló el concepto de presencia, que ahora incluye también a la virtualidad. La virtualidad ya no es una ausencia sino que es otro tipo de presencia", considera en diálogo con El Litoral Luciano Lutereau, filósofo, escritor e investigador.
Pero al mismo tiempo, las redes sociales empujaron a que la gente empiece a nombrar como "amigos o amigas" a personas a las que quizás nunca vio, con las que quizás nunca se compartió algo en el sentido físico del término, acaso sólo intereses en común, incluso también cuestiones identitarias relacionadas con cómo cada uno se autopresenta ante el otro en esa virtualidad.
Luciano Lutereau es psicoanalista, filósofo y docente. También colabora con El Litoral en sus columnas "Conversando con un Psicoanalista". Crédito: Archivo El Litoral
Lo entrañable
"En el consultorio escucho a pacientes que, a raíz de la progresiva liberalización de actividades sociales, el retorno a la presencialidad física, empezaron a encontrarse físicamente con otras personas con las que habían interactuado a través de alguna red social. Es otro fenómeno interesante, dice el reconocido escritor, y amplía su concepto.
"Noto una especie de cariño ('vos sos un amigo de Facebook o de Instagram, yo te sigo') y quizás no necesariamente esa interacción incluyó un diálogo, pero sí implicó ver las cosas que publica el otro, y de qué manera el otro se presenta en la red… Esto generó como cierto sentido de lo entrañable, algo así como: 'No te conozco pero te quiero, te sigo, me gusta lo que escribís y me siento identificado con vos'".
Esto no va en desmedro con el sentido tradicional de la amistad, que tiene relación con compartir lo íntimo, el secreto, la confesión, las tristezas y las alegrías, sino que expande esa dimensión humana: "Creo que se amplificó este sentido de la amistad para incluir estas otras experiencias proyectivas a través de la virtualidad. Hay algo de lo entrañable que opera en estas formas de vinculación", dice Lutereau.
Sentirse acompañados
Y toda esta amplificación se dio, claro, por el propio coletazo de la pandemia, con sus cuadros de tristeza y soledad en pleno confinamiento. Luego de eso, fue imperiosamente necesario empezar a reencontrar esos otros en los que proyectarnos. Ahí aparece una dimensión amplificada de compañía.
Lutereau pone ejemplo: "Los usuarios de Twitter generan comunidad. Alguien hace una pregunta en la red del pajarito azul y un montón de personas le responden, dándoles sus respuestas. Cada red tiene su especificidad. Hay una socialidad nueva en esto de sentirse acompañado, que no es sólo el uso de una pantalla del celular con fines de 'anestesiarse'" para, por ejemplo, evadir algún sentimiento negativo.
La euforia
-Ahora, con la liberalización de las actividades (en esta "nueva normalidad"), hay una especie de euforia social, donde todos quieren estar con todos y salir, "amontonarse", incluso con personas no conocidas. ¿Cómo se observa desde el psicoanálisis y la filosofía estos vínculos amistosos post pandémicos, y de qué manera esos lazos pueden volverse saludables y duraderos?
-Desde la filosofía y el psicoanálisis destacamos el lugar de la necesidad del otro. Lo que descubrimos con el repliegue pandémico fue que por más que nos retirásemos hacia lo más interno de cada uno, sin embargo la presencia del otro (presencial o virtual) es ineliminable. Es algo que no se puede eliminar. El otro es parte constitutiva de nuestra vida.
Y en este punto, así como las redes mostraron durante un tiempo toda una dimensión de hostilidad, de "haters" (odiadores), de reactividad, incluso de catarsis, creo que hay otra línea de las redes más vinculada con la creación de lazos, incluso para personas a las que les hubiera costado muchísimo generar vínculos por fuera de un mundo pandémico (por ejemplo, aquellas con fuertes inhibiciones o timidez) y que encontraron contención y compañía a través de la virtualidad.