Salomé Crespo
Tras el desalojo, el gobierno restauró las casas y las entregó a vecinos inscriptos en los registros de la Dirección de Vivienda. Hoy se observan progresos.
Salomé Crespo
screspo@ellitoral.com
Twitter: @salomecrespok
Una verdulería con un toldo coqueto y un cartel que aclara que “no se fía”. Una nena que tiende ropa en una soga floja, bajo el sol del mediodía. Y una maestra que sale a trabajar con un tranco rápido. Esas son algunas de las escenas que se suceden en el plan de viviendas de Santa Rita II, en el norte de la ciudad. Parece que, después de la tormentosa usurpación, todo es calma y voluntad de progresar.
Jesús Rojas le da a la pala con ganas para sacar un árbol que está rompiendo la vereda de su casa, una de calle Ex Combatientes de Malvinas. Efectivamente es su casa, la que esperó por años y que hoy ocupa con su esposa e hija. “Estoy feliz, fue la mejor forma de tener algo”, le dijo a El Litoral en un alto de su tarea. Del nuevo barrio dice que si bien cuenta con el servicio de transporte público y tiene una escuela cerca, está alejado del centro y en la última lluvia importante, se inundó. “Tuve 7 centímetros de agua adentro, por tres días no pudimos salir”, recordó.
El almacén de la cuadra es de Yamila Fernández. Al barrio llegó desde Yapeyú con su esposo y hoy tiene a Luz, su pequeña hija de meses. “Tener mi casa es lindo y es mucha responsabilidad. Nos ayudan mis suegros, mi mamá. El proyecto es agrandar la casa, cerrarla, ir para arriba, agrandar el negocio y muchos más”, dijo entusiasmada.
En calle C. Larguía al 9700 (la numeración es una estimación de los vecinos porque aún no fue determinada en el barrio) vive Anahí Mendieta. La joven madre de dos niños atiende una verdulería. “Antes no había verdulería, ahora hay más”, explicó.
Hace unos meses la inseguridad representó una seria preocupación para los vecinos del plan. “Entraban en las casas y sacaban lo que podían”, recordó Anahí.
Eso fue así hasta que los mismos vecinos organizaron grupos para patrullar y vigilar las viviendas del barrio.
“Eso mejoró. Mi esposo que es militar junto a otros vecinos militares que viven acá se organizaron para salir a recorrer el barrio y con eso se calmó”, explicó Anahí y aclaró que la vigilancia se hacía sin portar armas de fuego.
Pasado y futuro
Para Claudia Grillo y Silvia Casco, vecinas del plan de viviendas, el tiempo de la usurpación representa un mal recuerdo. Pero también la firme convicción del preponderante rol que tuvieron, al exigir públicamente que Santa Rita sea recuperado.
“El cambio fue rotundo. Antes no podíamos salir al patio porque se escuchaban tiros, veíamos como se corrían con las armas. El barrio estaba impresentable, era deprimente. Lo que vivimos con las casas usurpadas al lado fue terrible, no hay otra forma de describirlo”, afirmó Silvia.
A Claudia la reconforta saberse parte del cambio que atravesó el barrio. “Como vecinos reclamamos que las casas se desalojen y que recuperemos el modo de vida que teníamos: más seguros, con gente que tiene ganas de progresar. Ahora uno mira y decís ‘mirá cómo le puso una reja a la casa, un tapial, una planta’”, resaltó.
Después de la usurpación, es tiempo de reclamar mejoras y sobre todo, que aquellos que prometieron, cumplan. “Estamos esperando varias obras, necesitamos el gas. No tenemos ningún espacio cultural, no tenemos una plaza, un anfiteatro.
Hace un tiempo un candidato prometió el Parque Norte, que sería del Botánico para atrás. Sería bárbaro contar con eso, ahora ese lugar está usurpado. Eso te tira para abajo, pero vamos a seguir”, se comprometió Claudia.