Brillaron en los ‘90 y terminaron desplazados por las nuevas tecnologías. Fueron la salvación para muchos que necesitaron comunicar algo mientras estaban fuera de casa y no había otra opción. Pusieron de moda las fichas, cospeles y, más cercano en el tiempo, a las tarjetas. Los teléfonos públicos tienen las horas contadas y en poco tiempo desaparecerán del ecosistema urbano.
Los viejos tótems que fueron instalados en sectores claves de las principales ciudades del país, quedaron apartados del uso cotidiano cuando la telefonía celular se hizo accesible para las masas. Pese a una breve coexistencia entre ambos servicios, los pequeños aparatos sustituyeron a los grandes. Hablar inalámbricamente nunca fue tan sencillo.
Fue así que las cabinas telefónicas quedaron detenidas en el tiempo, en desuso y obsoletas. Muchas de ellas vandalizadas, un clásico de la inseguridad local. Otras, por su parte, resistieron al paso de los años y a duras penas funcionaban. De acuerdo a la averiguación que hizo El Litoral, estos centros de comunicación ya no estarán más en las veredas.
Desde la empresa Telecom indicaron a este medio que iniciaron un plan para remover de la vía pública los aparatos instalados en Santa Fe y Santo Tomé. En total, entre ambas ciudades del departamento La Capital, había 258 cabinas, de las cuales 211 ya fueron retiradas. Los restantes 47 serán sacados en las próximas semanas. “La idea es terminar para fines del mes de abril, siempre dependiendo de cuestiones climáticas”, remarcaron.
La ranura para introducir las monedas. Una de las modalidades de pago. Crédito: Pablo Aguirre.
Características
Según las especificaciones del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), los teléfonos públicos eran equipos de acceso público conectados a la red pública capaces de tasar en forma automática las llamadas, independientemente de quién sea el titular, permitiendo realizar o recibir llamadas telefónicas.
Estos aparatos fueron instalados en la vía pública y lugares cerrados de gran afluencia de público como por ejemplo hospitales, Centros Comerciales, aeropuertos, grandes avenidas. A través de ellos, se podía acceder al servicio de telefonía y realizar tanto llamadas locales como de larga distancia nacional e internacional. Estos teléfonos permitían distintas formas de pago, entre ellas tarjetas prepagas o pospagas, y monedas de curso legal de $0.05, $0.10, $0.25, $0.50 y $ 1.
Vandalizados. Los pocos aparatos que quedaron en la vía pública fueron pintados, destruidos o intervenidos. Crédito: Manuel Fabatía
Un poco de historia
En el último censo realizado en el país (2010), el Indec informó que en Argentina había un total de 164.832 aparatos en la vía pública. A partir de entonces, su cantidad disminuyó, lentamente en un principio y drásticamente en los últimos años. Sólo entre agosto y septiembre de 2012 desaparecieron 45.600 teléfonos públicos. La tendencia fue irreversible y hoy sólo “resisten” en pie algunos pocos.
En 1953 comenzaron a instalarse teléfonos públicos en las principales ciudades del país. A diferencia de otros países, en los cuales las llamadas en teléfonos públicos se efectuaban fácilmente depositando monedas, en los equipos públicos de ENTel se utilizaron fichas metálicas denominadas cospeles, los cuales debían ser adquiridos en kioscos.
De las viejas burbujas de Entel que explotaron a principios de los 80 (cuando solo una de cada tres casas de familia tenía línea telefónica) con la llegada de la empresa Telecom se modernizaron a las torres alargadas con predominio de grises y azules, colores insignias de la firma internacional.
Los teléfonos públicos fueron el "salvoconducto" para aquellos que necesitaban comunicar algo rápido mientras estaban en la calle. Crédito: Manuel Fabatía
Una idea en el Concejo
En diciembre de 2017 el concejal Juan José Saleme presentó un proyecto que exponía la problemática del abandono de las cabinas y cómo podrían ser foco de hechos de inseguridad.
En ese sentido, el edil del PJ propuso revalorizar esos aparatos y sumarle otros servicios para los vecinos como acceso a WiFi gratuito y energía para poder recargar baterías de diferentes aparatos de comunicación.
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