Martes 19.3.2019
/Última actualización 1:29
Lucas Gheco (31), santafesino, Doctor en Ciencias Arqueológicas, dice que las paredes no son silenciosas. Al contrario, pueden decir mucho y hasta demasiado. Es experto en pinturas rupestres, esas marcas enigmáticas que dejaron sociedades antiguas para comunicar algo, acaso para honrar a sus muertos o para rendir pleitesía a sus dioses. Las paredes pueden decir un estado de época que pasó hace mucho; y saber interpretar los mensajes en ellas lleva a entender esa parcela de pasado e incluso, comprender mejor el presente.
El joven es becario post doctoral en el Conicet/Catamarca, y en esa provincia trabaja desde hace años 10 años —junto a un grupo de colegas— en el análisis del arte rupestre del período prehispánico en la sierra de El Alto-Ancasti, donde hay unas 40 cuevas llenas de marcas del pasado. Su vasta experiencia en campo lo transportó a Egipto: en ese remoto país, estuvo casi un mes y medio analizando una tumba de 3.500 años de antigüedad, que perteneció a un tal Amenemhat y que fue escriba, supervisor de graneros y contador de panes durante el período faraónico.
El poderoso Tutmosis III gobernó Egipto desde 1479 (circa) hasta 1425 A.C. Y tenía un escriba, una suerte de contador. “Ahí entra Amenemhat, que fue algo así como un secretario de Finanzas”, bromea el arqueólogo en diálogo con El Litoral. Con todo esa mochila de saberes, Gheco llegó a Lúxor (antes Tebas, que es como una gran necrópolis del antiguo Egipto) el 13 de enero. Estuvo allí hasta el 28 de febrero. El equipo fue de 10 arqueólogos (4 de Argentina, entre ellos el santafesino, otros 4 de Brasil y dos de Egipto). Gheco enfocó su labor en la tumba del escriba.
La propuesta del trabajo en Lúxor surgió por la posibilidad de trasladar a esa tumba el modelo de análisis del arte rupestre aplicado en Catamarca. “Nos gustó mucho este desafío, porque era plantear otra mirada sobre la arqueología egipcia. A nuestra metodología de trabajo la fuimos mejorando de a poco: consideramos que muchas veces las pinturas que aparecen en una pared (sus diseños, tonos de color usados, etc.) pueden ser atribuidas a distintas etapas históricas, no a una exclusivamente”, define.
El arte rupestre registrado muestra (en su mayoría) figuras humanas acercándole ofrendas al difunto.El arte rupestre registrado muestra (en su mayoría) figuras humanas acercándole ofrendas al difunto.Foto:
La tumba de Amenemhat estaba libre, a nivel del suelo. Lo que hicieron los arqueólogos fue excavar un pozo de unos 5 metros de profundidad que daba al patio subterráneo de la tumba, para poder trabajar. ¿Qué se encontró en las paredes? “Los dibujos y jeroglíficos que encontramos y registramos tienen relación con el Libro de los Muertos. Los muros están decorados para asegurar la eficacia de la tumba en tanto lugar de morada eterna del muerto. Aparecen figuras humanas que van en procesión llevando ofrendas a Amenemhat: carne, pan, vino, perfumes, barcos y flechas... También aparecen Dioses egipcios dibujados. Está representado al muerto con su esposa”, narra Gheco.
Las marcas rupestres expresan una veneración. Eran formas culturales muy ligadas a la religión, y las ofrendas buscaban dar “garantías” de una vida eterna, quizás de trascendencia del hombre en su paso a un más allá. “La tumba era un dispositivo donde el hombre en vida ponía gran empeño. Se preocupaba mucho por su morada final. En el Antiguo Egipto no había una dicotomía entre vida y muerte, como la hay la concepción occidental. Para esa comunidad, la muerte era como una parte más de la vida terrenal”, agrega.
La tumba tiene un pasillo de unos 15 metros; al fondo hay una cámara con dos esculturas en tamaño real de Amenemhat y su esposa, abrazados. Y de ahí se desprenden otras cámaras de otras tumbas. En algunas hay sedimentos y mucha tierra, sectores semihundidos. Se encuentran vendas, cráneos, momias, pedazos de sarcófagos. “La dimensión de la antigüedad egipcia es impactante, tan grande que no se puede abarcar en su totalidad. Nunca se termina”, dice Gheco, admitiendo su fascinación.
Un santafesino fue a Egipto a descifrar los misterios de una tumba milenaria
El joven arqueólogo y sus colegas con los que trabajó fueron descubriendo algunos hallazgos en las figuras rupestres. Todo se registró (con fotos, filmaciones y anotaciones; no se les permitió tomar muestras). Esos registros en soporte digital y documentados fueron traídos a la Argentina y se analizarán en Catamarca y en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
“¿Qué detectamos? Varias cosas. Hay distintos momentos de intervenciones en el arte rupestre durante el período faraónico. A la tumba (de Amenemhat) no la terminaron: quizás éste murió antes. Y algunas paredes tienen otros diseños y técnicas de pintado. No sabemos si este hombre aún estaba vivo y se arrepintió del diseño de su propia tumba, o bien se murió, pasó el tiempo y volvieron a usar la tumba para otro fallecido”. También es probable que haya habido intervenciones previas al período faraónico. “Vimos jeroglíficos borrados a propósito. Están picados algunos nombres donde dice ‘Amenemhat’. Quizás porque se veneraba más a otra persona”.
Pero se identificó otro evento de jeroglíficos. “Es una refacción de la tumba (durante el período faraónico). Aquí pudimos ver otra serie de pinturas que parecen corresponder al período copto (donde aparecieron los primeros cristianos egipcios). Los romanos los perseguían, los coptos se refugiaron en esta tumba y la usaron como casas, probablemente entre los años 100 ó 200 D.C. El techo tiene hollín, por las fogatas que hacían”, cuenta Gheco.
El proyecto está en fase preliminar: los registros traídos será analizados. “Éstos nos darán aproximaciones a nuestras sospechas. La idea sería volver. Fue una experiencia muy importante en lo profesional. En Lúxor están los grandes templos y tumbas. La ciudad está partida en dos por el Nilo. Hay pequeños valles con las tumbas de los Nobles (donde estábamos nosotros), el de los Reyes, en otro, el de las Reinas”, relata el arqueólogo, y se deja llevar por la fascinación del pasado.
Otro de los elementos detectados es que la tumba de Amenemhat y muchas otras de toda la necrópolis de Tebas fueron utilizadas como casas por los qurnawis, una población que tiene al menos dos siglos habitando suelo egipcio. “Hay evidencias de la cultura qurnawi de hace apenas 15 años. Se encontró hollín de fogones y hasta estiércol de burro pegado en las paredes. En 2006, gran parte de esta comunidad fue desalojada por la fuerza por el gobierno egipcio”, relata el experto.
Entonces, uno de los objetivos del proyecto es rescatar las historias de la gente que vivió acá hace pocos años. “Es decir, cómo se vinculaban con los espacios de la tumba, cómo los interpretaban. Y también los procesos violentos de cómo algunas poblaciones fueron erradicadas por la fuerza. Hay un costado político en el proyecto, es decir, un enfoque decolonial. Nuestro interés es poder ver la historia de Egipto con otros ojos, no como potencia imperial y cultural”, añade Gheco.
El Dr. Lucas Gheco se recibió del nivel medio en la ciudad y luego fue a Catamarca para estudiar la Lic. en Arqueología. Terminó el Doctorado en Ciencias Arqueológicas en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Hoy es becario post doctoral del CITCA/Conicet/Catamarca, y docente del Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
Los directores del proyecto realizado en Egipto son Bernarda Marconetto (Conicet/UNC); y, por el lado de Brasil, José Pellini (Universidade Federal de Minas Gerais). Fue una misión conjunta entre investigadores de Argentina y Brasil, en cooperación con el Ministerio de Antigüedades egipcio.
Para Gheco, la disciplina arqueológica trata de conocer las sociedades pasadas a través de sus restos materiales. “Implica alcanzar la historia de grupos humanos que sólo podemos conocer a través de estos registros, que nos informan sobre qué hicieron, cómo vivieron, por qué hicieron determinadas cosas. El trabajo del arqueólogo es tratar de acceder a esas historias ocultas”.
“Y creo que sirve —agrega— para entender el presente. Hay en la arqueología un vínculo con la disciplina histórica o la antropología, una relación con la idea de Otredad cultural, es decir, la historia del otro. Esta disciplina nos da elementos para entender el presente desde una mirada diferente. Poder pensar el presente no sólo en términos de cómo fue una historia, sino también de cómo fue un ‘otro’ cultural que tenía una forma determinada de entender el mundo”, concluye.