La Time Warp, la fiesta electrónica de Costa Salguero en la que fallecieron cinco jóvenes, era una trampa mortal o una aproximación al mismísimo infierno: más de 20.000 personas encerradas en dos megagalpones con escasa ventilación, dificultades para acceder a medios de hidratación y un “servicio de drogas sintéticas”, a gusto del consumidor.
Matías (19), un joven santafesino estuvo en la primera noche (fatal) del evento internacional que tuvo su versión en Buenos Aires el pasado viernes 22. Habitué de ese tipo de fiestas, sobrevivió para contarlo y esto le dijo a El Litoral, con reserva de identidad.
—¿Concurrís habitualmente a fiestas electrónicas? ¿Se hacen este tipo de eventos en Santa Fe?
—Sí, voy. Pero es la primera vez que voy a una como la Time Warp. En Santa Fe hay una sola fiesta “grande” que se llama Boom. A veces se hace acá y otras en Paraná. La última fue el mes pasado en un boliche de la Ruta 168, duró 12 horas. Pero no llega a ser como las de Buenos Aires, que convocan a miles de personas.
— Luego de la investigación se supo que había unas 7.000 personas más de las permitidas en el lugar. ¿Cómo fue la fiesta por dentro?
—A nivel musical, estético y audiovisual, la fiesta fue excelente. Pero la organización no tuvo en cuenta muchas cosas. No sé si el lugar estuvo sobrevendido, pero creo que la capacidad no era para la cantidad de gente que ellos dijeron que había, no se podía circular, no había ventilación, sólo la puerta de entrada. El ambiente era una caldera, no se podía respirar. Nunca transpiré tanto en una noche, el calor era infernal. Había dos galpones habilitados: eran dos pistas diferentes y sólo dos puntos de ventas de agua, ubicados en un solo costado. Había que atravesar un mar de gente para llegar a comprar algo para tomar. Si eras petiso o no tenías mucha fuerza, era imposible llegar. Lo que es realmente una locura en una fiesta en la que se sabe que se consumen muchos estimulantes, porque los organizadores saben que eso es así. No es la primera vez que se mueren pibes en este tipo de fiestas. El año pasado ya pasó, pero nunca cinco.
—¿Pudiste ver a los chicos intoxicados?
—No, ni me enteré de lo que estaba pasando. A la salida de la fiesta vimos gente que pedía a los gritos un médico, nada más. Salí cuando terminó, a las 6.
—¿Te ofrecieron pastillas durante la fiesta?
—Sí. Se ofrecía a cualquiera. Me ofrecieron como mínimo tres veces, circulando entre la gente, o a mí particularmente, escuché: “Chicos ¿quieren pastis?” y cosas similares. Salían entre 150 y 300 pesos. Decir que ocurre en todas las fiestas es una generalización, pero no es una práctica anormal, eso sí lo puedo afirmar. Hay mucha gente que va a las fiestas a consumir drogas de diseño, pero tampoco se puede generalizar, porque también hay mucha más gente que va por la música.
—¿Viste algún control oficial en el ingreso?
—Sí, revisaban los atados de puchos, las billeteras.
—¿Estando en la fiesta tuviste miedo de que te pasara algo?
—No, pero cuando vi las condiciones en las que estábamos pensé en la manera de estar a salvo. Compré varios tickets de agua, porque las barras donde se retiraban las botellas estaban lejos de los puntos de venta. Además el agua estaba cortada en los baños, a los que también era imposible llegar. En esas fiestas, el consumo de agua hace la diferencia entre la vida y la muerte.
—¿En las fiestas electrónicas de Santa Fe se consiguen pastillas?
—Sí, pero no con la masividad y el descaro con que se ofrecían en la Time Warp. Acá hay que conocer quién las vende, porque no se ofrecen públicamente.