Santo Tomé: está en riesgo la cúpula del templo de la Inmaculada Concepción
La última tormenta desprendió una de las chapas que recubre el domo del emblemático edificio, el que fuera inaugurado hace casi ciento veintisiete años (el 4 de noviembre de 1894 para ser más precisos), por el obispo José María Gelabert. El prelado, que había ordenado su construcción, fue quien donó el terreno y el dinero para hacerlo.
Gentileza Chapa floja y desprendida de la cúpula del templo de la Inmaculada Concepción de Santo Tomé.
La fuerte tormenta acaecida en la ciudad de Santo Tomé días atrás, afectó la cúpula del histórico y emblemático templo de la Inmaculada Concepción y Santo Tomás de Aquino (inaugurado en 1894 por el obispo José María Gelabert), al desprender una de las chapas que lo recubren (está a punto de caerse) y aflojar algunas otras más. Atento a ello, la comisión que trabaja para restaurar el templo, la que viene desarrollando distintas tareas sobre este edificio desde hace muchos años, tiene previsto comenzar con la reparación del daño producido.
El Litoral pudo dialogar sobre este tema con uno de los miembros de dicha comisión, el arquitecto Ricardo Méndez, quien confirmó que uno de los gajos de la cúpula se desprendió en parte, a causa del viento, y "está pendiente de un tornillo". Méndez manifestó que la idea del grupo es analizar la situación, para revisar bien en qué estado está la cubierta, por qué se soltó y cuál es el procedimiento adecuado para restaurarla.
Según su explicación, la estructura de la cúpula (coronada originalmente con un cupulín ciego), fue construida con ladrillos huecos, luego revocados y tapados. Al principio su exterior era de mosaicos celestes, pero una serie de filtraciones causadas por las lluvias motivaron en su momento la decisión de ponerle las chapas que aún hoy la recubren. Es decir, se prefirió no remover el material original y colocarlo de vuelta, sino cubrirlo con un enchapado, dividido en gajos.
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"Debe mantenerse constantemente"
Después de cubrirla con las chapas, a la cúpula se le construyó un lucernario (para proporcionar luz y ventilación), que reemplazó al cupulín ciego. Sobre dicho lucernario no consta ninguna información, por lo que no se sabe quién lo hizo, ni cuándo. De acuerdo a lo aclarado por Méndez, esa construcción, que es de hormigón armado y no estaba prevista en el proyecto original del templo (perteneciente a Juan Bautista Arnaldi), impone a la cúpula un peso que antes no tenía, generándole un problema estructural.
Por eso aparecieron rajaduras que, si bien fueron reparadas hace veinte años por la comisión pro-restauración, ahora surgieron nuevamente. No hay que olvidar que el edificio del templo tiene casi ciento treinta años, mientras que el lucernario habría sido construido entre fines de la década de 1930, o en la de 1940.
La intención de la comisión es seguir recaudando fondos para hacer las refacciones que hagan falta en todo el templo. De allí, como resaltó Méndez, la necesidad de convocar a los vecinos y concientizarlos sobre los problemas que tiene este edificio largamente centenario, parte muy importante del patrimonio cultural de la ciudad.
"Los edificios deben mantenerse constantemente", dijo. Por eso, si bien en el corto plazo la idea es solucionar el problema de las chapas, después será necesario seguir con las otras dificultades que presenta (como revoques en mal estado, humedades), cosas que se realizaron hace algunos años pero que no pudieron mantenerse y ya hay que volver a hacer.
La obra de un especialista
El 26 de agosto de 1887, el entonces obispo de Paraná, José María Gelabert y Crespo, reconoció canónicamente a la comunidad católica de la parroquia de la Inmaculada Concepción, poniéndola bajo la tutoría de la virgen y el patronazgo de uno de los doctores de la iglesia cristiana, Santo Tomás de Aquino (de allí el nombre completo del templo). Este último será oficialmente reconocido como santo patrono de la ciudad el 7 de marzo de 1897.
Gelabert nació en Santa Fe el 19 de marzo de 1820 y falleció en Paraná el 23 de noviembre de 1897. Su diócesis abarcaba por aquel entonces las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes (se había hecho cargo de la misma el 27 de marzo de 1865). Tenía una casa en Santo Tomé (donde se quedaría a vivir una vez retirado de la acción pastoral activa), en la zona de la plaza Libertad, prácticamente en la esquina que forman la calle que ahora lleva su nombre y Centenario. Él fue quien donó el terreno (adyacente a su vivienda) y el dinero para hacer el imponente edificio parroquial.
Gelabert le encargó la construcción al reconocido arquitecto italiano Juan Bautista Arnaldi, al que ya había encomendado la edificación de la catedral de Paraná. Fue tal la especialización de Arnaldi en construcciones religiosas, que a lo largo de su prolífica trayectoria profesional diseñó un total de 29 proyectos de esta índole (entre capillas, iglesias parroquiales y catedrales, concretadas o no), entre ellos los de Gualeguaychú y La Rioja, así como también los de Santo Domingo y Nuestra Señora de Guadalupe en Santa Fe.
Arnaldi proyectó, además, las parroquias de los colegios Adoratrices y del Huerto, de la capital provincial, así como los portales de la iglesia del Carmen (ubicada en La Rioja y San Martín) y el de la catedral de Rosario. A él también le pertenece el proyecto final inconcluso de la catedral de Santa Fe, el de 1896. Para la mayoría de sus catedrales empleó la planta basilical de tres naves de forma mixta, excepto para la de La Rioja, que es de una sola nave.