Redacción El Litoral
Un grupo de hombres (dirigentes scouts) y mujeres (dirigentes guías) realiza desde 2008 un fuerte trabajo de contención e integración con niños y adolescentes en uno de los barrios más postergados de la ciudad. Parten del método del escoutismo y guidismo, enseñando buenas conductas, cuidados básicos y la cultura del trabajo comunitario.
Redacción El Litoral
En barrio Las Lomas, noroeste de la ciudad, no pasan líneas de colectivos. Hay un solo dispensario que queda lejos y a veces no da abasto. Las calles no tienen nombre, son pasajes numerados. La pobreza pega fuerte, y el sentido de supervivencia lleva a la changa por unos pocos pesos. Hay inseguridad y enfrentamientos armados entre bandas en otro barrio, que está muy cerca.
Allí, en ese contexto social dramático, trabaja un grupo de 10 dirigentes scouts (varones) y guías (mujeres). ¿Cómo? De la mano de la educación no formal, que pretende transformar positivamente mentalidades desde la edad infantil hasta la adolescencia. Ese cambio positivo apunta a las buenas conductas, la convivencia, la ayuda al prójimo, entre muchos otros valores. El centro de encuentro es la capilla Nuestra Sra. del Rosario del Salado.
El escoutismo (o escultismo) y el guidismo son dos movimientos hermanos, nacen a principios del siglo XX y se expanden desde Inglaterra (quién no recuerda la imagen cinematográfica de los boy scouts británicos o yanquis) a decenas de países del mundo. Ambas corrientes confluyen en un “método”, que apunta a trabajar en las distintas dimensiones vitales de los niños/as y adolescentes: lo físico, lo psicosocial, lo afectivo y, sobre todo, lo espiritual.
Ese método propende a explorar y explotar al máximo todas estas dimensiones, y dar a chicos/as y adolescentes la oportunidad de que aprendan. Que aprendan buenas conductas, el sentido de ayudar al otro y el discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal. La idea: reinsertar a esas nuevas generaciones excluidas en la sociedad.
“Nuestro objetivo central es que los chicos y las chicas sean agentes del cambio transformador del barrio. Esto debe empezar ‘por casa’: ellos mismos deben cambiar. Y en eso trabajamos. Esto implica todo un proceso en el tiempo que debemos sostener”, coincidieron en diálogo con El Litoral Elizabet Redigonda, Pablo Forischi, Ana Córdoba y Gabriela Perrenoud, “dirigentes” —así se denominan— de scouts y guías.
Las dirigentes guías dependen de la Asociación Guías Argentinas, que a su vez pertenece a la Asociación Mundial de Guías y Scouts. Los dirigentes scouts dependen de Scouts de Argentina Asociación Civil. En Las Lomas son 10 dirigentes (cinco scouts y cinco guías), que trabajan con unos 40 niños, niñas y adolescentes. También integran a las familias.
El inicio
“En 2008 incursionamos en el barrio con motivo de la misión arquidiocesana. Nos insertamos, vimos la realidad, que era muy dura y lo sigue siendo: debimos empezar desde cero. No había ejemplos desde donde partir: había muchas inconductas, no había reglas de convivencia preestablecidas entre los chicos”, cuentan los referentes locales.
Lo primero que detectaron fue que niños, niñas y adolescentes estaban siempre en la calle, dando vueltas. Entonces, había que reunirlos. El lugar físico, de reunión y encuentro social —y donde hoy se dan charlas y clases— fue la capilla. “El cambio más evidente es que los chicos empezaron a ir a ese punto de encuentro. Dejaron de estar en la calle”, contó Forischi.
Los logros
Y desde aquel entonces los resultados obtenidos fueron, entre muchos otros, que los chicos hagan cosas sin esperar una recompensa. “Veíamos que antes iban a la parroquia porque se les daba masitas, comida, etc. Ese cambio se vio cuando los chicos y adolescentes empezaban a ir sin esperar nada a cambio, sino por la voluntad de integrarse a un grupo, de compartir valores positivos: se generaba un sentido de pertenencia”.
También, el inculcar la actitud de dar sin recibir nada a cambio: “Respecto de las chicas, ellas empezaban a ver que en el barrio las cosas no están bien. Y a preguntarse qué podían dar por su lugar, cosas simples como pintar una pared o ayudar a una vecina, por ejemplo”, relató Córdoba.
Cuestiones sencillas, como mejorar las conductas respecto del prójimo. Y reducir la violencia entre ellos: los problemas interpersonales eran muy comunes, de todos los días. El aseo personal en los chicos era otro hábito que se fue cambiando para bien: “El hecho de no tener muchas posesiones materiales, como la ropa, no implicaba que fueran sucios o desprolijos a la parroquia, por ejemplo. Empezaron a ser más cuidadosos con su higiene”.
Las chicas y su femeneidad fue otro de los temas tratados. “Se desplegó en un programa que abordó sobre los problemas de género y, principalmente, el respeto por la mujer. Ahí se integraron las familias. También se trató la violencia doméstica”, comentó Redigonda. Siempre en la instalación física de la capilla.
Trabajo en territorio
En la capilla se dan charlas comunitarias sobre todos esos valores positivos, mediante reflexiones puestas en común sobre un determinado tema. También se hacen juegos de aprendizaje y otras actividades donde los chicos deben participar e ir incorporando el respeto por las reglas y normas (respeto al otro, compañerismo, convivencia, tolerancia, etc.).
También se coordina actividades al aire libre y campamentos (ver aparte). “Pero todo traspasado por la espiritualidad. No necesariamente se trabaja únicamente con quienes profesan el catolicismo: en el barrio hay evangelistas, por ejemplo”, explicó Perrenoud.
Los objetivos del grupo son ampliar las actividades y crecer tanto en el grupo como en el alcance hacia la comunidad. “Insertarnos más en el barrio, incorporar más voluntarios y llegar con este movimiento a todo el barrio, que es muy grande. Dar a conocer el método más allá del entorno de la capilla. Y que salgan dirigentes del movimiento”, resaltó Córdoba.
En este sentido, el método prevé formar dirigentes que hoy son scouts o guías, con la idea de que sigan el movimiento. “Se empieza a los 7 años, se termina a los 20 y los chicos y chicas pueden convertirse en dirigentes. Y aquí aparece la etapa de devolver lo recibido a los otros”, explicaron los dirigentes.
En la ciudad hay una decena de grupos de scouts. En las parroquias María Auxiliadora, San Pablo, Santa Teresita, en Luján, en Monseñor Zaspe y en Santa Rosa de Lima. De guías hay dos grupos en la ciudad de Santa Fe, dos en Paraná y otros dos en Rafaela.
Campamentos, o “salir al mundo”
El campamento se hace una vez por año al menos, y cuando se reúnen los fondos. Para autofinanciarse se hacen rifas, ventas de pastelitos y otras actividades. El campamento es otro recurso del método. Los varones hacen por separado el suyo del de las chicas. “Los llevamos en una quinta con un pequeño bosquecito. Los pibes en el campamento son ellos mismos: tienen una conducta diferente, cantan y juegan”, relató Forischi.
También hacen las “patrullas” —esta estrategia es un equipo donde uno de sus integrantes conduce a todos los demás, y tiene una responsabilidad definida con respecto al bienestar general de su patrulla—. “Salir del barrio y darse cuenta de que hay otro mundo por fuera del barrio es increíble para ellos”.
Inauguración
Desde la parroquia se les cedió al grupo un espacio donde construir una sede propia. Se consiguieron recursos para comprar materiales. Dos años y medio llevó levantar paredes, y al trabajo lo hicieron los propios scouts y guías ayudados por sus dirigentes. “Así se apuntaló la cultura del trabajo en ellos”, coincidieron los referentes.
La sede guía-scouts se usará como depósito y para los encuentros se inaugura hoy.
>>> Contactos: vía Facebook: Grupo Scout de La Loma / Comunidad Guía Ntra. Sra del Rosario del Salado.
El símbolo del uniforme scout
El uniforme (la camisa con un color característico, el logo y el pañuelo como sello distintivo) es el símbolo de una promesa hecha. “Es scout quien toma esa promesa: la puede hacer ante Dios, la patria o la familia. La promesa es ayudar al prójimo en cualquier circunstancia y revisar siempre ‘la ley’”. La ley del escoutismo y guidismo son valores positivos, como ser honesto, ser alguien de confianza, cuidar la naturaleza, etc.
“El símbolo permite el sentido de que los chicos y las chicas son iguales y pertenecen a una hermandad mundial. Por ejemplo, si uno de los chicos/as se manda una ‘macana’, los responsables son todos. Esto los iguala y les da una autoestima de respetar las reglas, respetar a los otros”, coincidieron.