Sábado 8.8.2020
/Última actualización 7:38
El 21 de marzo fue tapa del suplemento Nosotros de El Litoral: allí Abril Massimini contaba su pasión por el tatuaje, anunciaba que iba a empezar a viajar a Buenos Aires para trabajar en otro estudio e imaginaba la conclusión de una beca otorgada por el Fondo Nacional de las Artes que -con el inicio del otoño- la llevaría a montar una muestra a la ciudad de Resistencia, luego de una formación de todo un año. Un día antes de aquella entrevista había comenzado a regir el aislamiento social, obligatorio y preventivo en el país a raíz del avance de la pandemia por Covid-19 y, lo que pareció limitarse a un par de semanas se extendió, se volvió a extender y se prolongó una vez más, hasta sumar meses.
Recién hace unas tres semanas que volvió a hacer tatuajes. Pero entre un momento y otro pasaron muchas cosas y la joven santafesina, egresada de la Escuela de Artes Visuales Juan Mantovani aprendió, de golpe y en medio del vértigo y la incertidumbre de la pandemia, qué era eso de reinventarse.
"Las tatuadoras y tatuadores tenemos un contacto directo con la persona que viene al estudio, por más que seguimos nuestros propios protocolos de higiene y seguridad y usamos guantes; ahora sumamos barbijos y una rutina de limpieza más compleja que la anterior", cuenta. La suya es una de las actividades que más tarde se habilitó y ella, a su vez, esperó un poco más para regresar a su estudio, Abril Emme, hasta estar convencida de que toda prevención sería suficiente.
Para ello, se diseñó su propio equipo de protección personal y se armó un protocolo propio, con lenguaje inclusivo y en base a normas provinciales y municipales, recomendaciones de Odontología y pautas internacionales; de España, por ejemplo, que opera como una suerte de espejo en la evolución de la pandemia.
Pero eso es ahora. Con la cuarentena, no sólo el tatuaje quedó en suspenso; los viajes a Buenos Aires también y aquella muestra que se iba a inaugurar en abril en la capital de Chaco para recorrer luego otras provincias y Santa Fe, pasó a mayo y ahora ya se imagina para fin de año. Con suerte.
Y llegaron los barbijos. "Además de hacer tatuajes y de ser artista visual tengo una línea de accesorios, sabía algo de costura y tenía los materiales. Y como no podíamos salir me puse a diseñar cubrebocas y protectores faciales en plástico cristal y lona vinílica. En principio los hice para mí, me saqué algunas fotos, las subí a Instagram y me los empezaron a pedir".
No sólo eso: "Me contacté con una galería virtual que se llama Tienda Flama, a cargo de Florencia Olmos y Juan Curto, y llevé algunas obras que empezamos a vender". "Fue ver cada espacio disponible y hacer circular mi trabajo, no sólo como tatuadora que es mi sostén económico y el de mi hija", cuenta ahora, más tranquila pero con huellas en su discurso de una zozobra compartida por tantos y tantas.
Lo que sí quedó en claro en medio de la pandemia fue el rol que tuvieron las redes sociales. "La virtualidad es una herramienta que, si sabemos utilizar bien y de manera consciente, nos permite generar una sustentabilidad económica importante". Lo dice ella que, sin salir de su casa, se puso a fabricar elementos de prevención que en ese momento eran escasos, y los promocionó y comercializó por Instagram con su propia imagen.
-Si tuvieses que hacer un balance de este período tan extraño y no sólo en materia económica, ¿lo pondrías en la columna de "ganancia" o de "pérdida"?
-Creo que tiene un lado positivo y otro negativo. Hay que asumir que las cosas ya no van a ser como antes; a algunas personas nos ha costado más, a otras tal vez les ha costado menos, pero a todas les ha costado. Por otro lado fue como tocar fondo y decir "de acá lo único que queda es ir para arriba". Hubo que reinventarse, repensarse.
Hay mucha incertidumbre y pensar a corto plazo y de forma positiva me ayudó a no "paranoiquear" ni hacer grandes planes. Me decía a mí misma: "¿Qué es lo más seguro? Pensar a una o dos semanas; bueno, entonces vamos a pensar para ese plazo". Es un desafío, pero si lo vemos de forma positiva, o no tan negativa, puede ser sumamente enriquecedor.