Los ovillos de lana, las agujas, la técnica del crochet, los telares, los bordados. Y las manos, tejiendo pacientemente cada punto -pues la paciencia es un atributo en peligro de extinción-, más la mirada clavada en la precisión del movimiento, lo terapéutico del oficio. Y esa bufanda, ese pullover o ese escarpín para el recién nacido que se tejió es el punto de partida: ahora, a seguir.
El viejo oficio de las tejedoras se reactualizó gracias a un evento realizado en la explanada del Concejo de Santa Fe. ¿Por qué le devolvió la condición de actual y presente? Porque quién no recuerda a una abuela o a una madre, bajo la sombra de un parral, tejiendo las prendas ante la llegada del frío para sus hijos o nietos. Es lo que se llama transferencia generacional.
El tejido crochet, con la aguja “ganchillo”. Crédito: Archivo El Litoral
Y esa feria además tuvo el valor agregado de que, además, se dedicó a pensar en otros: “Tejiendo Solidaridad. Homenaje a una tradición ancestral” reunió a esas personas que se dedican a tejer desde hace años. Lo que se produjo, será donado a dos entidades de bien público. Hubo enseñanza del oficio y música en vivo, además de los mates compartidos fraternalmente.
Plan Anual
“Desde que presentamos el Plan Anual de la Presidencia, organizamos diversas actividades. Ya tuvimos varios foros, y ahora fue el turno de esta feria social, cultural y solidaria”, declaró a la prensa la presidenta del Concejo, Adriana “Chuchi” Molina.
“Hay mucha gente que ve en el tejido una buena salida laboral. Muchas mujeres sostuvieron y sostienen sus hogares gracias a esta práctica ancestral que se hereda de la abuela a la hija, de la tía a la sobrina. Esto no es más que un homenaje a nuestras tejedoras”, apuntó la edila Silvina Cian (Interbloque “Unidos…”), impulsora de la iniciativa.
La historia de “Chiki”
Asunción “Chiki” Aseguin tiene 70 años, y hace 50 que es tejedora. ¿Cómo empezó? Ocurrió que allá lejos y hace tiempo, el diario El Litoral permitía publicitar avisos de forma gratuita para quienes ofrecieran oficios tales como tejedoras, costurera o modista, pintura, entre muchos otros. Y “Chiki” puso su aviso: esa fue quizás su primera experiencia laboral.
“Recuerdo que eran los días martes. El Litoral daba gratis los clasificados para quienes estábamos haciendo oficios de aquel tiempo. ¡Mejor publicidad que esa nunca tuve! Le tengo un gran cariño al diario por eso”, recuerda con afecto y agradecimiento “Chiki” Aseguin.
Su madre tejía y claro, le enseñó. Fueron sus primeras armas, ya de niña. Con dos agujas y al crochet. Hoy tiene un microemprendimiento que para ella es una salida laboral. También da clases de tejido y se forma permanentemente en nuevas técnicas. Va a cursos en Buenos Aires y otras ciudades.
Algunos de los productos que se presentaron en el evento: los ovillos de lana y un par de escarpines. Crédito: Gentileza Concejo
“Sinceramente nunca pensé que el tejido podría ser un ingreso económico hoy para mí y mi marido. Porque está muy de moda el tejido artesanal. Sobre todo por los costos elevados de los productos industrializados”, pone en contexto.
“Terapéutico”
“Mirá, para mí tejer es terapéutico”, confiesa Aseguin. Además, ese sentido terapéutico, de calma espiritual gracias a la creación manual, se vuelve un acto social. Es que tiene su taller donde da clases de tejido, y allí van personas de todas las edades, incluso varones (aunque el acto de tejer pareciera ser algo “exclusivamente femenino”). Se forma un ida y vuelta tanto para quien aprende como para quien enseña.
“Se armó un grupo de amigos, te diría. No perdemos la oportunidad de festejar los cumpleaños. Compartimos vivencias, lo bueno y lo malo. A veces salimos a compartir una cervecita, y mientras hablamos y aprendemos de tejido”, cuenta “Chiki”. Entonces, alrededor de la práctica del tejido, se forma una comunión de personas.
Muñecos y gorros de lana, también presentados en la explanada del Concejo. Todo será donado a dos instituciones benéficas. Crédito: Gentileza Concejo
Y como está todo tan caro, el “team Chiki” hace las prendas de lana para los hijos, los nietos, los bebés, los sobrinos. “Así ahorramos, porque los precios en las tiendas de ropa están por las nubes. Además, las cosas que, por ejemplo, se realizaron en el evento del Concejo, se donarán. Hay gente que las necesita”, cuenta la tejedora.
Las técnicas
A través de los años, Aseguin se dedicó a aprender diversas técnicas de tejido. “Yo no me puedo quedar quieta, me voy a Buenos Aires a hacer cursos. Así aprendí, por ejemplo, el bordado en piedra, tapices en telares… De todo”, cuenta la mujer.
-¿Cuáles son las claves para un buen tejido? ¿Paciencia, precisión, cálculo, por ejemplo, independientemente de la prenda que se esté tejiendo?, consultó El Litoral a “Chiki” Aseguin.
-Todo eso, pero además capacitarse siempre. Aprender más y más. No conformarse con lo que se sabe. Siempre hay alguien que te puede dar una enseñanza. Es algo que debe buscarse de forma permanente. Otras claves: la prolijidad, la limpieza, la presentación final.