El trauma de dos menores en el círculo vicioso de las drogas
Tener un hijo adicto: la lucha a brazo partido de dos madres
Hoy los chicos se recuperan en un centro de rehabilitación de Buenos Aires. Sus mamás cuentan el traumático proceso que pasaron, sus angustias, pero también la esperanza que las empuja hacia adelante. Cuestionan que en Santa Fe no haya un lugar de tratamiento integral para la asistencia por consumos problemáticos.
Tener un hijo adicto: la lucha a brazo partido de dos madres
Dos madres santafesinas y dos relatos conmovedores: ambas tienen hijos adictos a las drogas. Hablan desde el dolor de un proceso traumático vivido en carne propia. Las primeras internaciones, las puertas golpeadas que nunca atendieron a sus pedidos de ayuda; el alcohol mezclado con pastillas, la marihuana, la maldita cocaína. Las angustias, las ausencias paternas, el miedo a perderlos. Y ahora, una luz esperanzadora: los chicos se encuentran internados en un hospital de rehabilitación en Buenos Aires, y están saliendo adelante.
Para acceder a las entrevistas, las dos mujeres pidieron a El Litoral una estricta reserva de sus nombres y de los de sus hijos, que son menores (los dos de 16 años). Comenzaron la lucha por salvarlos de esa enfermedad que se llama adicción hace unos años, cuando se enteraron de que ellos habían empezado a consumir alcohol y estupefacientes. El camino inicial fue el más sinuoso, porque aquí en la ciudad y en la provincia no encontraban un lugar apropiado que traten la adicción de sus hijos.
La primera madre relata su peregrinar en la búsqueda de alguien que salvara a su hijo adicto. “Agotamos todas las instancias en Santa Fe. Fueron tres años aquí por distintos lugares con internaciones a puertas abiertas, y el caso de mi hijo ya era agravado: consumía marihuana, pastillas, también sé que le compartieron cocaína y tomó. Me pedían que lo derivara una semana a un psicólogo, la otra semana a un asistente social, y así”. El chico hace un año que está en ese centro de rehabilitación bonaerense.
Este tratamiento que ahora realiza depende de su evolución, y es de tres años. “Él hasta ahora va bien por suerte; incluso debo viajar para charlas terapéuticas una vez por mes. Nos enseñan muchas cosas: por ejemplo, cómo recomponer el vínculo, qué palabras usar ante determinadas reacciones, y nos preparan en cómo actuar ante una eventual recaída”. Lo visita una vez por mes. “El primer mes (de separación), tras tener que dejarlo en Buenos Aires, fue el más doloroso. Pero después de ver sus avances, de verlo estudiar y volviendo a jugar, fui quedándome más tranquila”, se esperanza.
Vivir la lucha constante para que un hijo salga del círculo enfermizo de la adicción es una situación muy difícil. “No se llega a esta instancia necesariamente por ser mala madre. Yo no la he sido. Me considero alguien que está haciendo todo lo posible por rescatar a mi hijo”, relata la mujer. Hubo otros factores desencadenantes que lo llevaron a consumir, como una ausencia paterna y un entorno social tóxico.
Porro con cocaína
“Mi hijo empezó a los 12 años con problemas de conducta. Luego, me enteré de que estaba consumiendo drogas. Todo se fue agravando. Hasta que un día él tuvo un consumo excesivo de alcohol y pastillas, y un ‘porro’ con cocaína (conocido como ‘nevado’). Esa noche terminó detenido, porque había salido a robar. Tenía 13. Luego de sacarlo lo llevé al hospital de niños, donde nos atendieron y nos ayudaron. Allí quedó una semana internado, con un programa de desintoxicación”, cuenta su historia la otra mamá entrevistada.
Pero ése fue el inicio de un largo periplo de marchas y contramarchas. La mamá, sin trabajo ni obra social, logró una internación ambulatoria en una institución local. “Si bien en esa entidad lo atendieron muy bien, al ser el tratamiento ambulatorio, cuando volvía a casa consumía todo lo que no había consumido en el día. Caía en estados depresivos, donde buscaba autoflagelarse, se lastimaba”, relata la madre.
El chico tuvo un consumo excesivo de pastillas. Fue un episodio muy preocupante. Se lo derivó a una ciudad del centro-oeste provincial. Allí recibió un tratamiento de puertas abiertas, y estuvo cuatro meses. “Hasta que me llamaron para decirme que ya no lo podían tener más. Se dañaba a sí mismo. La cosa empeoró, y un día me dijo: “Mami, ¿vos querés que yo me cure? Sacame de acá’. Lo traje conmigo”, narra con dolor la mujer.
La “junta”
Otra vez aquí en el barrio, volvió a la “junta”. “Los amigos en la esquina consumían droga, y él siguió consumiendo. ¿Cómo yo lo iba a poder sacar de la adicción? Siempre había alguno que le ‘picoteaba’ la cabeza para que tomara droga”. La situación de adicción se había agravado. “Era violento cuando volvía a casa, rompía cosas, un día me levantó la mano. Desde el Hospital de Niños nos ayudaron para acordar la internación en ese centro de Buenos Aires”.
Hoy, el chico tiene 16. Hace un año y medio que está internado. “Ahora volvió a decirme que me quiere, que me extraña, que ya puede salir. La rehabilitación va bien. Es lenta, pero él va saliendo. Yo también tuvo que hacer tratamiento con una psicóloga que asiste a padres y madres con chicos adictos”.
“En ese lugar de rehabilitación (de Buenos Aires) nos enseñan cómo aceptar que tenemos un hijo enfermo por su adicción, y nos dan herramientas para ayudarlos. Hay operadores terapéuticos que nos dicen hasta cómo hablarles para que no se sientan mal. Nos preparan para ayudar a nuestros hijos. Como la mujer sigue sin trabajo, hace tres meses que no viaja a Buenos Aires. Pero está en contacto con él por teléfono: habla una vez al día.
Ella admite que la situación vivida por la adición con su hijo cambió toda su vida. “Yo no lo crié para que caiga en la droga. Pero en algo me habré equivocado. Al principio estuve muy mal, en un estado depresivo. Después, con el tiempo que pasó y las cosas que fui aprendiendo, celebro que él esté vivo y recuperándose. Celebro cuando veo un pequeño logro en su recuperación, porque pienso que es un día de vida más que él tiene. Porque si seguía aquí y así, quizás ya no lo tendría con vida”.
Un mensaje para otros padres
El mensaje para otros padres que están pasando por la situación de tener un hijo o hija adicta fue coincidente entre las dos mujeres entrevistadas. “Les decimos que sigan, que no se cansen de golpear puertas. Que no se den por vencidos. Nos hemos cansado de escuchar decirnos que no podían hacer nada por nuestros hijos. Y cuando pensábamos que no podíamos más, seguíamos”, relata una de ellas. “La adicción es una enfermedad que puede llevar a la muerte. Hay que luchar”.
Una crítica y un agradecimiento
“Hay instituciones en Santa Fe que no trabajan acorde sobre los tratamientos para chicos adictos”, cuestionó una de las madres. “Para la internación a puertas abiertas, yo debía firmar un talonario de 15 carillas donde decía: ‘Tu hijo cuenta con doctor, psiquiatra, psicólogo’. Pero a la semana, me llamaban: ‘Vení a buscarlo porque no podemos hacer más nada, no lo podemos tener’, me decían”, narra. Ambas valoraron el apoyo del Hospital de Niños, “desde donde nos asistieron hasta donde pudieron y lo mejor que pudieron”.
Agradecieron a quienes están a cargo del nosocomio y a los enfermeros, “que no están capacitados en la temática adicciones pero en las internaciones acompañaron muy bien a nuestros hijos y a otros pibes que la están pasando mal”.