Las vacaciones soñadas, a bordo de un velero por el río Paraná
Una joven familia con dos niñas soltó amarras en Rosario y viaja por el majestuoso río durante esta temporada de vacaciones. Arribaron al Puerto de Santa Fe. Una alternativa llena de naturaleza y encanto. Un tiempo compartido de calidad.
Familia. Natalia, Juan, Malena y Regina; los tripulantes del velero Torroba, que arribó a Santa Fe./Crédito: Mauricio Garín.
Con las primeras luces del día, Juan La Bianca asoma su sonrisa desde el interior del barco y dice: "Bienvenidos". Junto a Natalia Cecotti, su compañera, y sus dos pequeñas hijas, Malena (6) y Regina (4), están amarrados desde el viernes pasado a bordo del velero "Torroba" (Victory 34) en el club Marinas Puerto Santa Fe. Llegaron a la ciudad por el río Paraná tras pernoctar varias noches en el paisaje de las islas. Vienen viajando río arriba desde Rosario, a donde tienen su amarra permanente en el Club de Velas. Y decidieron llegar a "la ciudad de Garay" impulsados por el viento, lejos del bullicio y de las salas de cine atestadas de gente. Quieren disfrutar de unas vacaciones de invierno diferentes. Viven un sueño. Uno más.
La familia La Bianca siempre elige como primera alternativa este tipo de aventuras. Hace varios años atrás Juan navegó a remo hasta Río de Janeiro, han navegado a bordo del Torroba hasta las costas de Uruguay y de Brasil, y siempre quieren ir por más. Hasta cuando están en tierra, en la rutina de la ciudad, ocupados en sus labores, tienen la mente puesta en una nueva travesía. Así nació esta idea de viajar a vela hasta Santa Fe durante las vacaciones de invierno.
Navegantes. Los La Bianca zarparon este martes rumbo al Parque Nacional Islas de Santa Fe, a la altura de Diamante. Todavía les quedan varios días para disfrutar a bordo. Crédito: Mauricio Garín.
Proa a Santa Fe
"Empezamos a proyectar esta travesía cuando empezó a crecer el río Paraná", cuenta Natalia, mientras les prepara unas tostadas para el desayuno a su hijas. La familia a bordo pronto zarpará nuevamente. Pero antes se toman unos minutos para conversar con El Litoral. "Es que pasó más de un año sin que podamos navegar, por la bajante", menciona esta mujer que se dedica a la instrucción de canotaje en Rosario. "Justo coincidieron las vacaciones con la subida del río y con que habíamos terminado de realizarle arreglos al barco en el baradero (en tierra). Así que dijimos: ¡A navegar de nuevo!".
"Hacía un año y medio que no estábamos a bordo", apunta Juan. "El único que subía era yo, que iba a laburar en los arreglos. Nos temblaba el pulso. Nos comía la ansiedad. Pensá que el barco es nuestro segundo hogar. Los fines de semana los pasamos a bordo, en la isla, en el club o donde nos encuentre. Y hacía todo ese tiempo que no lo navegábamos. Es terrible. Las nenas iban al club, veían el casco del barco en seco desde abajo, lo tocaban y le decían: 'Hola, barquito'. Y en la semana nos pedían: 'Vamos a hacerle unos mimos al barco'. Un día subimos a bordo y Male me dijo: 'Papá, te acordás cuando teníamos las frutas colgadas'. Todos estábamos nostalgiosos, mal. El término preciso es saudade. Extrañábamos la vida a bordo".
Ahora la que interrumpe es Natalia, para agregar: "Lo que nos pasaba es con lo que brinda esto. Un espacio para compartir y estar presente. No como otras vacaciones de invierno en las que hay entretenimiento de otro tipo. Acá estamos los cuatro juntos todo el tiempo en un espacio chico, donde no hay distracciones, ni wifi. Un tiempo en familia que es diferente. Las nenas pasaron cinco días sin mirar dibujitos y ni se enteraron". Y Juan apunta: "Pero vieron un lobito de río al amanecer, un carpincho, pescaron una palometa por primera vez en su vida".
A bordo. El Torroba tiene madera, madera y más madera en su interior; lo que lo dota de encanto y calidez para habitarlo. Crédito: Mauricio Garín
El barco, el hogar
¿Habrá sido eso lo que soñó Natalia el día que lo sorprendió a Juan? Ellos todavía eran novios y se habían comprado un terreno en Granadero Baigorria, en el Gran Rosario, para edificar su hogar. Luego comenzaron a juntar el dinero para construir la casa. Pero ella, en complicidad con los amigos de Juan, decidió destinar ese dinero a la compra del velero, y lo sorprendió con la noticia. Así que el "Torroba" fue su primer hogar.
-Esta travesía dura dos semanas a bordo. ¿Cómo se prepara la provista para que no falte nada?
-Es un ejercicio que ya tenemos naturalizado. Somos kayakistas. Desde jóvenes siempre pensamos qué llevar a la isla. Y en el barco ya sabemos a dónde estibar cada cosa. No hace falta que nos consultemos. Hace 12 años que tenemos el barco y viajamos siempre. Ahora se suman las necesidades de las nenas. Trajimos juegos de mesa, rompecabezas, fibrones para dibujar, el CD de los Canticuénticos y libros para leer. Ellas se prepararon cada una su mochilita -cuenta Natalia. Para venir a la ciudad a donde habita "El monstruo de la laguna" (Canticuénticos).
El barco cuenta con dos conejeras (camas) a popa. Cada una tiene una cortina y es el dormitorio de Malena y Regina. Hacia la proa se abre la cocina a babor y la mesa de navegación a estribor, para pasar luego a un espacio común con otras dos conejeras a cada banda y una mesa rebatible en el medio: el living comedor del barco, en el que también se puede dormir. Luego tienen el baño y un ropero; y en la proa, el camarote matrimonial. En su interior luce la madera. Y cuenta con calefacción. Todo es bello adentro del "Torroba", el barco que lleva ese nombre en homenaje a otro soñador, Alberto Torroba, al que lo llaman "El loco". Un pampeano que hace más de 30 años navegó el océano Pacífico rumbo a la Polinesia en una canoa a vela de 4,50 m. orientado por las estrellas, en un viaje espiritual que lo transformó para siempre. Nada es casualidad.
-En la travesía hasta Santa Fe, ¿qué vieron?
-¿Lo bueno y lo malo? -pregunta Juan-. Lo bueno fue reencontrarnos con nuestro río, nuestro lugar.
-¿Cómo lo vieron?
-Ahí está lo malo. Cuando escribas esto acomodalo, en resumidas cuentas lo estamos haciendo mierda -dice Juan-. Le estamos exigiendo mucho más de lo que el ecosistema permite. Las quemas...
Natalia interviene y enumera: "Las quemas, los puertos, la pesca indiscriminada, la basura, el dragado, el tránsito fluvial… Sinceramente hubo momentos en los que me metí acá adentro (la entrevista es en el interior del Torroba) porque me daba mucha tristeza lo que veía. Esa es la contracara de este viaje". La mujer navegante lo sabe bien. Es instructora de canotaje y prepara a la gente para ver todo esto, y para concientizarla con el objetivo de que cuando salgan al río no arrojen residuos y cuiden el medioambiente.
Cuidar las islas
"Más allá de todo esto, las islas del Paraná todavía nos brindan mucho. Nos metimos en riachos, hicimos noche en la isla, descendimos y caminamos bancos de arena, nos encontramos con mucha vida y naturaleza, carpinchos, aves, lobitos; seguís tirando una caña y sacás, el río es generoso. La abundancia sigue estando. Pero el embate del hombre es tremendo", dice Juan.
"Hace muchos años que estamos en el río y notamos los cambios", dice Natalia. "Vemos el impacto que está teniendo el ecosistema". Triste es ver como los pájaros hacen sus nidos con desechos plásticos, esos mismos plásticos que los científicos hallaron en las tripas de los peces en micropartículas, los mismos que aparecen flotando o incrustados en las orillas barrosas.
-Están a punto de zarpar hacia un nuevo destino, ¿cómo continúa la travesía?
-Ahora vamos a navegar hasta la boya km. 500 del río Paraná. Cuando veníamos fondeamos por la zona del lado del Parque Nacional Islas de Santa Fe. Ahora lo queremos hacer sobre la orilla entrerriana. Es un lugar bellísimo, el Paraná las Cañas o Paranacito, cada uno lo llama de una manera diferente. Ahí adentro es otro mundo. El tamaño de los sauces, ceibos y timbó no se ven en otro lugar. Es una zona protegida.
Durante toda la conversación con los padres, las pequeñas Malena y Regina participan atentas, comentan y escuchan, mientras disfrutan de unas tostadas con mermelada.
-¿Ustedes me quieren contar algo, Malena y Regina? ¿Qué es lo que más disfrutaron del viaje?
-A mí me gustó mucho estar en Santa Fe. Porque tiene muchas cosas lindas y nuevas para conocer -resume Malena-. Y su pequeña hermana de 4 años dice a su modo: A mí me gusta estar en Santa Fe, porque están los primos de mamá.
Es martes y la mañana tiene un sol radiante que despeja el frío invernal. La familia suelta amarras, agradecida por la cortesía del club Marinas, y zarpa hacia un nuevo destino. Dejan atrás su estela de recuerdos que no se olvidarán jamás. "El río pasa/lleva/algo nos deja/y algo se va", dice la letra de la canción "La isla" (Chacho Müller). Se van unas vacaciones distintas, a bordo del Torroba, al viento por el Paraná.
-Las vacaciones de invierno pronto llegarán a su fin. ¿Cuál será la próxima singladura?
-Está el concepto, que es pasar mucho tiempo a bordo. Luego veremos qué paisaje le insertamos -dice Natalia-. Si llegamos a insertarle el que ya vivimos una vez, que es Angra Dos Reis (Brasil), será excelente. Pero si termina siendo Uruguay o el Litoral argentino, está perfecto. Porque la finalidad es compartir, y es ahora. Mañana va a ser tarde.
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