Gentileza La angustia que producen los estruendos sobre las personas con espectro autista puede llegar a ser desesperante. Sin embargo y afortunadamente, la situación ha cambiado respecto de lo que pasaba años atrás.
A. cumplió 11 años hace poco. La niña pertenece al grupo de personas con Trastorno del Espectro Autista y de a poco, con el cumplimiento de la ordenanza que limita el uso de pirotecnia y una mayor conciencia y difusión de los efectos negativos que tienen los estruendos sobre distintos grupos sociales, va encontrando su lugar en la mesa de las fiestas de fin de año. Es literal: cuando era más pequeña, la cena y el brindis eran momentos de encierro y angustia para ella y su familia por el efecto desestabilizador que produce el ruido. Un efecto que dura, no minutos ni horas sino, en ocasiones, días completos.
Varios años después, con mayor edad pero sobre todo con una ordenanza que declara a la ciudad libre de pirotecnia, los ruidos se atenúan año tras año y aumentan las perspectivas de tener una reunión familiar sin sobresaltos.
Noelia Leno es la mamá de A. e integra la Asociación Dejame Entrar que, junto a varias organizaciones, forma la red provincial Sin Pirotecnia es Mejor. En diálogo con El Litoral reconoce que el año pasado los artefactos con luces ganaron la pulseada a las ruidosas bombas de estruendo y que en ello tuvo mucho que ver el trabajo de concientización que llevan adelante las entidades y los organismos oficiales.
Puesta a describir cómo es una rutina familiar en ese contexto, explica que "ante la cantidad de pirotecnia, algunos chicos no entienden de dónde proviene el ruido y eso los desequilibra. Toda la familia termina sin poder sentarse a cenar en paz, con un niño que se esconde en algún lugar de la casa" para aislarse del ruido.
"Cuando mi hija era chica, la situación era angustiante para todos". De a poco el panorama va cambiando, hay restricciones, pero sobre todo mayor concientización: hace diez años, tampoco había mucho conocimiento social de lo que era el autismo". Sin dudas, las campañas institucionales que redundaron en ordenanzas (en la ciudad de Santa Fe, la N° 12.429) sumaron para tomar conciencia de que toda la comunidad merece una noche de paz.