Sergio Ferrer | [email protected]
Así lo expresó la especialista Virginia Yódice, presidenta del Colegio de Graduados en Nutrición de Santa Fe. “Muchos de los casos se dan en convivencia con baja talla por desnutrición infantil previa, además de diabetes e hígado graso”, añadió. También explicó las medidas que pueden implementarse para abordar esta problemática.
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La obesidad ya está catalogada, desde el punto de vista médico, fundamentalmente, como una epidemia que no distingue clases sociales. En dicho contexto, el de los chicos pobres es el sector que aparece como el más vulnerable, con el agravante, en el orden provincial y nacional, de que los casos y la cantidad porcentual han ido en marcado aumento en los últimos años. Para hablar sobre este tema y analizar sus principales aspectos, El Litoral dialogó con la nutricionista Virginia Yódice, titular de la primera circunscripción del Colegio de Graduados en Nutrición de la Provincia de Santa Fe.
La especialista definió a la obesidad infantil como la cantidad excesiva de grasa en el cuerpo de un chico. Esto no implica, dijo, que el niño pasa de tener un peso normal a ser obeso, sino que hay una instancia previa que es el sobrepeso. Al observarse las estadísticas, agregó, puede verse que hay cada vez más niños con sobrepeso y obesidad, con el agravante de que muchos de esos casos se dan en condiciones donde estos problemas conviven con baja talla por desnutrición infantil previa, diabetes e hígado graso.
De 2014 a 2016 el sobrepeso y la obesidad en los chicos aumentaron 5 puntos porcentuales. “Es mucho”, enfatizó la profesional. “Ocurre que cuando alguien tiene sobrepeso, si no se revierten sus hábitos alimentarios y de actividad física, eventualmente llega a la obesidad”, aclaró.
“Lo que nos preocupa, tanto a los profesionales de la salud en general como a los especializados en Nutrición en particular, es que estamos haciendo todos los pasitos para terminar con tasas altísimas de obesidad”, subrayó Yódice, poniendo énfasis en el grado de culpa que le cabe a la sociedad en el marco de este problema, que ofrece varias aristas para analizar. Una de ellas, aclaró, es que en la actualidad, a la obesidad ya no se la piensa como un problema individual, sino social. Durante mucho tiempo se sostuvo, o se creyó, que aquel que era obeso, o que tenía unos kilos de más, era porque quería, o porque “no podía cerrar la boca”. O, en los casos de los más pequeños, porque no tenían padres que pudieran ponerles límites.
¿Qué se puede hacer?
Es cierto que hay una cuota de voluntad y de determinación individual, prosiguió la nutricionista, “pero hoy sabemos que la gente engorda porque el entorno no lo ayuda”. Ese entorno se conoce como contexto obesogénico. Un chico que está en una escuela, citó como ejemplo, desde las 8 de la mañana a las 3 de la tarde, rodeado de gaseosas, golosinas, chocolates, no se encuentra precisamente en el ambiente más saludable. Por el contrario, dijo, ese niño tiene a su alcance toda una clase de alimentos altos en contenido calórico, que ayudan a crear su hábito por consumirlos. No obstante ello, recordó que existen pilares que sirven para combatir la obesidad infantil, a la que ya se la considera epidemia por la dimensión que ha tomado.
“Los chicos son el sector que nos preocupa, porque se entiende que no son del todo capaces de manejar sus opciones alimentarias y somos los adultos los que estamos a cargo de corregir esa conducta, así como de protegerlos”, resaltó. Por eso, los padres, el Estado, la industria, las escuelas y demás instituciones componen ese estamento que debe actuar, a partir de una línea de acción y de actividades conexas. “Existe un rol compartido en cuanto a las responsabilidades, porque si la escuela toma una medida pero los padres no apoyan, todo se vuelve caótico y tampoco resulta”, destacó Yódice, quien insiste en que una de las cosas que hay que trabajar, y cuanto más urgente mejor, son los kioscos saludables.
Pero el kiosco no se hace únicamente con comida. Existe un informe que destaca que solamente el 6% de las escuelas del país tienen bebederos para facilitar el acceso de los chicos al agua potable. ¿Entonces, cómo hacemos para asegurar que el alumno tenga acceso al agua y no tome gaseosa? Si no podemos asegurar el agua, toma otra cosa. Por eso, si no tiene mínimamente bebederos, o agua potable en dispenser, se hidrata con gaseosas o con jugos. También dejó otro dato preocupante: Argentina está consumiendo, como país, tres veces más de la cantidad de azúcar sugerida como tope por la Organización Mundial de la Salud y es la segunda en la región de Latino América en consumo de azúcares. “En ese sentido, lamentablemente, somos líderes”, redondeó.
El ejemplo de Chile
“Otra estrategia que los nutricionistas fomentamos es imitar lo que está haciendo Chile desde hace un par de años”, remarcó Virginia Yódice, en referencia a la implementación del etiquetado frontal de alimentos en el país vecino.
En los supermercados chilenos, dijo, al margen de que el paquete sea verde, que se cree que corresponde siempre a un producto light, o que en la caja tenga imágenes de frutas, si tiene un sello negro con la forma de un octógono, significa que en su composición puede haber “alto contenido en grasa”, “alto contenido en azúcar” o “alto contenido en sodio”. Como consumidor, entonces, sabés que estás ingiriendo un alimento con demasiada cantidad de uno de esos nutrientes críticos (grasa, azúcar o sal).
“Fue todo un tema para ellos, porque la inquietud era saber qué pasaría con la industria alimenticia, la que, obviamente, quiere que sus productos no tengan los sellos”, expresó Virginia. Y como no quieren que en sus paquetes aparezca el eslogan “alto en”, empezaron a reformular sus productos: “Ahora las masitas tienen menos azúcar y los paquetes de snack menos sal. Se fueron adecuando y cambiaron indirectamente la composición de esos alimentos”.
En cuanto a ciertas conductas que ya se observan en Argentina, como la publicidad denominada “La porción justa”, aclaró: “Es una buena campaña para estimular el consumo, pero no deja de ser comercial”, señaló. Luego amplió: “Está bien que se promocione la porción justa, pero... ¿la porción justa para quién? No es lo mismo un adulto, por ejemplo, que un niño de tres años. O una persona sin ninguna patología asociada, que un diabético. Puede ser confuso para quien convive con algún problema, porque es más que probable que no sea la porción justa para él”.
Capacitación
En febrero, bajo el título “Kioscos saludables: el rol del Estado, los padres y las escuelas”, el Colegio de Graduados en Nutrición de Santa Fe organizará una capacitación gratuita sobre como iniciar el proceso de instalación de un kiosco saludable en un establecimiento educativo. La actividad estará a cargo de las licenciadas María Daniela Bainotti, Virginia Marinochi y Virginia Yódice. Durante la jornada se brindarán recomendaciones para poder lograr dicho objetivo con éxito, a través de la charla “Cómo implementar un kiosco saludable”, de la licenciada Mariana Guiffery, basada en el relato de una experiencia en cantina saludable. Para más r información: [email protected].
Es cierto que hay una cuota de voluntad y de determinación individual, prosiguió la nutricionista, “pero hoy sabemos que la gente engorda porque el entorno no lo ayuda”. Ese entorno se conoce como contexto obesogénico. Un chico que está en una escuela, citó como ejemplo, desde las 8 de la mañana a las 3 de la tarde, rodeado de gaseosas, golosinas, chocolates, no se encuentra precisamente en el ambiente más saludable.
Para saber más
Una definición de la obesidad como epidemia social y el concepto de contexto obesogénico pueden encontrarlos en la nota titulada “La obesidad es una epidemia y debe abordarla el Estado”. Se trata de una entrevista al doctor Alberto Cormillot, publicada por El Litoral el 2 de diciembre de 2017.
Mal nutrición e inactividad: un “combo mortal”
Un tema que se relaciona directamente con la obesidad infantil es el de la mal nutrición. “Los chicos no se mueven, comen mal, comen mucho y el combo es mortal, por eso estamos viendo chicos de 12 y 13 años con diabetes, dislipemia (valores alterados de colesterol y triglicéridos), hígado graso e hipertensión arterial. Muchos de ellos entran desnutridos al cuadro de obesidad”, manifestó la nutricionista Virginia Yódice.
La especialista explicó que existen varios tipos de mal nutrición: “Nosotros lo que conocemos e imaginamos cuando hablamos de desnutrición es la del chico adelgazado con el vientre hinchado. Puede haber algún caso aislado en algún lugar puntual, en la provincia, pero lo que sí tenemos es una cantidad alarmante de desnutrición crónica”.
La desnutrición crónica, o déficit de la talla, es aquella que sufren los chicos que sistemáticamente no están recibiendo la cantidad necesaria de nutrientes y entonces no crecen de acuerdo al potencial que podrían. Si todos los meses recibís un sueldo y de golpe empezás a percibir un poquito menos, aclaró Yódice, tenés que recortar en los gastos. Y cuál es el gasto de un niño en crecimiento: la posibilidad de crecer. El organismo, como mecanismo de supervivencia para adaptarse a ese pobre ingreso de comidas y de nutrientes, tiene que crecer menos. Esos son los chicos de baja talla.
A su vez, surgen los casos de desnutrición oculta. Son los chicos que, además de mal nutridos están obesos. Ingieren mucha cantidad de arroz, de fideos guiseros, harinas, pero al hacerles un análisis de sangre presentan anemia y se duermen en la escuela, porque les falta hierro y proteínas. Entonces, el problema de la desnutrición y la obesidad están atravesados por la pobreza. “La obesidad, repito, no discrimina clases sociales, pero pasa que en la pobreza el surtido de nutrientes es menor, entonces compensa con el déficit de crecimiento”, completó Yódice.
A su vez, surgen los casos de desnutrición oculta. Son los chicos que, además de mal nutridos están obesos. Ingieren mucha cantidad de arroz, de fideos guiseros, harinas, pero al hacerles un análisis de sangre presentan anemia y se duermen en la escuela, porque les falta hierro y proteínas.