Domingo 25.4.2021
/Última actualización 19:36
Cuenta la historia que en la Edad Media, cuando se produjo la epidemia de peste bubónica (llamada "peste negra"), la gente, que no tenía idea de cómo se transmitían las infecciones, hablaba de "malaria" aludiendo al "mal aire". El aire, creían, era la fuente de la enfermedad. ¿Y qué hacía la gente? Se encerraba en sus casas y chozas y no salía, porque creía que se iba a enfermar por ese "aire maldito".
Pero era otro el agente patógeno que causaba esa enfermedad: se trataba de las pulgas de las ratas que estaban adentro de las casas, conviviendo con esas personas. Y las personas se morían y se morían. Bueno pues: el coronavirus implica exactamente lo opuesto. Es que ya se sabe que la principal vía de contagio es la aérea (por los aerosoles, microgotículas que se expelen al respirar, hablar, toser, etcétera). Las vueltas de la historia: aquellas pulgas parecieran ser ahora el aire malo que respiramos.
Pero el SARS-CoV-2 -o nuevo coronavirus-, pone a la humanidad ante el desafío de sus propias lógicas genéticas: es que el virus varía, se modifica en su estructura. Y así nacen sus variantes, que ya están presentes en el inicio de la segunda ola de contagios en la Argentina, y también en la provincia.
Hoy se sabe que en la ciudad de Santa Fe se detectó un paciente infectado con la variante Reino Unido; en Rafaela, una mujer falleció tras ser portadora de la variante Manaos (ambos casos sin antecedentes de viaje); hubo en Rosario un paciente infectado con la variante de Nueva York (con antecedente de viaje), y en la localidad de Funes otro con la de Manaos (sin antecedente de haber estado en el exterior). El interrogante abierto es si hay otros portadores de estas variantes en la bota santafesina.
Lo primero es conocer cuáles son las variantes del coronavirus conocidas por la comunidad científica a la fecha, y qué diferencias hay entre algunas de ellas respecto de la tasa de transmisibilidad, la incidencia en los anticuerpos de personas convalecientes y vacunadas, y el porcentaje de letalidad.
Las variantes del virus SARS-CoV-2 que están circulando a nivel mundial son a la fecha las siguientes: la de Reino Unido (B.1.1.7); la de Sudáfrica (B.1.351); dos variantes detectadas en Brasil, que son la de Manaos (P.1) y la de Río de Janeiro (P.2). Además, hay otras dos variantes del virus de California (B.1.427 y B.1.429), y la de Nueva York (B.1.526). Es importante aclarar que éstas se encuentran clasificadas dentro de tres grupos (ver Tres grandes grupos).
Hoy se habla mucho de las variantes de Manaos y de Reino Unido con relación a que tiene mayores porcentajes de contagiosidad y letalidad respecto de la "primera versión" del coronavirus, es decir, la cepa conocida en diciembre de 2019. Pero, ¿qué se sabe al respecto?
"En la de Reino Unido, se pudo determinar que tenía un porcentaje de mortalidad mayor. Ahora, en la de Manaos, esto todavía no se determinó en estudios científicos. Sí es cierto que las dos variantes tienen mayor capacidad de transmisibilidad; por ejemplo, la de Reino Unido tiene más del 50% de transmisión que las otras. Y la de Manaos, un 20% más", le explica a El Litoral la Dra. Adriana Giri, viróloga e investigadora del Conicet.
Pero aquí también se mezclan cuestiones relacionadas con el manejo de la pandemia en un país, acota la experta. Véase el caso Brasil: "Si no hay medidas restrictivas de prevención (confinamiento) o la disposición del uso obligatorio del barbijo, se produce una infección descontrolada, que es lo que se ha visto en la vecina república. Y en un caos sanitario, no se sabe si una variante en sí tiene mayor mortalidad, o si es el propio caos del sistema de salud lo que está indicando más letalidad".
En el caso de la variante de Reino Unido, sí se estudió la capacidad de mortalidad. Y se demostró en estudios científicos focalizados (de pocos pacientes) que había un porcentaje de letalidad un poco mayor respecto de las otras variantes. "En las demás, no se demostró aún que tengan mayor mortalidad; sólo se vio mayor capacidad de transmisión. Y claro, todas tienen un impacto sobre la efectividad de las vacunas, en la incidencia de casos de reinfección, pero no llegan al grado de ser catastróficas", añade Giri.
-Se habla de que las nuevas variantes introducen cuatro elementos que podrían (en potencial) agravar la crisis sanitaria. Estos son: más hospitalizaciones; mayor reinfección; modificación en la sintomatología del virus actual y de la gravedad de la enfermedad (Covid-19), y cambios en los grupos etarios más infectados (jóvenes). ¿Qué hay de cierto en esto?
-Son lógicos esos cuatro niveles de señales para tener en cuenta. Pero todo depende del número de personas infectadas. Por ejemplo: si hoy tenemos mil personas infectadas, de éstas serían 200 las que deberán ser hospitalizadas, y 50 irán a terapia intensiva. Pero si son 100 mil las infectadas, los números empiezan a crecer estrepitosamente respecto de las hospitalizaciones. Y ningún sistema de salud -ni siquiera el de países desarrollados- puede soportar que estén todas las terapias ocupadas.
Si una cepa hace subir el número de contagios, y si no se respetan las medidas de prevención elementales, va a aumentar el número de personas que requerirán una cama especializada (con asistencia respiratoria mecánica). Una cosa lleva a la otra. Y aún más: si se colapsa el sistema de salud, lo esperable es que aumente la mortalidad, no sólo por Covid sino también por otras patologías, porque no habrá camas de terapia intensiva ni para una operación de apendicitis ni para un infarto.
Diferencias entre definiciones
-¿Cuáles son las diferencias en las definiciones de variante, mutación y cepa, expresiones que se usan casi como sinónimos?
-En microbiología, se habla de cepa cuando hay -por ejemplo-, un organismo que está conocido perfectamente desde el punto de vista de su contenido genético y fenotípico (cómo son sus proteínas y variaciones) respecto de un organismo de referencia.
Pero con los virus, es difícil hablar de variaciones respecto a, justamente, un virus de referencia. Por eso se habla de variantes. A diferencia de la mayoría del resto de microorganismos (bacterias, hongos), los virus tienen la altísima capacidad de mutar, es decir, de cambiar su contenido genético.
¿Por qué? Porque tienen mecanismos de replicación con "fallas"; a esas fallas, los virus las utilizan para evolucionar. Si una falla es "positiva" (le dará alguna "habilidad"), ésta se va a establecer en su composición genética. Y si la falla es "negativa" (no le sirve al virus) se eliminará.
Dicho todo esto, al hablar de variantes del SARS-CoV-2 las estamos comparando con la cepa original que inició la pandemia, que sería la cepa de Wuhan (ciudad de China). Las variantes que están apareciendo son, justamente, variaciones con relación a aquella cepa conocida en diciembre de 2019, que tenía una determinada estructura genética.
El virus muta permanentemente, pero hay algunas mutaciones que son relevantes desde el punto de vista biológico, y en éstas se evalúan las mutaciones que están en el Gen S (Proteína Spike, o espícula). Esa proteína es importante porque es la que participa en el proceso de infección de las células huéspedes humanas.
A través de esa proteína, la espícula se unirá a una proteína de la célula humana que le permitirá entrar a ésta; y una vez que entra, el virus usurpa toda su maquinaria biosintética para generar su propia descendencia. En este proceso, también, podría seguir mutando.
Las variantes actuales del SARS-CoV-2 se incluyen dentro una clasificación científica de tres grandes grupos, establecidas de acuerdo a los cambios que se van produciendo en el comportamiento de aquéllas.
Estos tres grupos son, primero, las denominadas Variantes de Interés (VOI, por sus siglas en inglés), que serían las más leves: aquí están incluidas la variante de Río de Janeiro y la de Nueva York. Luego están las Variantes de Preocupación (VOC), que son las que manifiestan cambios a nivel de la proteína Spike (la cual interaccionará con la célula en el lugar donde se produce la infección).
"Todos los cambios que se produzcan en esa zona tienen una relevancia biológica: mayor capacidad de transmisión, menor eficiencia de las vacunas o de los anticuerpos neutralizantes de las personas infectadas previamente", indica Giri. En las VOC se incluyen las variantes de Reino Unido, Manaos, Sudáfrica y las dos de California.
Cuando las variantes se agravan, empiezan a ingresan en el tercer gran grupo, denominado Variante de Gran Consecuencia (VOHC). "Dentro de este grupo no hay variantes actuales incluidas. En estos casos, lo que sucede es que se da un impacto muy importante en todas las medidas médicas, porque el virus ya no responde a todo lo que conocemos: fallan los diagnósticos y fallan las vacunas. Directamente fallan", añade la experta. Ese sería el peor de los escenarios, y el que nadie desea.
Gentileza Adriana Giri: Lo que influye mucho en la proliferación de variantes es cómo la gente se comporta frente a la pandemia. Ventilar bien los ambientes, aún con la llegada del frío, es clave para evitar contagios .Adriana Giri: "Lo que influye mucho en la proliferación de variantes es cómo la gente se comporta frente a la pandemia. Ventilar bien los ambientes, aún con la llegada del frío, es clave para evitar contagios".Foto: Gentileza
La Dra. Adriana Giri es viróloga e investigadora del Conicet en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), y profesora de la cátedra de Virología de Facultad de Bioquímica y Farmacia de la UNR.