Una década atrás, levantó la estatuilla junto al equipo de Rhythm &Hues Studios por los efectos visuales de “Una historia extraordinaria” (“Life of Pi”), en la que pintó la inmensidad del cielo y el mar. Hoy, dedicada plenamente a la pintura, con una muestra individual en Nueva York el año pasado y una próxima exhibición en la Bienal de Florencia, sigue retratando tanto el mar como la fuerza femenina y la materia de la que están hecha los sueños.
Alina posando con el Oscar obtenido por los efectos visuales de “Una historia extraordinaria”, dirigida por Ang Lee; al lado, el cuadro “Renacer”, de la serie “Living your dreams”: su propio recordatorio de que hay que reinventarse para nuevas metas. Fotos: Gentileza Alina Añón
Más de diez años atrás, en febrero de 2013, la película “Una historia extraordinaria” (“Life of Pi”), dirigida por Ang Lee sobre la novela homónima de Yann Martel, se alzó con cuatro premios Oscar: Mejor Director, Mejor Fotografía (Claudio Miranda), Mejor Banda Sonora (Mychael Danna) y Mejores Efectos Visuales, categoría que pasaron a recoger Bill Westenhofer, Guillaume Rocheron, Erik-Jan de Boer y Donald R. Elliott, como referentes de Rhythm & Hues Studios, compañía de efectos visuales y animación. La fiesta no era completa: la compañía había declarado la bancarrota, y meses después cambiaría de manos.
Dos tomas del actor Suraj Sharma, protagonista de “Una vida extraordinaria”, rodando en la piscina del estudio; posteriormente se agregaron el tigre y los cielos pintados por Alina, que luego fueron reflejados en un mar ampliado. Fotos: Gentileza Alina Añón
Pero eso no impidió la celebración del mayor logro de la empresa (que ya tenía dos Premios de la Academia, por “Babe, el chachito valiente” y “La brújula dorada”). Entre los que brindaron y se sacaron fotos con la estatuilla peladita había una santafesina: Alina Añón, que ya llevaba 18 años en Estados Unidos trabajan en la industria del cine, específicamente dentro de la postproducción digital (en la técnica denominada matte painting), primero como freelance y luego por más de cinco años en Rhythm & Hues. “Desde aquel momento mágico en el que sostuve el premio en mis manos, comprendí que cada pincelada, cada escena y cada desafío superado en el camino valieron la pena. Mi historia es una prueba de que los sueños se pueden cumplir si nos atrevemos a perseguirlos con determinación”, escribió en Instagram años después.
Llevaba años habiendo perdido “el palito de la eñe” y siendo Alina Anon (“pronúnciese “Einon”), que se convertiría en una marca registrada en las artes plásticas.
Celebrando los premios de la Academia en 2013, junto a Bill Westenhofer y Erik-Jan de Boer, referentes de Rhythm & Hues Studios; surfeando hoy en José Ignacio, uno de sus lugares en el mundo, retratada por ella misma. Fotos: Gentileza Alina Añón
Hacia la industria
En el comienzo estuvo la pintura y el dibujo: su infancia y adolescencia en Santa Fe estuvieron matizadas por los trazos de su mano izquierda. A los 18 se mudó a Buenos Aires donde se licenció en Diseño Gráfico; aunque disfrutaba de su carrera, lo que amaba eran las películas. Cuando tenía poco más de 20 años, se enteró de la industria emergente de los efectos visuales y quiso tomar ese rumbo.
Así lo contaba hace una década a la revista Nosotros de El Litoral: “De chica siempre estuve obsesionada con las películas de efectos visuales. Siempre fue mi sueño ser parte de eso, aunque no tenía idea cómo lo podía lograr, hasta que un día leí un artículo de cómo se hicieron los efectos visuales de la película ‘La Máscara’ y me entusiasmé más. Así que empecé a ir a la Biblioteca Americana Lincoln en Buenos Aires para investigar de escuelas donde podía ir a estudiar algún curso en VFX, ya que en esa época no había Internet y era la única forma en que podía buscar información. A la vez me puse a hacer cursos intensivos de inglés.
Ya en ese entonces estaba graduada de diseñadora gráfica. Y gracias a mis padres, que siempre me apoyaron en todas mis decisiones, conseguí llegar primero a Minnesota donde hice un curso de dos años en animación. Me fui de Argentina en el 95. Estuve dos años en Minneapolis y después me vine para Los Ángeles”.
En el matte painting descubrió la unión de sus pasiones. “Eso pasó al conocer a mi marido (Jeffrey Stout), quien en esa época trabajaba en esa profesión y cuando vi que había una carrera en la cual podía pintar todo el día, ahí descubrí que eso era lo mío. Así que él me entrenó, ya que en esa época no había escuelas donde estudiar matte painting”. Así logró pintar digitalmente los cielos coloridos, reflejados con el mar infinito, de “Una historia extraordinaria”, mientras seguía despuntando la pasión en el lienzo. “Mi pasión desde chica fue pintar, así que cuando tengo algún rato libre me dedico a eso. Aunque en esta industria el tiempo libre es lo que más escasea...”, comentaba en aquel entonces.
Dándole unos toques a “Detrás de la máscara”, de la serie “Living your dreams”, y posando junto a “Alicia en el País de las Maravillas”. Fotos: Gentileza Alina Añón
Óleo y tela
Tras la salida de Rhythm & Hues Alina siguió trabajando en la industria audiovisual, pero comenzó a profundizar ese camino personal como artista. “Crear imágenes supone trabajar con mi emoción, desplegar visiones y para ello apelo a todos mis sentidos. Trabajar con el ordenador facilita muchas cosas, pero no sustituye aquello que es esencial, hoy como al principio de los tiempos, encontrar aquello que vale la pena contar y contarlo desde el alma”, le decía a Diego Flores en diálogo para la revista AyD - Arquitectura, Diseño y Arte.
“Suspiro del mar” y “El mar y yo”, dos óleos de la serie “Girl in the Ocean”. Fotos: Gentileza Alina Añón
Centrada plenamente en la pintura desde la pandemia, trabaja para capturar la emoción, el conflicto y la belleza del mundo que la rodea. El trabajo de Alina está inspirado en su vida en Los Ángeles, Buenos Aires y sus frecuentes viajes alrededor del mundo. Desde hace dos años alterna su residencia con Manantiales, Uruguay, desde donde se escapa a José Ignacio para surfear las olas y reconectarse con el mar: el agua infinita que ilustró digitalmente para su mayor logro cinematográfico sigue siendo una inspiración para sus pinceles.
“Donde habita la calma”, de la serie “Girl in the Ocean”, y la artista entregándolo en su ubicación actual: un spa en Uruguay, donde reside parte del año. Fotos: Gentileza Alina Añón
“Cuando el océano me envuelve, dejo que su braveza me lleve. La sal me acaricia los brazos y fijo la vista en el horizonte para tomar consciencia plena sobre nuestra infinitud. Nuestra, porque somos uno. Nuestra, porque el agua me abraza y retiene. Soy naturaleza. Soy fuerza. Soy energía vital. Soy el amor que brota de una lagrima compasiva. Soy aquello que se fue y aquello que vendrá. Soy eternidad encarnada. Y si prestas atención, quizás, me encuentres en cada suspiro del océano”, afirma en el texto de catálogo que acompaña la obra “Suspiro del mar”. Y en que acompaña el óleo “Donde habita la calma: “Cuando la brisa me acaricia el alma y el agua me salpica los pies; me desarmo ante la naturaleza y expongo mi ser ante la fugacidad de aquel momento, inmortalizado por siempre bajo el manto invisible del recuerdo. Entonces, me refugio en la danza armoniosa de las olas, desdoblándome hacia afuera, para siempre encontrarme con aquello que hay dentro. Allí, donde habita la calma”.
Pero no olvida sus orígenes: Así, para ilustrar el ritual del mate, que la acompaña mientras trabaja (el chiste es que ahora es una “mate painter”), retrató a su amiga de la infancia Lola (Laura Felizar), en “Cebame un mate”: “Los argentinos a menudo se sientan durante horas en una tarde de fin de semana para compartir un mate, hablar entre ellos o escuchar música. Compartir mate es símbolo de amistad”, explicaba Alina a su público estadounidense.
“Cebame un mate”, retrato de su amiga de infancia, Laura “Lola” Felizar; el cuadro en proceso, con Alina tomando su propio mate. Fotos: Gentileza Alina Añón
Presente
Quizás su mayor muestra en solitario fue la que realizó en el Consulado Argentino en Nueva York, del 5 al 28 de octubre de 2022, bajo el título “Living your dreams” (“Viviendo tus sueños”), integrada por 12 obras.
Así se la contó a Diego Flores: “El tema de la serie es la mujer, el empoderamiento de la mujer apelando a los talentos únicos de la mujer. Se trata de una idea que vengo construyendo hace ya unos años animada por la necesidad de manifestar mi parecer ante lo que viene sucediendo en el mundo. No se trata de competir ni de exaltar denigrando al hombre sino de poner en evidencia una mirada distinta. Trabajo a partir de la idea en el desarrollo de un guion y de algunas formas, imágenes, que luego trabajo en función del estudio de la luz, las sombras. A partir de esa secuencia es que comienzo a dibujar y pintar, siempre en el ordenador. De este proceso surge entonces primero un boceto y luego la obra. Pero todo comienza con el desarrollo del concepto”.
La artista frente al cartel de su muestra personal en el Consulado Argentino en Nueva York; el interior de la muestra, con la barra decorada para la ocasión. Fotos: Gentileza Alina Añón
Su próximo proyecto es su participación con tres obras en la Bienal de Florencia, que se realizará en la Fortalezza da Basso de esa ciudad, del 14 al 24 de octubre de este año. Así la retrata el catálogo de la muestra: “El estímulo y empoderamiento de las mujeres, especialmente de las de la diversidad, es lo que inspira a Alina Anon. A través de su arte, trata de inspirarnos a cada uno de nosotros a encontrar nuestra belleza interior y talentos únicos y nunca renunciar a los sueños que todos llevamos dentro (...). El arte de Alina tiene como objetivo ayudarnos a todos a darnos cuenta de que somos nosotros los responsables de visualizar nuestro propio futuro y dar los pasos, por muchos que sean, necesarios para lograr nuestros sueños”.
“Eres mi todo”, de la serie “In my own skin”, y “Despertar del alma”, de la serie “Living your dreams”. Fotos: Gentileza Alina Añón
Quizás esa sea la constante en el viaje de Alina: la de la chica que partió sin contactos hacia Hollywood, “la fábrica de sueños”, para cumplir los propios. Y una vez que los alcanzó, volvió a soñar para mantenerse siempre en movimiento.
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