El arte según André Lhote: entre la elegancia clásica y la vanguardia cubista
Desde principios del siglo XX, influyó en la estética moderna, pero fue sobre todo un afamado docente: en su academia parisina, formó a grandes nombres como Tamara de Lempicka, Tarsila do Amaral y Lino Enea Spilimbergo.
Fragmento de “Paysage Francais”, de Andre Lhote. Foto: Musée des Beaux-Arts de Bordeaux
El 5 de julio de 1885, hace 139 años, nació André Lhote, un artista plástico francés cuya incidencia dura hasta nuestros días, relacionada con sus obras y con la acción que desarrolló en la academia que él mismo creó, en la efervescente París de los años ‘20. Originario de Burdeos, Lhote inició su carrera en la escultura decorativa industrial, pero fue en la capital francesa donde pudo abrazar su vocación por la pintura. Se estableció allí en 1911, cuando París era un epicentro creativo a nivel mundial.
Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou
Fue en ese contexto donde se volcó hacia el cubismo, participando activamente en la exposición de la Section d’Or en 1912, un hito en la difusión de sus ideas y las de otros artistas del movimiento. Lhote combinaba elegancia clasicista con los principios del cubismo sintético, lo cual dio lugar a un estilo personal.
Museo Reina Sofía
"La ruptura con la estética clásica, el nuevo concepto de belleza y las nuevas formas de observar la naturaleza hicieron que André Lhote se sintiera atraído por el lenguaje del movimiento cubista. Tras un periodo inicial cercano al fauvismo, su obra pronto reflejó un característico lenguaje próximo al cubismo sintético, que se convirtió en una expresión y una vía de transmisión de la modernidad", señala el texto que acompañó la muestra "André Lhote y el lenguaje de la modernidad", realizada en 2007 por la Fundación Mapfre.
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Pero la carrera de Lhote fue más amplia que sus pinturas: en los años 20, tras enseñar en las academias de Notre-Dame des Champs y La Grande Chaumiere, fundó su propio espacio, que se convirtió en un punto de encuentro para jóvenes talentos. Entre sus alumnos más destacados se encontraban Tamara de Lempicka, conocida más tarde como “la diva del art decó”; Henri Cartier-Bresson, uno de los grandes fotógrafos del siglo XX; Tarsila do Amaral, la artista modernista más importante de Latinoamérica, creadora de obras tan emblemáticas como "Abaporu" y "La negra"; y Lino Enea Spilimbergo, el pintor argentino. El paso por la academia de Lhote se convirtió en un hito en el currículum de muchos artistas notables del siglo pasado.
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Lhote también fue un teórico del arte, con obras como "Tratado del paisaje" y "Tratado de la figura", donde analizó los elementos formales y conceptuales que definen la representación del paisaje y la figura humana. Como parte del movimiento cubista, abordó sus principios estilísticos, lo cual permite situarlo en un contexto histórico y estético. Esto le valió el reconocimiento de la Unesco, que lo nombró Presidente de la Asociación Internacional de Pintores, Grabadores y Escultores. Falleció en 1962, pero su capacidad para unir lo clásico con lo moderno, la tradición y la renovación, sigue siendo inspiradora.
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Su influencia en el arte argentino
La figura de Lhote influyó en el arte argentino a través de los integrantes del Grupo de París, un colectivo formado por artistas argentinos que vivían en París en la segunda década del siglo XX. Estos artistas buscaban renovar los conceptos artísticos y habían aprendido de maestros como Charles Guérin, Othon Friesz, Antoine Bourdelle y precisamente, André Lhote. Entre ellos se encontraban Raquel Forner, Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Alfredo Bigatti, Lino Enea Spilimbergo, Horacio Butler, Juan del Prete, Pedro Domínguez Neira, Antonio Morera y Antonio Berni.
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"La ‘vuelta al orden’ promovida por los miembros de este grupo, en concordancia con el pensamiento estético de André Lhote, implica una idea de modernidad que no contradice el legado clásico. En los museos descubrieron a los grandes maestros y la tradición clásica, inspirándose en conceptos constructivos que pretendían renovar. El museo, por tanto, ofrecía la oportunidad de enlazar a los maestros con las nuevas generaciones de artistas, no para venerar el pasado de manera vacía, sino para apropiarlo con un enfoque contemporáneo", explicó Graciela Limardo.
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