Miércoles 31.1.2024
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Nacida en la provincia de Córdoba en 1905, Rosa Malvina Ferreyra de Roca se convirtió en una figura femenina trascendental en el mundo del arte argentino del siglo XX. Su obra desandó un camino que osciló entre la tradición y la modernidad, entre la élite social y la expresión creativa. Creció en un entorno que alimentó su sensibilidad artística. Su matrimonio con el arquitecto Jaime Roca consolidó su posición en los círculos sociales y culturales cordobeses. Este vínculo no solo marcó su vida personal, sino que también influyó en su carrera artística, al conocer perspectivas y corrientes creativas.
Galería Jaime ConciLa formación de Ferreyra en el arte se dividió en dos continentes. En Córdoba, bajo la tutela de Emiliano Gómez Clara, y más tarde, en París, donde se sumergió en la atmósfera cultural de la capital francesa de las primeras décadas del siglo pasado. Su paso por la Académie Julian y la Escuela de Arte Le Grande Chaumier enriqueció su técnica y la expuso a las corrientes vanguardistas de la época.
Museo Emilio CaraffaLa década de 1920 dio lugar a la eclosión de una nueva camada de artistas argentinos y Ferreyra fue una figura destacada. Su regreso a Córdoba marcó el inicio de una carrera artística que se basó en la diversidad temática y estilística. Su obra es conocida por naturalezas muertas y retratos de niños, pero también desafió las convenciones al recorrer el desnudo humano, principalmente femenino.
La crítica especializada elogió la maestría técnica de Ferreyra, especialmente en su dominio del óleo sobre tela y la acuarela. Su capacidad para trasladar a las materialidades elegidas la esencia humana a través del juego de luces y sombras, y su abordaje expresivo para las naturalezas muertas, la situaron como una de las artistas más destacadas de Córdoba. En el año 1989, un año antes de su muerte, el Museo Municipal Genaro Pérez realizó una retrospectiva de su obra.
Rosa Malvina Ferreyra Navarro Ocampo de Roca. Foto: Family Search Brasil, Cartões de ImigraçãoA lo largo de su carrera, Ferreyra participó en numerosas exposiciones y recibió múltiples premios y reconocimientos. Su “Retrato de niña”, por ejemplo, fue aclamado en el Salón Anual de Santa Fe de 1945. De esto quedó registro en la edición de Diario El Orden del viernes 25 de mayo de 1945. “El premio del Rotary Club Santa Fe, concedido a ‘Retrato de niña’, de Rosa Ferreyra de Roca, no puede suscitar reparos de ninguna especie. Es ésta una obra de impecable ejecución y, sin desmerecer a nadie, se puede afirmar que es uno de los más altos exponentes del actual salón”.
Museo Genaro PérezEl portal Arte de la Argentina indica que “en su temática se encuentra la figura humana, que es estructurada a partir de la marcación del volumen, logrado con modulado, formas cerradas y un dibujo naturalista. En algunas zonas trabaja dejando la huella del pincel, de modo sistemático, construyendo planos y volúmenes. Quizás donde más se destaca, es en sus naturalezas muertas, en las que la textura se torna expresiva, más suelta y espontánea”.
Museo Genaro PérezMariana del Val, directora del Museo Evita y Palacio Ferreyra, sostiene que “en su formación, esta artista tuvo estrecho contacto con el impresionismo y el postimpresionismo y sus temáticas abordan todos los géneros de la época. Su notoria rebeldía y su convivencia con los sectores más progresistas del momento, se manifestó por ejemplo, en una serie de pinturas de desnudos, que denotaba su postura crítica y para nada conservadora, sobre todo, para una mujer de su tiempo”. La especialista ejemplifica lo expuesto a través de una anécdota: el artista Ernesto Soneira, amigo de Rosa, le habían prohibido en 1940 la exhibición de una pintura por contener desnudos. Entonces la pintora con otros artistas vistieron las estatuas del parque Sarmiento con camisones y ropa interior.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital CastañedaJulia Di Rienzo, en su artículo “Audacias sutiles: Tres desnudos femeninos (1930-1950) en la obra de Rosa Ferreyra”, remarca que la artista representó a las mujeres en un tiempo y un espacio contemporáneos junto a objetos cotidianos, lo que las aleja de un ideal clásico o una esencia femenina inmutable. “Teniendo en cuenta que en las convenciones de la representación de la desnudez humana se evidencia el orden simbólico de la cultura de origen y la obediencia o desobediencia a este orden de quién representa, consideramos el discurso subyacente en los tres desnudos femeninos de la pintora como propio de una lucha cognitiva en resistencia a distintos aspectos de la imposición simbólica sobre las mujeres. Estos desnudos se alejan de las convenciones del desnudo femenino en la tradición europea, en la que han sido organizados en función del placer masculino”.