La obra de Esther Barugel: escultura, pasión y resiliencia
Con notable virtuosismo técnico en el bronce, esta “artista espiritual” conquistó a públicos argentinos e internacionales. Fue una artista que exploró la esencia de la humanidad, el amor y la libertad a través de sus esculturas.
Dos obras que muestran las características del estilo de Barugel. Foto: Mutual Art
Buenos Aires fue la ciudad que vio nacer y que, 90 años más tarde, despidió a la artista Esther Barugel, quien dejó para la posteridad una historia que combina resiliencia y pasión por el arte. Al principio, se decantó por la música pero en la escultura encontró su verdad y fue su vía de expresión permanente.
Foto: Zurbarán
A partir de 1960, sus obras estuvieron presentes en las galerías más prestigiosas de Buenos Aires desde donde atrajeron a los interesados por el arte. No solo fue “profeta en su tierra”. A partir de mediados de los años ‘80, también dejó su huella en Francia, donde expuso con regularidad.
Una etapa particularmente interesante de su vida es la que abarca los años 1968 y 1970. Con su esposo, el pintor Nicolás Rubió, trabajó en el Mercado de Abasto donde se sumergió en el universo de los fileteados de carros y camiones. Los datos recopilados derivaron en la exhibición de los Maestros Fileteadores de Buenos Aires. Este rescate del filete fue significativo, dado que este arte singular estuvo a punto de desaparecer.
Foto: Zurbarán
La escultura fue su lenguaje artístico predilecto, presente desde su primera exhibición en la galería Pizarro en 1960, hasta su última creación. “En su obra, las figuras son reducidas a su mínima expresión, formando bloques compactos, grupos indivisibles, en el que cada parte conserva, sólo, aquellos rasgos distintivos que permiten identificar su género y los modos en que cada parte se vincula entre sí”, indica la página Arte de la Argentina.
Alfredo Cernadas la describe como una “artista espiritual”, que creó obras de “rara belleza en las que prima una exaltación de la humanidad, el amor y la libertad”. A la vez, indica que no les faltó fuerza y sensualidad a las dedicadas al amor y la familia.
Foto: Hilario Artes Letras y Oficios
El especialista remarca también que aunque abordó sobre materiales como la madera, el mármol y la piedra, se destacó con resultados de un “virtuosismo técnico asombroso” en el bronce, en gran parte gracias a la “colaboración inestimable del maestro fundidor Rodolfo Buchlass”.
La fuerza de América
El nexo entre Barugel y su marido Rubió con Santa Fe se da, al menos, con una muestra que data del año 1971, de la cual dejó constancia El Litoral en sus ediciones de principios de diciembre de ese mismo año. La exposición se concretó en el Museo Municipal de Artes Visuales estuvo conformada por obras de Rubió y por ocho trabajos en bronce, cemento y piedra de Barugel, más cuatro dibujos ilustrativos acerca de su concepto realizativo.
Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
Al respecto, el especialista Jorge Taverna Irigoyen escribió: “desde hace algo más de diez años que Esther Barujel exhibe sus piezas, especialmente en Buenos Aires. El sentimiento del bloque pétreo ha caracterizado buena parte de su labor. Formas cerradas, de madura vibración interior, han sido continuadas a lo largo de algunas de sus series: ‘Del bien y del mal’, ‘Templos y ruinas’, adquiriendo una esencial coherencia”.
Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
“En general, se desprende cierta idea mineral, aletargada por siglos, frente a estas piezas donde la materia se torna un tanto informe, con algunas sugerentes imprecisiones de superficie, Formas bultuosas (“Hombre piedra”), de una creciente mitología, ofrecen al ojo del contemplador valores que aúnan lo estereognósico-sensorial emergente de la materia, a lo expresivo-sensitivo de ese tratamiento que casi pareciera dado por las fuerzas naturales (viento, aire, agua), antes que por la mano del hombre”, agregó.
Puntualizó en un detalle interesante: “como para más, varias de las piezas son desmontables entre sus partes de adoquín y bronce, este concepto válidamente ‘ecológico’, se afirma y torna más sustancial”.
Y finalizó al señalar que “Templo de las cabezas clavas”, sugerido por una “milenaria costumbre peruana de tallar rostros en las montañas, es una de las piezas que más magnetizan de su conjunto. Es la fuerza de América, el sortilegio de sus costumbres, que Esther Barujel sabe desarrollar con talento”.
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