Un “gran señor de la plástica” en la Santa Fe de los años 30
El pintor Jorge Soto Acebal fue invitado de honor del Salón Anual de Santa Fe en 1935. Un año antes, había obtenido el primer premio en ese mismo ámbito. Horacio Caillet-Bois lo definió con las palabras utilizadas en el título de estas líneas. Soto fue uno de los artistas que revalidó la acuarela en el país. Dedicó a esa técnica sus mayores esfuerzos.
“Paisaje español con construcciones”, de Soto Acebal. Foto: Asociación Civil Arte de la Argentina
La centralidad que tenía Santa Fe en materia cultural en la década de 1930 se expresó en todos los frentes. En el ámbito de la música, basta recordar que durante esos años ofrecieron conciertos en la ciudad el pianista polaco Arthur Rubinstein y el guitarrista español Andrés Segovia. En lo referido a la literatura, disertó la poetisa chilena Gabriela Mistral, ganadora del premio Nobel. El universo del teatro tuvo un nivel altísimo: la actriz española Irene López Heredia, en 1932, describió a “la cordial” como un “chiche” al que se cuida con cariño. Las artes plásticas también ocuparon un rol preeminente. En 1935, el destacado acuarelista Jorge Store Acebal expuso como invitado de honor en el XII Salón Anual de Santa Fe, tras haber obtenido un año antes el primer premio en el mismo ámbito.
Foto: Asociación Civil Arte de la Argentina
Soto Acebal, nacido en Buenos Aires en 1891 ya era para mediados de los años 30 un artista reconocido en los círculos culturales de Argentina y del exterior. Tras una breve formación como dibujante en el campo de la arquitectura bajo la tutela de Alejandro Christophersen (el hombre que creó, entre otros edificios emblemáticos de Buenos Aires el del Café Tortoni), Soto viajó a Europa en los años previos a la Primera Guerra Mundial con el objetivo de completar su formación. Primero estuvo en Francia y cuando estalló el conflicto bélico se trasladó a España y a Italia.
Foto: Asociación Civil Arte de la Argentina
Aunque el paso por el Viejo Continente marcó la inclinación general de su obra posterior, Soto desarrolló la mayor parte de sus trabajos en la Argentina, donde regresó en 1914. Al año siguiente, figuró en la lista de fundadores de la Sociedad de Acuarelistas, Pastelistas y Grabadores. Fue docente, integrante de la Academia Nacional de Bellas Artes y director Nacional de Bellas Artes. En 1936 obtuvo el Primer Premio en el Salón Nacional. Entre sus obras figuran “La jaquette brique”, “Los titiriteros de Oyarzán”, “Susana”, “La mujer del abanico dorado” y los murales “Ofrenda de frutos”, “Principios de la corriente inmigratoria” y “Primer trueque”.
Foto: argentina.gob.ar
Las miradas especializadas sobre la obra de este artista, que falleció en 1974, indican su solvencia para la figura, el paisaje, la naturaleza muerta, el retrato (en especial los de mujeres, en tamaño natural) y el desnudo. Si bien sobrevoló técnicas como el óleo y el temple, se inclinó sobre todo por la aguada. Según la Asociación Civil Arte de la Argentina, el estilo de Soto desarrollado principalmente a partir de la acuarela, “se caracteriza por un costumbrismo romántico imbuido de técnicas impresionistas y postimpresionistas”.
Foto: argentina.gob.ar
“Aristócrata del arte”
En su edición del domingo 30 de junio de 1935, Diario El Litoral dedicó un amplio espacio a un artículo de Horacio Caillet-Bois respecto a la producción pictórica de Soto, invitado de honor de ese año en el Salón Anual de Santa Fe. “Citar a Soto Acebal es referirnos al gran arte de la acuarela en nuestro país. De su maestría admirable en el género, de su devoción incoercible a esa forma de la expresión plástica, proviene, en gran medida, su difusión entre nosotros y a él le debe el alto predicamento de que goza ahora”, señaló el especialista.
Foto: Archivo
“Soto Acebal no anduvo en tanteos escolásticos ni en declamaciones estériles para hallar su camino. Fue directamente a él desde el primer momento, no obstante que también cultivaba esporádicamente el óleo y las distintas especies de la pintura. Sintió, desde sus primeros pasos, la inclinación natural hacia la acuarela que se amoldaba mejor, dentro de sus tintas que son como las joyas para el orfebre, a las modalidades de su espíritu privilegiadamente aristocrático”, añadió.
“No se trata aquí, desde luego, de aristocracia de sangre ni de casta. Se trata de esa condición esencial del artista verdadero que le hace percibir inmediatamente la línea armoniosa de lo bello y comunicarla, en función de su belleza, para el ojo observador. Este don sobrenatural tiene su principio y su fin en el espíritu del artífice, existe dentro de él aunque él mismo lo ignore, le señala entre las gentes aunque él no lo pretende”, siguió.
Foto: Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
“Hay, pues, un mundo, aparte del que surgen las obras creadas por la inteligencia. En este mundo se define la aristocracia a la que nos referíamos. Por esta misma razón hablan los artistas de ‘incomprensión’ con más verdad de la que generalmente suponemos. Su mensaje no es comprendido siempre. Porque, como al ángel caído en la tierra de la novela de Wells, y no obstante su apariencia humana, el vulgo ‘municipal y espeso’ le encuentra algo distinto y esotérico que le inspira desconfianza o miedo”, agregó Caillet-Bois.
Foto: Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
“En este sentido es Jorge Soto Acebal un aristócrata del arte, Su pintura al agua, lo mismo que sus témperas y sus dibujos acuarelados, tienen un sello de señorío, de dignidad y de grandeza que los hace inconfundibles. No se ajusta exclusivamente al espíritu incisivo del arte francés, ni a la descripción y la anécdota del inglés ni a la preocupación excluyente del gótico en cuanto al logro del volumen y del carácter en el menor número de pinceladas. Participa de todas las escuelas sin pertenecer a ninguna”, finalizó.
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