Ernesto Farina: el pintor de los suburbios cordobeses
Su obra, influenciada por su formación en Europa y enraizada en la poesía del paisaje cordobés, lo llevó a ser reconocido tanto por su arte como por su labor educativa.
Óleo sobre tela de Ernesto Farina, sin título. Foto: Arte de la Argentina
El domingo 25 de Mayo de 1947 quedó inaugurado el XXIV Salón de Bellas Artes en el Museo Provincial Rosa Galisteo. Participaron artistas de la talla de Miro Bardonek, Miguel Victorica, Juan Carlos Castagnino y Agustín Zapata Gollán. Pero esta vez se posará la mirada sobre otro de los presentes, que obtuvo el premio Salvador Macagno por su óleo titulado “Aledaño cordobés”. Se trata de Ernesto Farina, pintor argentino nacido en Luque, a 100 kilómetros de la capital cordobesa, en agosto de 1912.
Arte Hispano
Farina inició su formación bajo la guía de Carlos Camilloni en la Academia Provincial. Este influjo será significativo más adelante para Farina, ya que Camilloni trabajó sobre panoramas serranos y fue uno de los iniciadores del paisajismo en la vecina provincia. En 1930, su camino artístico lo llevó a Europa. Influenciado tanto por Cézanne como por los cubistas, regresó al país en 1938, con una nueva perspectiva que derivaría en nuevos recorridos para su obra. Las sierras de Córdoba, pero sobre todo las azoteas, esquinas y patios de los suburbios se convirtieron en sus musas, plasmadas en sus trabajos junto a composiciones y naturalezas muertas que reflejan su entendimiento de la estética y la técnica.
Estimarte
Fue parte de la llamada generación del ‘40, en la cual también aparecen nombres como Horacio Álvarez, Alejandro Bonome, José Cárrega Núñez, Egidio Cerrito, Jorge Horacio Córdoba, Alberto Gastaldi, Esteban Olocco, Manuel Reyna, Martiniano Scieppaquercia, Armando Sica, Roberto Viola y Luis Waisman. Realizó, a la par de su producción pictórica, una labor educativa que se puede rastrear en instituciones como la Escuela Provincial de Bellas Artes “Dr. Figueroa Alcorta” y la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba. Fue maestro de artistas como Antonio Seguí, escultor, artista plástico e ilustrador cordobés que con el tiempo pasaría a ser uno de los más importantes artistas argentinos del siglo XX.
Museo Nacional de Bellas Artes
A lo largo de su carrera, Farina participó en muestras tanto en Argentina como en el extranjero, desde la Bienal de Venecia hasta la Fundación Lorenzutti para sus “Panoramas de la pintura argentina”. Sus obras siguen presentes en museos de distintas provincias argentinas, incluso en el Museo de Arte Moderno de Bruselas. Así, podría considerarse como uno de los que llevó la belleza de las sierras cordobesas al mundo. Falleció en la ciudad de Córdoba el 13 de marzo de 1988.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
La razón poética del paisaje
En el texto 120 años de pintura en Córdoba, perteneciente al Museo Caraffa y firmado por la profesora Nelly Perazzo señala que “a Ernesto Farina le ha cabido un rol protagónico como artista y como docente en la objetivación de una inédita visión del paisaje cordobés. Después de ser alumno de Carlos Camilioni en la Academia Provincial, partió a Italia siendo muy joven, donde permaneció durante ocho años. Este largo período le permitió además de la frecuentación de los clásicos, sobre todo Giotto, ponerse en contacto con los artistas que estaban revolucionando el arte italiano del momento: De Chirico, Carrá, Arturo Marini, Giacomo Manzú, Marino Marini”.
Colección Efrén Artero
“Cuando Farina regresa a Córdoba, fascinado por la dimensión conceptual que había adquirido su pintura, se aboca a dotarla de un acento local. Así comentó: “Creo que fue uno de los primeros y más importantes descubrimientos que hice. Esa forma primaria y primitiva del paisaje, incluso del paisaje humano, del modo de vivir, de la casita, del entorno en esta inmensidad, me hicieron pensar que aquello no era simplemente un tema de Córdoba sino un tema de todo nuestro interior”, agrega. “Así trabaja ‘para descubrir la razón poética de ese paisaje’, desechando todos los elementos culturales que son ajenos a ese objetivo. “Si lo metafísico está en el paisaje yo lo percibo y si está en mí, lo uno”. Y así recupera el ‘sentimiento de infinito, de distancia, del silencio’ que había experimentado en su infancia”, explica luego.
Museo Rosa Galisteo
“Sus terrazas, los paisajes de los alrededores de la ciudad, las calles desoladas, son transfigurados por su tratamiento del espacio y la luz. Elevados a una realidad propiamente plástica donde se unen la geometría y el misterio. Añade así un hito definitivo a la línea de pintores del paisaje cordobés que captan acentos reveladores de profunda poesía. Y el hecho que Bonevardi, Pont Vergés, Cuquejo, De Monte, Rabinovich, lo hayan reconocido como maestro, indica una continuidad que insta a la reflexión”, cierra.
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