El día que la calle San Martín se pobló de pequeños pintores
Fue el sábado 22 de noviembre de 1958. Más de 1500 niños de entre 6 y 14 años se dispusieron a lo largo de esa arteria de la ciudad. Por varias horas plasmaron en sus lienzos aspectos vinculados al movimiento en esa zona céntrica.
“El maravilloso ambiente de la percepción infantil fue expresado por cientos de manos esmeradas cuyo trabajo siguió un público atento y curioso”, señaló El Litoral. Foto: Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
Si el santafesino lector de estas líneas tuviese acceso a la decimonónica máquina del tiempo ideada por H.G. Wells o al más moderno Delorean diseñado por el Doc Brown, pudiese viajar 65 años atrás en el tiempo y caminar por la calle San Martín el sábado 22 de noviembre de 1958, se hubiese encontrado con una postal muy pintoresca, una especie de escuela de arte “a cielo abierto”. Ese que durante aquella lejana jornada de primavera, cerca de 1500 niños de entre 6 y 14 años se apostaron a lo largo de la céntrica arteria para realizar en sus hojas en blanco, composiciones plásticas inspiradas en la contemplación de todo el “vasto mundo físico de formas, líneas y colores” que los rodeaban.
Foto: Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
Aquel ejercicio colectivo dirigido a los infantes, estuvo auspiciado por la Asociación de Amigos de calle San Martín (entidad que todavía sigue en funcionamiento). Y contó con la colaboración de la asesoría técnica de dibujo del Consejo General de Educación. Ida Morini, por entonces secretaria de los Clubes de Niños Pintores, dirigió todas las acciones desde el local de la librería Colmegna. En sus manos quedó la distribución de las hojas, la recolección de los trabajos y la respuesta a las consultas de docentes, padres y niños.
Automóviles, edificios y cartelones fueron algunas de las formas físicas que eligieron aquellos pequeños artistas de antaño, que utilizaron para sus trabajos tanto el lápiz como el pincel. “Hubo quien concentró su trabajo en la reproducción cuidadosa del objeto y quien dejó suelto su gusto por el color”, consignó Diario El Litoral en una crónica publicada por aquellos días. El universo que gestaron fue heterogéneo: incluyó tanto dibujos pequeños y grandes, coloreados y en negro, estáticos o bien cargados de ritmo.
Foto: Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
Con el espíritu de Utrillo
Los laboriosos pintorcitos arrancaron su labor a las 8.30 y para las 10 de la mañana ya eran varios los trabajos concluidos. El cronista de El Litoral se sorprendió por la diversidad de lo expuesto. “Pudimos observar composiciones que recordaban al tierno Duffi, trabajos realizados con pulcritud, manchas de acuarelas en las cuales a grises cenicientos se les habían opuesto rosas o verdes suaves o a tenues azules amarillos vibrantes. Todo el mundo mágico del color había sido invadido por la imaginación infantil”, señaló.
Inclusive, el autor de las líneas que plasmaron aquella actividad de 1958 destacó que algunas de las perspectivas le hicieron recordar a Maurice Utrillo, el francés considerado como el pintor de Montmartre por excelencia. “Aunque no aparecieron las calles húmedas de París se pudieron observar esquinas muy conocidas de Santa Fe”, apuntó el periodista.
Las perspectivas de Utrillo, el pintor francés que inmortalizó Montmartre, fue una referencia que apareció en algunos de los trabajos de los pequeños pintores santafesinos. Foto: Archivo El Litoral
Los participantes en la iniciativa, eligieron múltiples posibilidades, pero fue interesante un grupo que asumió el desafío de abordar el tema aéreo de las torres de la iglesia del Carmen, en la esquina de Rioja y San Martín.
Construir cultura
“En general la laboriosidad de la mañana que cubrió las veredas de calle San Martín indica que aquella que fue apenas semilla para desarrollar en los niños el gusto pictórico ha dado ya frutos que positivamente ayudan a construir la cultura local”, destacó El Litoral.
La actividades fueron dirigidas desde el local de la librería Colmegna. Foto: Archivo El Litoral
La iniciativa no fue flor de un día. Luego de recolectar la totalidad de los trabajos, los organizadores hicieron una selección y expusieron las obras elegidas en un local céntrico. No obstante, no se otorgaron premios materiales a los mejores dibujantes, sólo recibieron certificados que destacaron los méritos respectivos. “Esto salva del vano estímulo y crea en el niño una vocación limpia y definida”, afirmaron los impulsores.
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