La obra de Ricardo Supisiche se puede contar en tres actos. Estos actos corresponden a la historia de vida de un individuo que encuentra en el arte una misión trascendental: completar la realidad con obras que ofrecen un modo de mirar el mundo.
La obra de Ricardo Supisiche se puede contar en tres actos. Estos actos corresponden a la historia de vida de un individuo que encuentra en el arte una misión trascendental: completar la realidad con obras que ofrecen un modo de mirar el mundo.
El primer acto es una iniciación llamada pintura. Se trata del proceso de formación en la disciplina artística y se titula "realismo".
Supisiche encuentra en la isla el motivo central de su trabajo. Esta elección corresponde a la búsqueda de una identidad pictórica ligada a la geografía del litoral fluvial a la que pertenece el artista.
Esta primera etapa de su trabajo es meramente descriptiva. Es una pintura de carácter realista que refleja la vida del isleño. Observamos su entorno físico (el arenal, albardones, barrancas, rancho), las herramientas de trabajo (redes, canoas, cajón de pesca); narra la realidad social en un entorno natural un tanto idealizado por el cromatismo de sus obras. Supisiche pinta la isla como queriéndola embellecer. Se detiene en todo detalle que hace a la vida en la isla: retratos de isleños con pañuelos y sombreros sobre sus cabezas, escenas que describen el trabajo de pesca principalmente, el paisaje con sus accidentes geográficos e imágenes de la vida cotidiana cargadas de elementos sin lugar al vacío. Supisiche pinta la realidad que sus ojos ven sin llegar a consumar un lenguaje artístico que trascienda la excelencia del oficio.
El segundo acto es una conversión radical al arte. Ricardo Supisiche deja de pintar para hacer arte y se titula "metafísica".
En el año 1951 realiza un viaje a Italia. La experiencia es determinante; el contacto con ese mundo cultural en general y el arte en particular, lo cambiará para siempre. La obra de Carlo Carrá y Mario Sironi (primeramente futuristas y luego metafísicos) impregnan en Supisiche el marco conceptual que hará trascender su obra en una suerte de pasaje que va de lo particular a lo universal.
Ricardo Supisiche sigue con el tema "isla" pero ahora lo que hace es arte en clave metafísica. La isla deja su condición real para transformarse en un espacio vacío, silencioso y lejano cuya iluminación es irreal generando atmósferas enigmáticas.
Para lograr esto, Ricardo Supisiche realiza tres operaciones fundamentales: la primera y esencial fue elevar la línea del horizonte al tercio superior del campo pictórico. La segunda operación fue la de reducir la cantidad de elementos en cada composición valiéndose por lo general de esquemas de triangulación. Tres elementos permiten gran variedad de composiciones siendo dinámicas y equilibradas al mismo tiempo. Y la tercer operación es un progresivo desdibujar de las figuras para llegar a formalizaciones muy sintéticas en una suerte de "minimalismo" expresivo. Los elementos ya son simbolizaciones antes que representaciones y en muchos casos resultan obras completamente abstractas.
Todas estas operaciones fueron efectuadas en innumerables cantidad de obras con infinidad de variantes. Esto configura un código lingüístico específico que hace al arte y que el genio creador de Supisiche sitúa en el Litoral pero universalizándolo al mismo tiempo. La obra de Ricardo Supisiche pertenece ahora a la historia grande del arte argentino y tiene reservado un capítulo fundamental en la escuela del litoral.
El tercer acto es la consagración. Ricardo Supisiche consagrado al arte y por el arte, comparte con absoluta libertad creadora, una mitología personal de seres y misterios de un lugar que conoce en profundidad. Este acto es decididamente "surrealista".
Metafísica y surrealismo tienen muchas cosas en común; a veces confluyen en una misma obra. En el período metafísico de la obra de Supisiche ya podíamos observar obras de carácter surrealista. El surrealismo figurativo es una vertiente dentro del movimiento surrealista que se caracteriza por el uso de formas y figuras reconocibles pero compuestas de modo que configuran escenarios oníricos, a veces absurdos, irracionales o alejados de la verosimilitud y en muchos casos vinculados a los sueños.
La obra titulada "El nacimiento de un fantasma" es la clave para entender este período. En dicha obra, el arenal que abarca la totalidad del plano, presenta una serie de grietas; la más importante y profunda sugiere una calavera. A partir de este momento el escenario creado por Supisiche, comienza a poblarse de ánimas, fantasmas y figuras como salidas debajo del arenal. Incursiones en la isla, cuentos y anécdotas en noches de reuniones y peñas con amistades del lugar, fueron alimentando y enriqueciendo su narrativa pictórica. Supisiche se vale de un sin número de metáforas utilizando un lenguaje artístico que permite excesos. Reinventa una vez más la isla que ama.
Este es el momento en que el artista cuenta lo que necesita contar. Su obra ya fue consagrada y lo tiene todo permitido. Como diría Walt Whitman: "es la hora de las grandes confidencias, de decir grandes cosas al oído, no se las diría a cualquiera, pero a ti sí te las digo".
Ricardo Supisiche deja un inmenso legado artístico; sus obras son íconos de nuestra cultura. En lo personal, pienso en su obra como una bitácora de viaje por la condición humana.