Pinceles estivales: cuatro pinturas que capturan la esencia del verano
Desde las playas norteamericanas de Edward Henry Potthast hasta la sutil melancolía costera de Eugéne Boudin y la destreza de Sorolla, el artículo revisa a cuatro destacados artistas que trasladaron al lienzo la atmósfera estival y las costumbres asociadas a la época del año.
Obra de Edward Henry Potthast. Foto: Carmen Thyssen Collection
En un diálogo entre el pincel y la luz, artistas de diversas épocas y estilos decidieron utilizar el verano como fuente de inspiración para sus obras. Desde paisajes bañados por el sol hasta la evocación de la despreocupada atmósfera estival, las creaciones artísticas remiten a la belleza efímera de los meses cálidos. En las líneas que siguen, se abordan cuatro obras que, con maestría y sensibilidad, intentan capturar la esencia de la estación del año que se caracteriza por el calor y el disfrute.
Edward Henry Potthast fue un pintor estadounidense cuyo trabajo puede ubicarse dentro de los movimientos impresionista y postimpresionista. Parte de su formación se produjo en Europa y allí tomó contacto con las obras de los maestros impresionistas franceses. Sus pinturas suelen transmitir alegría y vitalidad. Potthast se destacó por la representación de escenas al aire libre, especialmente en la playa, donde aparecen personas de distintas edades que disfrutan la playa, el mar y el sol.
Obra de Eugene Boudin. Foto: National Gallery Londres
Alrededor de 1915, comenzó a tomar como motivo para sus pinturas las playas cercanas a Nueva York, que según los expertos ofrecen un vínculo con el trabajo desarrollado casi en forma contemporánea por el español Sorolla, que había expuesto en Estados Unidos en 1909. Su óleo sobre panel titulado “Beach Scene” es una buena síntesis de esta vertiente. Es una postal de una tarde veraniega que además de ser un vívido ejemplo del movimiento al cual adscribe Potthast, representa un documento interesante respecto a la costumbres y la indumentaria de la época.
El francés Ernest Ange Duez se decantó sobre todo por las escenas de género, retratos, paisajes y temas religiosos. Su estilo osciló entre el academicismo y el impresionismo, en 1879 pintó el “Tríptico de Saint Cuthbert”, su obra más conocida. Fue un admirador de la obra de Édouard Manet, Claude Monet y Edgar Degas, a pesar de que utilizó colores más tenues que aquellos. Su obra “En la playa”, es un óleo sobre tela que representa un pasaje costero, que se hace eco de una actividad creciente sobre finales del siglo XIX (la obra data de 1887) y que tenía que ver con la popularización entre las clases sociales pudientes europeas de concretar sus vacaciones a orillas del mar. Esto dio pie a muchos artistas para trabajar sobre estos temas.
El óleo de Duez muestra, en primer plano, a dos mujeres que intentan aprovechar el día de playa pese a que, se percibe, es una jornada gris y ventosa. Lo que sobresale es la documentación de la vestimenta que, inclusive en momentos informales, se veían obligadas a utilizar las mujeres como derivación de las estrictas costumbres de la época.
Obra de Duez. Foto: Archivo
A Eugéne Boudin, nacido en 1824, se le reconoce el mérito de haber estado dentro del primer grupo de pintores paisajistas franceses que se dedicaron a realizar sus obras al aire libre. Él mismo señaló, según figura en la página web de la National Gallery de Londres que “todo lo que esté pintado directamente y sobre el terreno, tendrá una fuerza, una potencia, una vivacidad que no se encuentran en el taller”. Su trabajo fue influyente para los artistas que luego se adscribieron al impresionismo. Su práctica de trabajar al aire libre resultó central para un movimiento que le otorgaba una valor significativo a la representación directa de la luz y la naturaleza. En particular, Boudin se decantó por paisajes marinos, como el que aparece representado en “La playa de Tourgéville-les-Sablons”, de 1893.
“Si confeccionáramos una lista con los pintores de la historia que mejor han retratado las nubes, el paisajista francés Eùgene Boudin ocuparía un lugar muy destacado. Muchas de sus pinturas sobresalen por los cielos y por las formaciones nubosas contenidas en ellos. Este cuadro es un buen ejemplo”, señaló José Miguel Viñas.
Obra de Sorolla. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba
Joaquín Sorolla (a quien se le dedicó espacio en esta misma sección, cuando se recordó la muestra de arte español realizada en el año 1927 en el Museo Rosa Galisteo) fue reconocido en vida como “el pintor de la luz”. Algo que este referente del impresionismo en España llevó a sus retratos y a sus escenas costumbristas. En particular, este artista encontró inspiración en diferentes puntos costeros de su país, donde solía ir con su familia en la temporada estival. Creó numerosas escenas de playa en las cuales puso en juego su destreza y su amplia paleta.
Su obra “Verano”, de 1904, en la cual los integrantes de una familia (una madre y sus hijos de diferentes edades) con indumentaria de la época, se bañan en el mar es un buen resumen de la faceta que cultivó el pintor. Los niños más pequeños son los únicos que aparecen desnudos o con poca ropa, mientras que la madre, los hijos mayores y las personas que se ven más atrás se adentran en el mar con ropas largas y que vistas en perspectiva resultan incómodas para tales menesteres. Lo más interesante es como Sorolla presta atención a los detalles y a los gestos de los protagonistas.
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