Viernes 1.9.2023
/Última actualización 10:51
Hay un raro privilegio que a veces llegan a tener las obras de arte: pasan a ser conocidas más allá de la persona que las concibió. Así, por ejemplo, es difícil encontrar una persona que vea una imagen de “La joven de la perla” y no le resuene en algún lugar de su memoria. Pero, seguramente, son menos los que recuerdan que su creador es el holandés Johannes Vermeer. Es el caso de la brasileña Tarsila do Amaral, que nació hace justo 137 años (el primer día de septiembre de 1886) en el interior del estado de San Pablo. Existen tres o cuatro obras que llevan su firma que hasta el espectador más distraído es capaz de identificar, aún sin saber que provienen de las lúcidas manos de la pintora.
"La negra" (1923). Foto: Colección Museu da Arte Contemporãnea da Universidade de São PauloCorresponde mencionar algunos datos biográficos de Tarsila do Amaral, que están mencionados en la página web del Museo Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Se pondrá hincapié en aquellos que se vinculan con su formación artística, que incluye cursos de escultura y pintura y un viaje, en 1920, con destino a París. Con esa impronta, regresó en 1922 a su país donde integró el llamado Grupo de los Cinco, con Mario de Andrade, Oswald de Andrade, Menotti del Picchia y Anita Malfatti, quienes habían participado de la Semana de Arte Moderno en el Teatro Municipal de San Pablo.
En 1923, nuevamente en París, frecuenta el taller de los cubistas André Lhote, Albert Gleizes y Fernand Léger. En 1924 un viaje por el interior de Brasil derivó en su período “Pau Brasil” de Tarsila y en su participación en el manifiesto escrito por Oswald de Andrade. En la década siguiente, su obra adquiere un impulso de carácter social. Más adelante, incorporó una faceta de cronista de arte (actividad que no le impidió continuar pintando) y ya en el final de su carrera, dado que falleció en 1973, intervino en las Bienales realizadas en las ciudades de Sao Paulo y Venecia.
Expuesta en el Malba la pintura "Abaporu" fue adquirida en 1995 por cerca de 1,5 millones de dólares por el empresario Eduardo Constantini. Foto: Malba¿Por qué se valora tanto a esta pintora, a la cual inclusive el canal argentino Paka Paka le dedicó un capítulo de “La asombrosa excursión de Zamba? Es que cumplió un papel central en la evolución del arte latinoamericano. Aparece en perspectiva como una de las piezas clave del movimiento modernista. En sintonía con otros artistas, introdujo un nuevo enfoque en el arte brasileño, rompiendo con las convenciones académicas y buscando una identidad artística nacional única.
“A la vuelta de su segundo viaje a Francia en 1920, no volverá a ver del mismo modo su São Paulo natal. Se trajo la cafeína creativa de aquel hervidero de novedades. Aplicó las enseñanzas constructivas del cubismo, del fauvismo y del surrealismo al chamizo brasileño, a la floresta, a sus cielos cerúleos, a la negra exuberante. Se llevó Tarsila do Amaral la vanguardia de lo elemental a la barroca América y entendió todo lo local, todo lo primigenio, como un gran hallazgo estético”, expresó Alvaro Cortina en el artículo “Tarsila do Amaral: modernidad devorada por la tradición”, publicado por El Mundo en 2009.
En efecto, desarrolló un estilo vanguardista en el cual mixturó elementos del arte europeo con motivos autóctonos de su país. Este reflejo de la identidad brasileña, donde los paisajes, figuras y elementos folklóricos ocupan un lugar central, ayudó a reafirmar y proyectar a Brasil en un momento en que ese país intentaba encontrar un lugar propio en términos artísticos.
"Autorretrato con abrigo rojo" (1923). Foto: Colección Museo Nacional de Bellas ArtesLa obra más representativa de Tarsila se titula “Abaporu” (que come carne humana, en lengua guaraní) (1928), un verdadero ícono del arte carioca. Es una figura humana de formas alargadas, en cuya impronta se leen las influencias de las culturas indígenas sudamericanas. Guillermo López Mao, en historia-arte.com señala que “Abaporu” es “una obra clave que inauguró uno de los movimientos artísticos más importantes en Latinoamérica: la antropofagia”.
“Andrade, se inspiró en esta tela para crear el Manifiesto Antropófago, pieza conceptual y fundamental que dio lugar al modernismo en Brasil y que consiste en ‘canibalizar’ el arte extranjero y crear junto a características y elementos de la cultura local un nuevo tipo de arte. Así la cultura popular brasileña se mezclaba con las influencias europeas para crear obras, que sin perder su identidad indigenista, y tras su ‘digestión’ darían lugar a una identidad distintiva, algo típicamente brasileño”, agrega López Mao.
"Antropofagia" (1929). Foto: Fundação José e Paulina Nemirovsky, São Paulo.Además de “Abaporu”, Tarsila do Amaral concibió otras obras que, con justicia, se transformaron en icónicas. Una de ellas es “La negra” (1923), una figura femenina en una posición rítmica y dinámica, que rompe los estereotipos de belleza y enfatiza en los elementos de la cultura afro-brasileña.
"Pescador, 1925". Foto: The State Hermitage Museum, St. Petersburg de Rusia“La negra de Tarsila de Amaral, pintada en 1923, se podría encuadrar dentro de esa necesidad de volver a una casa con mucho de regreso a los orígenes. En el cuadro, una mujer de rasgos afrodescendientes se recorta sobre un fondo geométrico que recuerda a las obras de Mondrian y establece con la figura informe un contraste inesperado, impensable en la creación europea de esos años para la cual abstracción y figuración eran compartimentos estancos”, escribió Estrella de Diego en un artículo publicado en 2018 en el portal de El País.
A la lista, se podrían sumar “Antropofagia” (1929), representación simbólica del concepto de “antropofagia cultural” propuesto por el escritor Oswald de Andrade. “Operarios” (1933), que muestra a los trabajadores urbanos en un entorno industrial. “O Mamoeiro” (1925), donde se inspira en una planta autóctona de Brasil y “Carnaval em Madureira” (1924), que se hace eco del carnaval carioca.
"Study Academy No. 2" (1923). Foto: ArchivoEl trabajo de Tarsila do Amaral influyó en generaciones posteriores de artistas brasileños y latinoamericanos, en especial por su audacia, su experimentación y su compromiso con la cultura local. Todos los artistas latinoamericanos que, después que ella, quisieron hallar enfoques más modernos y auténticos tuvieron alguna gravitación de Tarsila, quien sin dudas abrió nuevos caminos.