“Mi obra se basa en mostrar el color”, afirma orgulloso el artista santafesino Santiago Iriel. Algo que ya destacaba Melisa Madero en el catálogo de la muestra “Naturaleza viva”, que se exhibió en 2019 en el Museo Municipal de Artes Visuales “Sor Josefa Díaz y Clucellas”: “Santiago recorre a través de sus años como ‘pintor’, el conocimiento metódico puntual del color, característico en sus obras; y el perfecto manejo de detalles que definen su excelente calidad neo-realista plástica”. Dicha exposición se convirtió en un punto de inflexión, al pasar de las representaciones del mundo vegetal al animal.
Así lo cuenta: “Yo trabajo de una manera muy lineal desde siempre, desde que arranqué con un estilo de flores: me aboqué mucho a eso, flores de distintos tipos, distintos formatos; de manera conceptual y a la vez estética. En un momento me sentí atado a las flores, y quería ver de qué manera hacer otra cosa sin traicionar eso: no salir con un retrato, por ejemplo. Buscar una salida de eso, pero sin negarlo, y llevándolo al mismo tiempo”.
Y agrega: “A partir de ahí surgió, en 2019, una muestra donde un poco se engloba todo ese proceso: desde las flores comencé a hacer insectos, mariposas, sapos. Desde las mariposas y los insectos aparecieron los sapos; después aparecieron los pájaros: fue todo un proceso”.
-Claro. En “Naturaleza viva” había flores y una serie de animales distinto tipo: pájaros, insectos, e iba un mono; y al final lo saqué, porque era un mamífero. Yo decía: “No es el momento de incluir un mamífero”, porque estaba con ovíparos. Mirá la neurosis... Pero es una neurosis que hace que cuando uno ve la obra tenga una cohesión, una coherencia, un sentido, una línea.
Eso es lo que provoca el estilo, más allá de lo visual: si yo pinto un elefante y a la vez pinto una mariposa de acá es raro.
-Que tenga la identidad de un ciclo.
-Claro, como que se te van abriendo las puertas. En el 2019, cuando hice esta muestra, había una pared muy grande, y quería que eso impacte al que entraba. Y surgió una obra que se llama “Estampida”, que eran unos toros: ahí fue el momento de hacer los mamíferos. Ahí nacieron los perros, que ahora estoy mostrando; en ese momento eran perros quizás más particulares, más agresivos: buscando el efecto de los toros, llevarlo también a eso, a que te avasalle el animal.
Mamíferos y peces
-El perro con fondo amarillo estuvo en la muestra en el Palacio Barolo.
-Exacto. Buscaba eso, y ya hoy trasciendo un poco esa intención: me quedo con el animal, con el perro, con una cuestión contemplativa. En el caso del salchicha (que es Lorenzo mi perro) está con una onda más violenta, pero es un perro bueno: ya no es aquello.
Sí me gusta el hecho de trabajar con lo propio, con lo que nosotros tenemos. Por ejemplo, el aguará guazú es un animal que apareció acá en la General López. Me encanta eso: tratar de escarbar en lo nuestro.
-Tiene una forma muy particular de caminar.
-Es una cosa rara: tiene una elegancia... y es el animal que motiva la leyenda del lobizón: por las patas largas, en el campo antes lo veían pasar y pensaban que era un hombre transformado en perros, en lobo. A mí me encanta la historia. Al mismo tiempo me gusta yuxtaponer lo que prácticamente la fotografía, llevarla a un fondo plano: llevarlo a otra cosa, jugar con una contraposición que hasta invita a sentir una cuestión digital.
-Es fotográfico, pero en un color distinto al natural.
-Es el primero de una serie: va a ser exactamente la misma imagen y va a ir cambiando el tono. Siempre el mismo fondo, y va a ser en amarillo, en rojo, en violeta, en verde, y va a ser cuasi natural: con el color rojo, el cuero blanco, las patas negras. Es una serie que serán seis, así con el estilo de los peces, pero solamente van cambiando el color.
-Un Andy Warhol, una cosa así. Bien naturalista de lo que es el animal, puesto en el vacío.
-¿Cómo aparecen los peces, después de los mamíferos?
-Al mismo tiempo. En realidad, fue después; pero repito, yo vengo como con una valija, llenándola de cosas. Sigo pintando flores, quizá ahora más integradas a una composición, no tanto la flor sola. Ya puedo hacer cualquier cosa, estoy más libre; todavía no hago figura humana, porque no entré en esa faceta de interés.
-También son nuestros peces.
-Sí, este (en referencia a uno de los que forma la serie “Peces”, por la que obtuvo el premio adquisición otorgado por Santa Fe Arte en la reciente +Feria de Arte Contemporáneo) no sé si es nuestro, autóctono, porque me parece que es un pez de mar: lo que busco es la forma. Tengo pensado hacer una mojarrita, y ahí sí va a ser nuestra, va a ser Costanera santafesina (risas), va a ser una mojarrita de fritanga.
-En cuanto a la técnica, es todo óleo.
-Es todo óleo sobre tela, porque en un material con el que estoy cómodo: me gusta el proceso, me gusta que tarde en secar, me da tiempo...
-Hay que preparar el bastidor...
-Eso sí que es tremendo para mí: es la peor parte; pero en un punto me gusta. Ya te digo: el tema de que uno prepara el color y pinta al otro día a mí me encanta; si trabajás con otro material por ahí “te corre”, se seca. Además, el resultado final del óleo, para mí que me gusta la pintura, es superior en cuanto a técnica, también en cuanto a materialidad: me gusta más.
-Y permite la corrección.
-Claro. El óleo es muy noble, y está re bueno por eso.
Líneas previas
-Yo dibujo desde que me acuerdo, desde que tengo consciencia: de los tres años para acá dibujé siempre. Hoy ya no dibujo, hoy pinto; pero hasta los 18 años dibujaba todos los días. Hice el secundario en la Mantovani, con orientación docente; después hice el profesorado, y luego la facultad de Humanidades y Artes en Rosario, en la UNR.
Y a partir de ahí sigo; ojo, siempre me quedó una materia, siempre me colgué, porque me fui de viaje. Por ejemplo, en la Mantovani tengo el profesorado de nivel primario completo, me fui de viaje cinco años y cuando volví ya no lo podía actualizar: me faltaba hacer una práctica. Tenía que recusar todo y dije “chau, no voy a dar clase, a mí lo que me interesa es la producción”.
-Decís que ya no dibujás...
-Nunca fui dibujante: el dibujante tiene una paciencia que yo no tengo. Tengo mucha paciencia con el óleo, pero el dibujo no es para mí.
-En ese marco, ¿cuánto hay de boceto previo?
-Todo: trabajo el boceto lo hago con fotografías de la computadora. Las líneas que se ven son trazos de mouse; hay bocetos que los hice en el teléfono, con el dedo. Me interesa que eso se vea: es quizá al lado más contemporáneo de lo que hago. Que se vea la imagen pintada, pero que tenga una onda digital.
-Hay un original digital y lo que hacés es retratarlo.
-Claro, lo hago exacto. Lo digital me permite mover, cambiar, acomodar y corregir: soy demasiado hincha con la composición: cada raya, cada línea, no es al azar; hago cien y me quedo con una. Entonces en lo digital lo corregís. Cuando he pasado la imagen y por casualidad no le di importancia a una línea que se corrió dos milímetros, me volvió loco. Cuando no funciona se corrige; pero la parte más creativa está en lo digital para mí: en mi trabajo, en el proceso de diseño.
Una vez que tengo el diseño ya está. Porque además cuando lo diseño sé lo que se puede hacer y lo que no: hay colores en la computadora que son bárbaros, los violetas son geniales, y a la hora del óleo son colores que no existen. Entonces te enamorás de algo que no vas a tener después; y viceversa también.
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