El enigmático mundo de la "bruja surrealista" de Chicago
En sus cuadros, gatos negros, puertas cerradas y lunas crecientes revelan un mundo de ensueño. Su pintura era, par muna extensión de su mundo interior.
“La condesa Nerona”, de Gertrude Abercrombie. Foto: Colección particular
“Una bruja bohemia autodidacta que se codeaba con las principales luminarias del jazz de su época también era una pintora consumada”. Así describió Neda Ulaby, en un artículo publicado por la National Public Radio, a la artista plástica Gertrude Abercrombie, nacida el 17 de febrero de 1909.
Abercrombie fue una de las surrealistas más intrigantes del siglo pasado. Su obra se caracteriza por escenarios oníricos, minimalismo simbólico y colores sombríos que dan idea de misterio y melancolía.
Colección particular
“El surrealismo está hecho para mí porque soy una persona bastante realista, pero no me gusta todo lo que veo. Así que sueño con que cambie”, afirmó una vez, según consta en la página web del Instituto de Arte de Chicago.
Mostrar los rincones
Creó un universo pictórico propio, donde predominan las casas solitarias, las lunas crecientes, las puertas abiertas y los gatos negros. Estos elementos simbolizaban su personalidad y experiencias, vinculadas con el aislamiento y la introspección.
Smithsonian American Art Museum
Valeria Muzzio en El ojo del arte lo indica. “Una pequeña habitación dolorosamente vacía y agrietada por el encierro, otras veces habitada por mujeres sombrías, es lo que persiste a lo largo de la obra de Gertrude Abercrombie”.
“Son esos rincones que nadie mira, pero que ella insiste en mostrar, puertas sin bisagras que no parecen abrirse; gatos, búhos y escobas olvidadas, objetos que lejos de desaparecer una vez plasmados, son reelaborados amparados por la magia del surrealismo”, agrega.
Art Institute of Chicago
“Sus pinturas son las visiones del mundo en el que habita la artista, metáforas de una fragilidad primaria que creció hasta convertirse en arte”, remarca.
Autorreferencial
Otro de los motivos recurrentes de la artista es su propia figura. Se retrataba con frecuencia en sus cuadros como una mujer alta y delgada, con vestidos largos y sombreros puntiagudos que refuerzan su imagen de ‘bruja surrealista’.
Art Institute of Chicago
Guadalupe Treibel señala que en el “intrigante universo” de Abercrombie, entre otras cosas, “está ella misma frente a un espejo que le devuelve la imagen de un señorial gato negro, sentado con la natural elegancia de su especie”.
“Sus autorretratos son poco halagadores, no se asemejan del todo a la realidad, y es que -según señaló alguna vez la crítica- Abercrombie no intentó capturar sus rasgos físicos sino representar su estado emocional y mental”, agrega.
Smithsonian American Art Museum
Afición por el jazz
El jazz fue una parte central en la vida de Abercrombie. Frecuentaba los clubes de Chicago y mantenía amistad con músicos como Dizzy Gillespie, Charlie Parker y Sarah Vaughan.
La improvisación y la libertad del género influyeron en su proceso creativo. Sus pinturas transmiten una sensación de espontaneidad y fluidez similar a la de un solo de saxofón. Algunas de sus obras incluso llevan nombres inspirados en el género, consolidando el vínculo entre la plástica y la música.
Art Institute of Chicago
Misterio
Abercrombie no obtuvo reconocimiento masivo en vida, más allá de una retrospectiva en el Hyde Park Arts Center. Pero su obra cobró valor en las últimas décadas. A través de exposiciones se reivindicó su rol dentro del surrealismo.
“Creo que todo es un misterio”, le dijo Abercrombie a Studs Terkel en una entrevista realizada en 1977. Falleció el 3 de julio de ese mismo año.
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