Gustavo Pueyo: instantáneas que sorprenden al propio artista
Abocado por años como jugador dirigente de fútbol, se manifestó tardíamente como acuarelista, retratando la arquitectura y las vistas del casco histórico de Santa Fe. Pueyo recibió a El Litoral en su hogar, su atelier a cielo abierto, para conversar sobre su devenir artístico, sus proyectos en marcha y su destacada participación en Memorias de Santa Fe, un libro de El Litoral y ARCADIA que nos invita a viajar a la Santa Fe pujante a través de las letras y las imágenes.
El artista manos a la obra para acompañar el libro que ya está a la venta.
Gustavo Pueyo ha sido en su vida laboral comerciante y en su pasión deportiva jugador y dirigente de fútbol, llegando a la presidencia de la Liga Santafesina. Hijo y nieto de pintores, conoció las bases de la plástica en la Escuela Normal de San Justo, donde cursó sus estudios primarios y secundarios.
Ya en Santa Fe, y luego de egresar como diseñador gráfico de la escuela de Diseño y Artes Visuales (Liceo Municipal de Santa Fe), llegó “de grande” a la acuarela, especializándose en el paisaje urbano, especialmente del barrio Sur de Santa Fe. Pero su paleta incluye el acrílico y la tinta china, y sus temáticas alcanzan el fútbol (inevitablemente), el retrato y la fauna local.
Atento anfitrión, Pueyo recibió a El Litoral en su hogar, su atelier a cielo abierto, para conversar sobre su devenir artístico, sus proyectos en marcha y su destacada participación en Memorias de Santa Fe, un libro de El Litoral y ARCADIA que nos invita a viajar a la Santa Fe pujante a través de las letras y las imágenes.
El puerto santafesino es un símbolo de la productividad provincial de principios de siglo XX.
Animarse
-¿Cómo nació, o cómo fuiste descubriendo, la vocación artística?
-Un poco de los genes, porque mi abuelo en San Justo, Joaquín Pueyo, era pintor, poeta, futbolero al mango, hincha de San Lorenzo; pintaba óleos. Mi papá pinta óleos todavía, así que viene la vocación de pintar en los genes. Nada más que se me despertó más de grande: cumplo 58 años a fin de año, y a los 50 se me dio lo de la acuarela.
Más que nada por la comodidad: estaba en un negocio, empecé con unas cartulinitas de mi hijo y las pastillitas (de acuarela) a pintar el entorno. Era un negocio en San Martín al 1700, que es una zona muy linda del Sur, todas esas construcciones más antiguas de Santa Fe: el casco histórico, Inmaculada, la Catedral; todo lo que hay en la Casa de Gobierno, San Francisco, el Museo Histórico. Empecé pintando esas cosas, pero como un hobby, para entretenerme, nada más.
-Con respecto al dibujo, en la escuela siempre era el que escribían en el pizarrón (risas). Pero nunca lo había desarrollado, más que cuando estudiaba: cuando estudiábamos diseño, que por ahí nos hacían pintar en unas materias, que te enseñaban. Y tuve muy buen profesor de dibujo en San Justo, el artista Hugo Viñuela, que se ve que me enseñó bien la perspectiva; porque siempre la tuve clara con los puntos de fuga, todo eso.
Me gusta mucho la arquitectura, entonces empecé pintando las cosas de Santa Fe, el paisaje urbano. Un día pinté la esquina de la inmobiliaria Bottai, que queda en Monseñor Zaspe y San Martín, y se la regalé a Lucas, el hijo del “Toto” (Alberto) Bottai, y al rato se vino el papá: diciéndome que tenía que hacer una exposición, que tenía que mostrar todo lo que yo hago.
Pinté 14 obras, Catedral, Inmaculada, Casa de Gobierno, San Francisco, todas las cosas del Sur, y él invitó a los medios. Ahora veo lo que pintaba en esa época y digo “qué cara rota” (risas).
Yo tenía el negocio de ropa, y mezclaba ropa y acuarela, medio que la gente ya no sabía qué hacía. Pero con el tiempo se fue agrandando: un poco con los contactos del fútbol, amigos que empezaron a comprar obras para obsequiar: así fue creciendo.
-Eso te fue estimulando a seguir.
-Sí, incluso a aprender, a leer un poco; me gustaría incluso aprender un poco más de cosas, formarme. Pero ahora gracias a Dios tengo mucho trabajo, y me encanta mostrar Santa Fe.
La plaza España, lugar clave para el crecimiento económico y demográfico de la ciudad.
Instantáneas
-Decís que la acuarela es fácil, pero es una técnica complicada.
-A mí me resultó fácil y cómodo: estaba en un negocio, vos tenés una hojita, un vasito de agua, unas pastillitas; y si viene alguien dejas todo ahí. No es lo mismo que pintar al óleo: tenés que tener aguarrás, los pinceles; te manchas la ropa y no sale nada.
No sé si una virtud o un efecto de la ansiedad: empiezo a hacer algo y quiero que terminarlo rápido. La acuarela te da eso, es en el momento: vamos de viaje y llevo mi valijita con las acuarelas y los pinceles, no te ocupa lugar. Y paramos con ella (Verena, su compañera), “mirá”, y la acuarela se seca enseguida, es una hoja.
-Lo que tiene es que no se corrige.
-Por eso: yo digo que es fácil, y hay otra gente que me dice: “No la acuarela es lo más difícil que hay, porque no le podes errar; querés corregir y haces un desastre.
-También pintas en otras técnicas.
-Hice óleos, ahora muchos acrílicos, pintados con espátula. El acrílico se seca rápido; es muy similar al óleo; pero al óleo es al aceite, demora a lo mejor dos o tres semanas en secarse. El acrílico se seca rápido, después le pasas un barniz y ya quedó. Me estoy largando un poco al acrílico por el color. Tengo al público que es tradicional para las acuarelas, y por ahí ahora se está usando mucho que te pidan color, cosas grandes.
-Volviendo al casco histórico, ¿Se comenta que el papa Francisco tiene una acuarela de la Inmaculada?
-Sí. En los viajes del intendente, o cuando viene alguien, siempre se llevan algo de Santa Fe: generalmente es el Puente Colgante. A raíz del viaje del intendente (Emilio Jatón) al Vaticano, al Papa había que llevarle algo que conoce. Pinté una imagen de la Iglesia de los Milagros con el Colegio; el intendente me contaba que cuando la vio el Papa la reconoció enseguida, y le comentó que había pasado dos años hermosos ahí. Para mí es un orgullo.
Le mandé también una de San Lorenzo, una copia de un cuadro. Porque hice una muestra llamada “Pintó fútbol”, a raíz de un libro que estaba leyendo de (Eduardo) Galeano, “El fútbol a sol y sombra”, que habla de la pelota, la cancha, el jugador, el director técnico, el gol. La cancha, cuando yo era chico, que mi papá decía “vamos a la cancha”, era la de Colón de San Justo.
Mi papá me decía: “Cuando hagas la imagen del gol tenés que hacer un gol de San Lorenzo de Los Matadores, de 1968: era el póster color que tenía mi abuelo y que tenía mi papá. Una imagen en la cancha de River del San Lorenzo campeón de 1968. Cuando me dieron una copia de eso se la mandé al Papa..
El Puente Colgante, emblema de la ciudad de Santa Fe infaltable en una colección de arte.
Colores de cancha
-El vínculo con el fútbol te viene por haber sido jugador y dirigente.
-El fútbol te dan mucho: haber jugado en San Justo, Sunchales, en las ligas del Interior. El fútbol te da conocidos en todos lados, ahora van resurgiendo con el WhatsApp y las redes. Yo pintaba mucho la arquitectura, y esto del fútbol fue algo dormido que tenía. Hay uno de los cuadros que se llama “El jugador” que es de Maradona: terminó en Perú, lo compró el presidente del Melgar; Otros se fueron también vendiendo: tenía la pelota, los botines, que eran los Sacachispas.
Lo lindo de la muestra esa fue estuvo acompañada de objetos del fútbol: había una acuarela que era el gol de Gabriel Heinze en el Mundial de Sudáfrica, y estaba en exhibición la pelota de ese gol. La hermana de Verena está casada con uno de los Heinze, así que me suministró la pelota.
Estaban los botines de Maxi Rodríguez en el gol a México, ese que la para con el pecho; los guantes de Nery (Pumpido) en el 86. Además, estaba la historia de las camisetas y los botines desde mi época hasta ahora: las de piqué viejas, todas camisetas usadas en partidos oficiales del fútbol argentino; todas tenían el cartelito contando de quién era, en qué partido.
Memorias de Santa Fe
-Tus rincones acuarelados santafesinos tienen un lugar en el libro Memorias de Santa Fe, que El Litoral edita junto a ARCADIA, un espacio de relatos históricos santafesinos que nos trasladas a una Santa Fe de otro siglo, pero vigente. ¿Qué significó para vos sumarte a este proyecto?
- Plasmar en papel los rincones y paisajes de esta querida ciudad es una pasión que nace del amor profundo que siento por nuestra ciudad. Mis acuarelas son un intento de capturar esa esencia y a su vez nostalgia de la Santa Fe de 1930-1940, una época, como se lee en el libro, llena de historias y recuerdos que merecen ser preservados. Incorporar mi arte a este poducto es un honor y una responsabilidad que me llena de alegría, creo en la oportunidad de contribuir a través de Santa Fe Arte, a la preservación de nuestra rica historia y de compartir la belleza de Santa Fe con las generaciones presentes y futuras. Es un tributo a nuestra ciudad y a todos aquellos que la han vivido y amado a lo largo de los años.
-En Memorias de Santa Fe, tus acuarelas reflejan tu esencia, barrio sur, el futbol, nuestros ríos…
-Elegimos esos lugares junto a los autores del libro, porque representan aspectos muy significativos de nuestra ciudad y debo decir de mi propia vida. El Barrio Sur es un rincón lleno de historia y cultura, con sus calles adoquinadas y las antiguas casonas que albergan tantos recuerdos. Es un lugar que me inspira y me conecta. El fútbol es parte fundamental de nuestra identidad, y retratarlo en mis acuarelas es un homenaje a la pasión que despierta. Y, por supuesto, nuestros ríos son el alma de Santa Fe capturando su belleza a través del Puerto, un lugar atravesado por el tiempo. Cada uno de estos lugares tiene su propia historia que contar, y a través de mis acuarelas, espero colaborar con el objetivo de Memorias.
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