El arte es un reflejo del alma, una expresión íntima y personal que trasciende el tiempo y el espacio. En la historia de la plástica argentina y santafesina, uno de los nombres que resplandece con luz propia es el de José Planas Casas, un virtuoso cuya obra dejó una marca indeleble en el panorama artístico del siglo XX. También fue el creador del hornero estilizado que se convirtió en emblema de El Litoral.
“La esperanza” (1956), xilografía y acuarela, 33x20 cm.; Juana I (1956), xilografía y acuarela, 13x9 cm.; “Soledad” (1940), aguafuerte, 16,5 x 12,2 cm. Fotos: Gentileza Zurbarán y AG Arte
Nacido en Torroella de Montgrí, Gerona, España, el 28 de enero de 1900, Planas Casas encontró su hogar en Argentina a los 11 años, adoptando la ciudadanía argentina en 1925. Su formación artística tuvo lugar en la Asociación Estímulo de Bellas Artes, donde pronto destacó por su trazo fino y sensible en dibujos y grabados, abordando la temática surrealista con maestría, en materiales como la acuarela, la tempera y el pastel. Su formación en la Asociación Estímulo de Bellas Artes sentó las bases para una carrera que lo llevaría a lo más alto del arte argentino.
“La noche” (1948), heliografía sobre papel), 33,5 x 23 cm. (estampa: 26 x 19 cm.); “El ángel y el escarabajo” (1941), xilografía sobre papel, 20 x 15 cm. (visible). Fotos: Gentileza Museo Nacional de Bellas Artes
Alquimia de grabador
Admirador de maestros como Picasso, Dalí, Miró, Klee y le Corbusier (pero también a renacentistas como Miguel Ángel, Bellini y Tiziano), Planas Casas exploró una amplia gama de estilos y técnicas a lo largo de su carrera, desde el cubismo hasta el surrealismo, dejando una huella indeleble en cada obra que creó. Su capacidad para fusionar lo onírico con lo real, lo abstracto con lo concreto, lo convierte en un verdadero visionario cuya obra trasciende las limitaciones del tiempo y el espacio. “Una obra variada, proteica y sorprendentemente actual, en la que confluyen según la época a la que pertenecen, estilos diversos y en la que prevalece cierta constante surrealista”, comentó César Magrini en El Cronista Comercial, 1975.
El taller de José Planas Casas fue un oasis de creatividad y aprendizaje, donde las mentes jóvenes se nutrían de la sabiduría de un maestro consumado. Su influencia se extendió más allá de las fronteras del estudio, permeando la vida cultural y social de Buenos Aires y Santa Fe, ciudades que fueron testigos de su genio creativo y su generosidad sin límites.
Antes de cumplir los 18 años instaló un estudio junto con Pompeyo Audivert (abuelo del actor del mismo nombre), Manuel Colmeiro y Demetrio Urruchúa. Posteriormente inauguró junto con Audivert un taller de grabado comercial. “Conocí a un extraordinario escultor y grabador, José Planas Casas, quien junto con Pompeyo Audivert tenía uno de los talleres de grabado en acero más perfectos que he visto”, contaba Vicente Forte al diario Clarín, en octubre de 1975.
“Había allí una gran maquina de grabar, muchas esculturas y gran cantidad de dibujos, casi todos a lápiz. Dibujos realizados con la alquimia de un artesano escrupuloso y que expresaba su mundo hermético, pero que para el era tan posible como la naturaleza misma. Y nos hablaba lentamente de cada obra, sin palabras difíciles, tratando de ser simple, trasparente”, narraba Raúl Soldi en una nota en La Opinión Cultural, en agosto de 1975.
El artista en sus años de madurez junto a “El litoral”, xilografía sobre papel, 38,2 x 22 cm. Fotos: Gentileza Familia Planas y Museo Nacional de Bellas Artes
Vida cultural
El Buenos Aires en el que vivió Planas Casas fue excepcional. Todos los “ismos” del arte comenzaban a irrumpir en la Gran Aldea. Surge el grupo de París, formado por los que regresan de estudiar en Francia, integrado por Xul Solar, Emilio Pettorutti, Juan Del Prete, Horacio Butler, Hector Basaldúa y Aquiles Badi, a quienes se les sumarán más tarde los del Nuevo Salón, en 1929: Spilimbergo, Berni, Centurión, Larco, Guttero, Norah Borges, Bigatti y Fioravanti entre otros.
Del brazo de estos compañeros de ruta, José Planas Casas comenzó su vida artística. Presentó sus obras a los salones y en muestras individuales, e ilustró libros y poesías.
Junto a su esposa, Mercedes Viader (nacida en Barcelona en 1904, y que pasaría el siglo de vida) participaron de la vida social y cultural de Buenos Aires. Por su casa taller pasaron artistas como Octavio Fioravanti, Raúl Soldi, Horacio Butler, Juan Carlos Castagnino, Ramón Gómez Cornet, Vicente Forte y Macedonio Fernández, entre otros.
Mercedes oficiaba de anfitriona de las reuniones, que se prolongaban en sobremesas hasta el amanecer. De acuerdo al testimonio de sus amigos, la pareja se destacaba por estar integrada por dos personas muy diferentes, no sólo por ser ella extrovertida, inquieta y afable, y él reservado y serio, sino porque Mercedes era de una contextura delgada y pequeña y su esposo la sobrepasaba mucho en estatura.
En 1929 nació el único hijo: Jorge Planas Viader, Jordi, para la familia. Criado y educado en la casa-taller siguió los pasos de su padre y de su primo Juan Batlle Planas, formando la tríada de artistas plásticos por los que se reconoce a la familia, y merecería una nota aparte por su propia trayectoria, como integrante del Grupo Setúbal pero no solamente (también fue docente en la Escuela Industrial Superior).
En esta época José Planas Casas estudió y trabajó en el Instituto Argentino de Artes Gráficas. Junto con Juan Batlle Planas y Leopoldo Presas, entre otros, asistían a las clases que dicta Spilimbergo. Y en 1939 constituyeron el grupo Orión, en el que se llamaban a sí mismos surrealistas.
La ilustración “Figura” (1946); “El Arlequín”, dibujo color, adquirido Museo Provincial de Bellas Artes “Dr. Pedro E. Martínez” de Entre Ríos en 1957. Fotos: Gentileza Familia Planas y Gentileza MPBA “Dr. Pedro E. Martínez”
Maestro en Santa Fe
En 1940 se incorporó con todo su bagaje de conocimientos como profesor de Escultura en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Santa Fe, razón por la cual se traslado junto con su familia a dicha ciudad. En 1942 asumió la dirección de esta escuela, continuando siempre con la tarea docente y con el trabajo creador en su taller particular. Aquí se rodeó de nuevos amigos como Gustavo Cochet, Sergio Sergi, Zapata Gollán, Estrada Bello, Paganini, Ricardo Supisiche y muchos más que reconocen en José Planas Casas a un verdadero maestro. “Maestro en el doble sentido de la palabra, porque ejerció con generosa pasión, en primer termino, la tarea de iniciar y orientar, durante muchos años, a numerosos discípulos y porque, parejamente, dominó con amplitud inhabitual las técnicas complejas de las artes del dibujo, la escultura, la pintura y el grabado. José Planas Casas a dejado entre nosotros el recuerdo por una parte, de una personalidad calidamente inolvidable y, por otra, una obra artística dotada de originalidad y perdurables particularidades...” (Cayetano Córdova Iturburu, fragmento de presentación, 1976).
Otra “Figura”, resaltada por el color sobre fondo en blanco y negro. Foto: Gentileza Familia Planas
“El Quijote” y “El Mesías” dos muestras de su talento para el dibujo. Fotos: Gentileza Familia Planas
“Maestro de maestros, este artista Catalán radicado desde su juventud en la Argentina, es sin duda, una principalísima figura de la plástica nacional. Dibujante eximio, refinado colorista Planas Casas, es asimismo un lúcido creador de obras cubistas y surrealistas y en especial de este ultimo lineamiento fue él quien fijo una imagen luego continuada por encomiables artistas”, escribió el crítico Ángel Bonomini en La Nación, en 1975. En el mismo año, su colega Ado Galli comentó en La Prensa: “Es inevitable que toda referencia sobre la obra de José Planas Casas vaya acompañada de algún comentario relacionado con la influencia que tuvo en la formación de otros artistas, y no podría ser de otro modo; fue un artista indiscutible en el cual, los jóvenes que orientó encontraron un verdadero maestro”.
Afirmó J. M. Taverna Irigoyen en 1977: “También en el arte existen presencias calificadoras que, por sobre los condicionamientos de estilo, épocas, características grupales, etc., dan sentido y proyección a determinadas esencias conceptuales, Estas presencias calificadoras actúan de manera diversa pero siempre tienden a redimensionar la creación artística, actuando a veces como verdaderos catalizadores en el medio, otras como factores de anticipación, las más de las veces, como virtuales vínculos asociativos en el panorama general. José Planas Casas fue una de esas presencias en el arte argentino. De vigorosa conceptualidad, definido en sus aptitudes estéticas, infatigable buscador de nuevas realidades, su obra significó no solo un potencial para las generaciones contemporáneas, sino una verdadera y ejemplar lección de humildad creadora”.
El artista en sus años de madurez junto a “El litoral”, xilografía sobre papel, 38,2 x 22 cm. Fotos: Gentileza Familia Planas y Museo Nacional de Bellas Artes
Muestras y distinciones
Expuso en galerías y museos del ámbito nacional e internacional; sus obras forman parte del acervo de importantes instituciones como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Municipal de Artes Plásticas “Eduardo Sivori” y el Museo Riverside de New York. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Adquisición de Escultura en el Salón de Rosario, en 1929; el Segundo Premio de Escultura en el Salón Nacional de 1934; el Gran Premio de Escultura en el Salón Anual de Santa Fe de 1944; el Premio Gobierno de Santa Fe en Grabado, en 1948; el Premio Comisión de Bellas Artes en Dibujo, en 1949 y el Primer Premio de Escultura, en 1952; el Primer Premio de Grabado en el Salón de Artes Plástica de Córdoba, en 1952 y el Premio Adquisición en Grabado en el Salón del Jockey Club de Córdoba, en 1957.
El hornerito creado en la década del 40, que se fue volviendo símbolo del diario y llegó a la tapa a mediados de los 90. Foto: Archivo El Litoral
El hornerito
A mediados de la década del 40, el artista José Planas Casas realizó una placa en homenaje a don Salvador Caputto, donde además del pajarito aparecen dos mujeres. Después, Enzo Vittori le pidió a Planas Casas que realice otro pájaro similar para el sello de Ediciones El Litoral y finalmente, fue incluido en el diseño de tapa (1996) y se volvió un símbolo del diario. Según habían explicado el autor del dibujo y su esposa, el hornero es un homenaje al trabajo, para que sea el pájaro cantor que sale anunciando el nuevo día. En una oportunidad, un docente de Buenos Aires pidió al artista que reproduzca la obra para obsequiarla nada menos que al escritor Ernesto Sábato, y el hornerito, que pasó años volando en nuestra región, también llegó a la capital del país. Años después, fue la figura elegida para los Premios El Litoral al Deporte.
“‘Estoy terminando este logotipo para el diario El Litoral’. Me mostró la figura del pajarito que tanto conocemos, resuelto con trazos de anchura modulada. Me pareció un hornero cantando sobre su casa de barro, muy ‘sí, señor’, como diría Lugones”, contó a El Litoral hace años Rodolfo Seró, amigo de la familia, refiriendo la autoría del artista respecto del emblema de este centenario medio.
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