El otro Quinquela Martín: el pintor que halló en la Boca su fuente de inspiración
Formó parte, junto a otros artistas, de la vida cultural del emblemático barrio porteño, donde encontró sus musas. También plasmó en sus cuadros otros paisajes argentinos.
“Ocaso en el puerto” de Luis Ferrini. Foto: Colección Mose
En septiembre de 2018, el Museo Benito Quinquela Martín, ubicado en la Boca, ciudad de Buenos Aires, se propuso rendir homenaje a los artistas que tomaron como inspiración a uno de los barrios porteños más icónicos. Para eso, emplazaron una serie de murales en espacios alejados del centro turístico o comercial con el fin de “transformar el paisaje urbano y facilitar la apropiación, por parte de los vecinos, de esas obras que constituyen su herencia cultural”, expresaron oportunamente las autoridades del mencionado espacio cultural. Una de las obras elegidas fue, como es obvio, de Quinquela. Pero también estuvieron presentes Alfredo Lazzari, Santiago Stagnaro y Luis Ferrini, quien falleció hace justo 70 años, el 23 de octubre de 1954 y sobre cuya figura se centran las líneas que siguen.
Zurbarán
Luis Ferrini dialogó como pocos con La Boca, uno de los barrios más icónicos de Buenos Aires, a través de sus pinceles. Su obra, hay que decirlo opacada muchas veces por figuras más reconocidas, como la de su amigo Benito Quinquela Martín, tiene sensibilidad y profundo apego a la vida “boquense”. Ferrini se hizo eco del paisaje y de la vida cotidiana y el espíritu de este rincón porteño, donde se encontró con una de sus principales musas.
Arte de la Argentina
Nacido el 20 de diciembre de 1898, Ferrini inició su formación artística con Alfredo Lazzari. Se perfeccionó en grabado con Juan Manuel Eleuterio Navarro y complementó después su aprendizaje junto a Cesáreo Bernaldo de Quirós, quien lo acercó a las técnicas impresionistas que subrayarían su manejo del color y la luz. Desde joven, Ferrini se vinculó con la escena artística de La Boca. Su cercana relación con Quinquela Martín, referente del arte boquense, lo orientó hacia la labor educativa, otro pilar fundamental en su vida.
Colección Mose
A pesar de que Ferrini es mayormente conocido por sus representaciones de La Boca y el Riachuelo, sus intereses artísticos también lo llevaron a explorar otros paisajes. Realizó numerosos viajes por el interior de Argentina, con destino a provincias como Córdoba, Salta y La Rioja. Estas experiencias influyeron en su obra, como se puede apreciar en piezas como “Quietud en el Valle”, Chilecito (1943), un óleo sobre lienzo que captura la serenidad de los paisajes de La Rioja.
Fundación Arte de las Américas
Sin embargo, fue en los rincones del barrio de La Boca donde Ferrini encontró su mayor inspiración. Obras como “Calle de La Boca” (1940) y “Tarde en el callejón” (1946) son ejemplos de su como logró transmitir el ambiente pintoresco y melancólico del barrio portuario. A lo largo de su carrera, recibió varios premios y distinciones. Además de sus participaciones en salones nacionales y provinciales, realizó exposiciones individuales en galerías porteñas como Witcomb, Müller, y en espacios culturales de La Boca. También colaboró como ilustrador en libros de José Pugliese y Agustín Dentone.
Museo Quinquela Martín
Sencillo, modesto y talentoso
Ferrini falleció el 23 de octubre de 1954, dejando un legado artístico que aún hoy sigue siendo una referencia del arte argentino. Aunque su obra no alcanzó el nivel de popularidad que merecía en vida, su contribución al arte de La Boca y su capacidad para retratar con sensibilidad la vida cotidiana de este barrio hacen que su figura sea recordada como una de las más importantes del Círculo Boquense.
Fundación Arte de las Américas
Especialistas como Carlos Foglia y Adrián Merlino lo identifican como “un pintor intimista y de fina sensibilidad, rescata como pocos el ambiente boquense. Sencillo y modesto, ha pintado al barrio de La Boca con una fidelidad y un encanto pocas veces visto, también fue pintor de paisajes en el norte argentino, pero su obra de La Boca es única e irrepetible”. Lo describen, a su vez, como un “pintor sincero, con fina visión de colorista, al que no lo inquietaron otras búsquedas, porque sus arraigadas convicciones pictóricas le marcaron el camino que le permitió dejarnos una labor extensa, de calidad, desprovista de pretensiones”.
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