Jueves 22.8.2024
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El pintor Antonio Alice dejó constancia de momentos históricos. Pero también fue capaz de dar cuenta, en sus obras pictóricas, de los detalles de un país en pleno proceso de formación. Nacido en Buenos Aires en 1886, atrajo la atención del maestro Decoroso Bonifanti cuando tenía doce años. Bonifanti, que había llegado a la Argentina para trabajar en un mural en el Hotel de Inmigrantes, era un reconocido maestro de artistas.
Por lo cual este encuentro fue el inicio de la formación de Alice, que culminaría con una beca para estudiar en Europa, donde absorbió las influencias de la Real Academia de Turín y ganó la Medalla de Oro en 1905.
En su retorno a Argentina, en 1910, empezó a moldear de a poco su reputación como un “pintor de historia”. Su primera obra en este género, titulada “La Muerte de Güemes”, fue premiada con la Medalla de Oro en el Certamen Internacional del Centenario. El propio Alice indicó “exploremos en la historia; busquemos en su venera inagotable motivos para nuestras creaciones. Por intermedio del arte, contribuyamos a difundir la historia de la argentinidad y daremos con ello un sano ejemplo de amor a la patria”.
Uno de los bocetos del trabajo.Raúl Santana sostiene que “Alice -como todo gran artista- fue hombre de grandes debates interiores; testigo del nacimiento de un siglo que venía a convulsionar la ‘gran aldea’ con su incorporación de lo novedoso que exigía cada vez más al arte esas transformaciones que sólo pueden realizarse cuando el artista que acepta semejante reto, es capaz de vaciarse de sus anteriores articulaciones para facilitar otras, nuestro artista -a pesar de estar en posesión de todas las herramientas- no quiso modificar su propia temporalidad”.
“Es decir que Alice, más que el ‘hombre interesante’ orientado a las transformaciones estéticas del que nos habla Kierkegaard -que sería el que puede realizar aquella tarea del constante vaciamiento cuyo máximo exponente sería Picasso- fue un hombre fiel a sus convicciones, lo que le impidió adoptar esas transformaciones que la época le exigía”, agrega el especialista.
Bocetos que quedaron de aquel tiempo.Su obra maestra
En las décadas siguientes, daría forma a una obra monumental: “Los Constituyentes del 53”. Este proyecto titánico le insumió doce años de meticuloso trabajo, desde 1922 hasta 1934. “En la meditación, la soledad y el desinterés, me encerré para realizar un ideal patriótico largamente soñado, y en cuya tarea empleé el espacio de doce años”, recordó una vez el propio artista.
Inspirado por un viaje a Santa Fe, donde el Congreso Constituyente de 1853 había sentado las bases de la República Argentina, enfrentó desafíos técnicos e históricos para poder alcanzar su meta. La demolición del Cabildo de Santa Fe, el edificio original donde se llevó a cabo la histórica sesión, presentó un obstáculo. Sin embargo, suplió esta limitación a través de una investigación que incluyó estudios de documentos gráficos y objetos de la época.
Bocetos que quedaron de aquel tiempo.Detallista
Cada uno de los pequeños detalles en “Los Constituyentes del 53” es una muestra del estudio preciso que realizó Alice y de su compromiso con la autenticidad. Desde la iluminación de las velas, que arrojan sombras sobre los rostros de los constituyentes, hasta la precisión histórica respecto a la vestimenta y a los muebles de la época, la obra “respira” verdad histórica. Cada figura, cada gesto y cada mirada son muestras de la intensidad del momento histórico al que se hace referencia, que fue crucial para el país.
Los bocetos preparatorios, muestran la planificación y la búsqueda de la perfección que caracterizó a Alice en cada etapa de su proceso creativo. Son más de cincuenta, al óleo, tinta y grafito, de retratos, gestos y manos. Inclusive, Alice bocetó al óleo el recinto de la Cámara de Diputados con la obra ubicada en el panel para la que fue pensada. “El observador tiene la impresión de estar espiando toda la escena por la mirilla de una cerradura, como si fuese un intruso que no puede esperar la resolución de la Asamblea”, señala un texto difundido en 2013 por el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez, que conserva tales bocetos.
“Los Constituyentes del 53” va más allá de lo artístico: es un testimonio de la identidad nacional argentina. Adquirida por el Congreso Nacional en 1942, sigue siendo un símbolo tangible de la historia republicana, desde su ubicación en el Salón de los Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados de la Nación.