“El más argentino de los artistas del arte de los argentinos”, según indica la página de la galería de arte Zurbarán, Florencio Molina Campos fue el único que llegó a estar presente con sus trabajos en cada casa, rica o humilde, del territorio nacional. Es posible que muchos de quienes, a lo largo de las décadas, disfrutaron de sus personajes y sus tan característicos paisajes, ni siquiera hayan conocido su nombre. Y eso es, en definitiva, lo que determina ese concepto, muchas veces esquiva, de “artista popular”. Cuando su obra deja de ser suya para convertirse en una parte constitutiva de la identidad del pueblo.
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Nacido en Buenos Aires el 21 de agosto de 1891, hace 133 años, se hizo conocido por sus estampas de la vida gaucha, ostensibles en casi toda su producción. Molina Campos pudo asir la esencia del gaucho argentino con un estilo en el cual sobresale la preocupación por ser preciso en los detalles (basta ver la indumentaria, las viviendas, los rasgos y los instrumentos cotidianos que incluyó en sus trabajos) con un humor sutil, que denota un profundo conocimiento de la vida campestre.
Colección particular
Su obra se caracteriza por la representación de escenas, por lo general dinámicas, que reflejan con cariño el espíritu de la Argentina rural de la primera mitad del siglo XX. Cecilia Martínez, en un artículo escrito para el diario La Nación, en agosto de 2021, sostiene con agudeza que “la vida del gaucho se enmarca en sus cuadros de cielos altos y horizontes bajos a través de escenas entrañables, con humor, originalidad y acento en los rasgos característicos del quehacer de los paisanos”.
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En efecto sus cuadros, que suelen mostrar a esos habitantes de la Argentina profunda en situaciones cómicas o pintorescas, festejan la vida sencilla pero sin omitir una crítica mordaz (aunque, cabe decirlo, respetuosa y hasta algo mullida) de las costumbres de su época, algo que el público argentino agradeció con creces. Como escribió Susana Boragno también en La Nación, en 2017, Molina Campos “les ponía fuerza y gracia a sus personajes, y su deseo era mantener la imagen y el conocimiento del gaucho o del paisano, como prefería llamarlo, y transmitirlo a sus contemporáneos y a las futuras generaciones. Sus dibujos estaban desprovistos de toda solemnidad académica para que tuvieran una fácil y rápida lectura”.
Bellas Artes
Los almanaques de la fama
Uno de los mayores aportes de Molina Campos a la cultura argentina fue su colaboración con la empresa Alpargatas, para la cual creó una serie de almanaques que comenzaron a publicarse en los años ‘30. Los mismos, con sus ilustraciones llenas de color y vida, se convirtieron en una referencia ineludible en los hogares argentinos. Y, al mismo tiempo, jugaron un papel clave en la identificación del gaucho como símbolo nacional.
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Federico Ruvituso, citado por Mónica López Ocón en una nota publicada en 2023 por Tiempo Argentino, señala que Molina Campos fue, tradicionalmente, rechazado por la historia del arte argentino porque es uno de los artistas, uno de los pintores argentinos más populares que tuvo el país. “Sus pinturas, que se popularizaron mucho con los famosos almanaques de Alpargatas, están más cerca de las casas, de las pulperías, de los almacenes, de las escuelas que de los museos. Es un caso particular porque es uno de los artistas más populares y uno de los menos estudiados en el marco de la historia del arte por esta combinación interesante entre artista, ilustrador, humorista, por su forma amable de representar el campo, con mucho humor y, a la vez, con mucha ternura y respeto”.
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Hay, sin embargo, una alusión de Cayetano Córdova Iturburu, académico de Bellas Artes y reconocido crítico, quien afirmó según cita Perfil en su edición on line del 16 de noviembre de 2021 que “el secreto del inusitado éxito de Molina Campos en los medios rurales del Río de la Plata reside en su identificación absoluta con el hombre de esos medios. Los mira con los ojos con que se miran ellos y los considera con su mismo espíritu burlón y afectuoso”. Para Iturburu la suya es “la obra de un artista que vivió con hondura y humildad ciertos aspectos humanos de un modesto sector de su propio pueblo y lo traspuso en su labor, con el generoso espíritu, risueño y bondadoso, de un entrañable cariño”
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El nexo con Walt Disney
La fama de Molina Campos trascendió las fronteras nacionales cuando, en la década de 1940, recibió una invitación para colaborar con Walt Disney. Aunque su trabajo en Hollywood fue breve, consolidó su estatus. Este periodo también reflejó la adaptabilidad de Molina Campos, que supo integrar su estilo al contexto del cine de animación estadounidense. Con Disney, trabajó en dos películas: “Gooffy Gaucho” y “El burrito volador”, pensadas para consumo de las audiencias latinoamericanas. Molina Campos diseñó personajes y contribuyó a la creación de los paisajes.
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La pampa de horizontes inmensos de comienzos del siglo XX y sus habitantes formaron la iconografía de Molina Campos, dando pie a una obra compuesta por “más de mil y menos de diez mil” creaciones, según calculó su nieto, Gonzalo Giménez Molina. Que todavía sigue en plena vigencia e interpela la nostalgia.
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