Martes 28.1.2025
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El 28 de enero de 1977 falleció Benito Quinquela Martín, uno de los pintores argentinos más célebres del siglo XX, cuya producción estuvo fuertemente unida a la identidad del barrio de la Boca y el Riachuelo. A tal punto el artista se sintió unido a aquel rincón porteño, que 25 años antes de morir pintó el que sería su ataúd con un barco en la tapa y con los colores del club Boca Juniors y de la bandera argentina.
Cuando murió, fue velado en ese territorio que eligió como fuente de inspiración. Puntualmente, en Pedro de Mendoza 1837, donde funcionaba la escuela y el museo que él fundó, además del lactario infantil y de otras instituciones nacidas de su iniciativa, que sostenía con el producto de su arte.
Archivo El LitoralEn el lugar, hubo un desfile incesante de público que se acercó para despedirlo. Incluso, el féretro fue trasladado en una autobomba de los bomberos voluntarios de la Boca, un cuerpo de servidores públicos al que Quinquela quería entrañablemente.
Quinquela mantuvo una entrañable relación con Santa Fe, ciudad que visitó en más de una ocasión. Inclusive, en el Museo Rosa Galisteo se conservan obras de su autoría. Esa cercanía resulta visible en el amplio espacio que le dedicó El Litoral a la noticia de su fallecimiento. En la edición del 29 de enero de 1977, un día después de la partida física del artista, publicó un extenso artículo dando cuenta de su trayectoria.
“Zuloaga, el gran pintor español, afirmaba de continuo que el arte de Quinquela Martin poseía un alto significado por tener un carácter. Sin hablar de estilo o de personalidad, sintetizaba en esa otra palabra la ponderación de un quehacer que, indudablemente, era propio, distintivo, casi podría decirse que inconfundible”, expresaba El litoral.
Archivo El Litoral“Y es precisamente esa la individualidad de Quinquela Martín: pintor de una zona de la gran ciudad que le vio nacer, de un mismo trabajo, de una misma atmósfera. Individualidad en el ver y en el hacer, en la estructuración de los espacios, en el registro nervioso y rápido de las formas, en el uso, al fin, de una paleta tímbrica y una materia generosa. Pintor por antonomasia de la Boca: uno de los rincones porteños más típicos y pródigos en registros costumbristas, supo concretar más allá de los símbolos y de las imágenes caracterizadoras, una esencia”, agregaba.
“Es verdad que acerca de esta misma esencia (llamándola tal vez de otra forma), se haya polemizado bastante. Porque, en realidad. ¿No es precisamente ese un barrio donde bulle la sangre inmigrante, y los pocos registros autóctonos son borrados por dialectos, naves de otros mares, ‘canzonettas’ y tipos humanos de la vieja Europa? Tal vez sea o haya sido así, pero ello no obsta para que geográfica y sentimentalmente esa Boca del Riachuelo que Quinquela Martin plasmó en miles de telas, desde ángulos siempre distintos, en la madrugada o a la caída del sol, en medio de humos de chimeneas y sirenas de barcos, esté muy dentro del corazón de la ciudadanía”, indicaba después.
Catálogo Santa Fe Arte“Así es cómo puede entenderse a través de un tema recreado con dignidad que su obra haya llegado casi masivamente a la receptividad del público. Así también, que en años de difícil, cuando no de despareja lucha artística, sus pinturas fueran acogidas por el Museo Metropolitano de Nueva York, por el de Luxemburgo, por el de Arte Moderno de París, por la Galería Contemporánea de Roma, por la del Príncipe de Gales, en cuyos patrimonios permanece. Porque, en definitiva, la suya es una obra expresada con entera libertad de recursos, en gesto desprendido y amplio, sin dejar concesiones ni a la luz ni a los ritmos que digitan sobre las formas”, señalaba luego.
La vida cotidiana del barrio fue la musa que inspiró a Quinquela por sobre todas las cosas. “En el arte de los argentinos” José León Pagano rememoraba la noche en que Pío Collivadino, pintor argentino de la generación previa a Quinquela que también encontró inspiración en el Riachuelo, llegó a la Academia de Bellas Artes gritando alborozado por haber descubierto un pintor de gran talento en la Boca.
“Es la violencia del color en contrastes multiformes: y son, asimismo, los episodios recios de un trajinar áspero en los cuales funcionan y se confunden y rivalizan la máquina, el hombre y la bestia. Quinquela vio eso y lo expresó con brusca energía. Por ello sus temas están ahí: en el fragor resonante de la vida portuaria”, escribió Pagano.
Archivo El LitoralQuinquela fue un testigo privilegiado de los esfuerzos y desvelos de quienes habitaron La Boca. A 47 años de su partida, el eco de su obra habita en las galerías, en los rincones del barrio que amó y en el corazón de quienes encuentran en sus cuadros parte de la historia nacional. Aquella que revaloriza el trabajo, el esfuerzo y la vitalidad de un pueblo que se construyó con los inmigrantes.