El disc jockey estadounidense Russ Gibb -ya fallecido- a través de su programa en la emisora WKNR-FM de Detroit difundió, hace algo más de 50 años, una de las leyendas urbanas más populares de la segunda mitad del siglo XX: Paul McCartney está muerto. Una historia nunca del todo aclarada, que revive de cuando en cuando, y que muchos de los obituarios de Gibb prefirieron obviar para no desprestigiar a un profesional en cuya carrera hubo momentos bastante más honrosos que ese.
Tenés que leerPaul McCartney vuelve a la ArgentinaTodo comenzó un 12 de octubre de 1969, cuando Gibb estaba ante los micrófonos de Night Call, programa nocturno en el que la audiencia llamaba para contar sus preocupaciones y compartir un rato con los demás oyentes. El locutor daba paso a las diferentes llamadas, conversaba con la gente, paraba para poner algo de música y volvía a dar paso a nuevas intervenciones.
Ese día todo discurría dentro de los cauces habituales, hasta que entró en antena un joven que dijo llamarse Tom y afirmaba ser un estudiante universitario de Míchigan. Según explicó, el motivo de su llamada era compartir con Gibb y los oyentes una teoría que circulaba por el campus y el circuito de música underground: que Paul McCartney había fallecido en 1966 en accidente de automóvil y había sido sustituido por un doble.
“Siempre he escuchado cosas sobre que las estrellas del rock están muertas, que son drogadictas o que tienen gustos sexuales peculiares”, respondió el locutor para intentar desviar la conversación, a lo que Tom contraatacó: “¿Has probado a poner Revolution No. 9 al revés?”. Incluida en el conocido como “álbum blanco”, Revolution No. 9 es una pieza experimental en forma de collage sonoro, compuesta por trozos de canciones, ruidos, fragmentos orquestales, locuciones y efectos generados por cintas pasadas al revés que, al ser reproducidas en sentido contrario, permiten escuchar su contenido correctamente.
Picado por la curiosidad, el locutor hizo la prueba y escuchó una voz que parecía repetir “Turn me on, dead man”, algo así como “excítame, hombre muerto”. Abrumado, Gibb decidió llamar a Eric Clapton a Londres para preguntarle sobre la veracidad del rumor. El guitarrista de Cream se echó a reír pero, cuando fue preguntado sobre cuánto tiempo hacía que no veía a McCartney, Clapton reconoció que hacía tiempo que no sabía nada de él. “A partir de ese momento no paramos de recibir llamadas de gente que querían aportar sus descubrimientos sobre el caso”, recordaba Gibb.
Russ Gibb no era un advenedizo en el mundo de la música y los medios de comunicación. Si bien la WKNR-FM solo era una emisora local, lo cierto es que el locutor era un referente en la escena musical de Detroit. Además del programa de radio, era promotor del Grande Ballroom, una de las salas de conciertos más importantes de la ciudad. En ella, además de tareas de pinchadiscos, Gibb organizaba actuaciones de grupos consagrados como The Who, Led Zeppelin o Cream y apoyaba las carreras de grupos emergentes de la ciudad como The Stooges o MC5. En definitiva, una experiencia más que suficiente como para distinguir un bulo de un rumor con visos de credibilidad, pero también para saber qué es lo que la audiencia quiere escuchar en un programa de radio.
Por esa razón y ante el revuelo organizado, a partir del 19 de octubre del 69 Gibb retomó el tema de la posible muerte de McCartney en varios programas monográficos. En ellos fue desgranando, con ayuda de los oyentes, algunas de las supuestas pruebas que demostraban la muerte de McCartney y que, por una extraña actitud morbosa, The Beatles habrían ido dejando en las canciones y portadas de sus discos para que sus seguidores pasasen el rato descubriéndolas.
Entre esas supuestas pruebas estaba la que afirmaba que escuchando Strawberry Fields Forever –por supuesto al revés–, se oía a John Lennon diciendo “I buried Paul” (“Yo enterré a Paul”). También que la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band era la recreación del funeral de McCartney, el único beatle que, además, salía de espaldas en la contraportada del LP. Esa diferencia entre el bajista muerto y los demás miembros del grupo vivos se repetía también en Abbey Road porque era el único que camina descalzo, y en Magical Mistery Tour, cuyo disfraz de morsa es negro, en lugar de blanco como los otros tres.
La portada de Magical Mistery Tour también aportaba otra pista cuya veracidad Gibb quiso investigar en directo en su programa. Según los defensores de la teoría de la muerte del beatle, si se colocaba la cubierta de ese disco boca abajo, las estrellas con las que estaba formado el nombre del grupo mostraban los números 231-7438. Con la sospecha de que esas cifras podrían aportar alguna información, Gibb marcó el número en antena. La llamada fue respondida por una telefonista que le comunicó que, si bien ese teléfono era erróneo y no correspondía a ningún McCartney, había mucha gente que estaba llamando en esos días preguntando por el Beatle.
La repercusión del programa de Gibb fue tal, que la noticia de la posible muerte del músico no tardó en ser reproducida por otros medios estadounidenses y, poco después, cruzar el océano. En Londres, los responsables de Apple Records prefirieron no hacerse eco del bulo. Aunque reconocieron estar molestos, ni se emitió un comunicado oficial al respecto ni McCartney consideró necesario abandonar su casa en Escocia para hablar con la prensa. No obstante, y dado que el tema no paraba de crecer, unas semanas después el artista abrió las puertas de su mansión a la revista Life, que encontró a un McCartney tan simpático como siempre: “Los rumores sobre mi fallecimiento se han exagerado. En todo caso, si estuviera muerto creo que sería el último en enterarme”, bromeó.
Tanscurrido medio siglo desde su aparción, la teoría de la muerte de Paul McCartney sigue vigente. Ha sobrevivido a dos Beatles –Lennon y Harrison, ellos sí, fallecidos en 1980 y 2001, respectivamente– y sigue inspirando novelas o investigaciones, algunas de ellas publicadas apenas hace unos meses.
La razón para esta persistencia podría estar, además de en el interés que despierta entre beatlemaniacos y amigos de las conspiraciones, en el vínculo que esta historia mantiene con los grandes mitos clásicos. Al menos esa esa la tesis que defiende Camille Paglia en su artículo Cults and Cosmic Consciousness: Religious Vision in the American 1960’s, publicado en la revista Arion en 2003.
Paglia, que reconoce haber ayudado a propagar el bulo, al haber llamado en su momento a una emisora de radio de New Haven para comentar que unas estrofas de [I’m the Walrus](https://www.youtube.com/watch?v=t1Jm5epJr10) eran muy similares a unos versos mortuorios de King Lear de Shakespeare, considera que el el mito de la muerte de McCartney, como en la de otras figuras pop, hay mucho de arquetipo clásico.
Para la escritora, la creencia de que Elvis está vivo no es más que la constatación de que “el Rey” es considerado socialmente como una especie de semi dios que puede desaparecer pero nunca morir y abandonar a sus fans. En el caso de McCartney, Paglia destaca que la leyenda sobre su muerte solo podía funcionar con él y no con cualquier otro de los Beatles. Las razones serían su pelo largo y su rostro afeminado, que hacen que el artista se asemeje a un moderno Adonis. Este dios griego simbolizaba los ciclos de la naturaleza y se mantenía eternamente joven pues, tras morir, regresaba a la vida la temporada siguiente. Además, Adonis llegó a enamorar a Afrodita, del mismo modo que hizo Paul con las fans, adolescentes a las que la leyenda relativa a su fallecimiento también les habría generado cierta fascinación porque, como dice Paglia, “la muerte siempre es algo sexy”.
Aunque pueda resultar chocante, la teoría de la escritora estadounidense explicaría por qué la leyenda de la muerte de McCartney se ha repetido en otros artistas actuales. Por ejemplo, Luis Miguel o Avril Lavigne, postrada en la cama durante varios meses por la enfermedad de Lyme y que fue recibida con recelo por el público cuando regresó a la vida pública en 2015.
El motivo fueron los comentarios vertidos en una página brasileña de fans que propagaron el rumor de que la cantante canadiense había fallecido y había sido sustituida por una mujer llamada Melissa Vandella. “No es más que un tonto rumor de internet que no entiendo cómo se ha podido creer la gente. Además, muchas personas me dicen ‘estás igual’ y, al mismo tiempo, otras me dicen ‘estás muerta’”, declaró Lavigne a la revista Entertainment Weekly ante de comenzar su nueva gira, evento que seguro volverá a hacer que las redes sociales discutan si la que está sobre el escenario es realmente ella o Melissa Vandella. Al menos así ha sucedido con McCartney desde que, hace ya medio siglo, Russ Gibb diera la noticia de su muerte sin más pruebas que letras de canciones y portadas de discos.
Con información de Vanity Fair