Sobre la línea de los fortines, en el corazón de los Bajos Sumerdionales, desde hace décadas los pobladores dependen del aguatero. Crédito: Juan Manuel Fernández
Tanto el gobierno nacional como el provincial reaccionan del mismo modo para "resolver" alguna situación que demande gestión pública: reparten dinero. Por supuesto que sin recursos económicos es poco o nada lo que puede hacerse. Sin embargo, para muchas cuestiones no hay fondos que valgan si entre una entrega y otra hubo vacío, no se hizo nada.
El jueves 19 de enero, en un hecho sin precedentes, aterrizó en la Cuña Boscosa la máxima autoridad del Estado Nacional para el agro. El Secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, llegó con miles de millones de pesos para socorrer a los productores de la región, que desde hace meses ven morir sus animales por la sequía extrema que los azota. A su lado, el gobernador Omar Perotti y el Ministro de la Producción, Daniel Costamagna, hicieron lo propio: millones para un lado y para el otro, por ejemplo para que las comunas compren cisternas con las cuales abastecer de agua a los damnificados.
En la víspera, se le preguntó al mandatario santafesino por el enojo de muchos productores del norte ante lo que consideran una reacción tardía de su gobierno. Su respuesta, que puso en duda este estado de ánimo, incluyó una verdad que desnuda la engañosa lógica de responder con dinero cuando el problema ya está instalado. "Hay productores que han trabajado ellos mismos, con anticipación, con muy buen resguardo y resultado", sostuvo.
Es cierto. Aquellos que invirtieron en perforaciones, adecuados sistemas de bombeo o módulos de cosecha de agua no viven el drama de ver morir sus animales. Pero también es verdad que quienes más están sufriendo son familias rurales que acumulan generaciones viviendo en la marginalidad, sin infraestructura ni servicios, en la más absoluta informalidad que los excluye del acceso a herramientas financieras para realizar inversiones, carentes de asistencia técnica de un estado provincial que hace décadas abandonó el extensionismo rural.
La lógica de la dádiva, tan frecuente en la política argentina, lleva a los funcionarios a creer que entregar dinero es una respuesta aceptable a una crisis como la actual. El clima ha hecho lo suyo, pero la deuda es mucho más difícil de saldar.