Mónica Ritacca/ María Víttori
Mónica Ritacca/ María Víttori
Fotos: Guillermo Di Salvatore | Cámara: Juan Manuel Víttori cronicas@ellitoral.com La avenida Mar Argentino o la cabecera este del Puente Carretero son las únicas dos opciones para entrar o salir del barrio. Varadero Sarsotti es la jurisdicción de la capital santafesina que más al suroeste está. Allí viven hombres y mujeres que se dedican al cirujeo, hacen changas y se la rebuscan de alguna manera para subsistir. Son muy pocos, dentro de una población que no supera las 500 familias, los que tienen un trabajo estable y, por ende, un ingreso fijo mensual. Es un barrio de la periferia, y son los propios vecinos quienes así lo describen. Es que las necesidades abundan y el progreso nunca llega. Recién este año, las calles empezaron a tener nombre —no así altura— y se inauguró una obra fundamental para los que allí habitan, como fue la del jardín maternal. Cómo surgió A la hora de hablar de la historia del lugar hay que evocar un nombre, el de Sarsotti. El empresario santafesino tenía una flota fluvial en el puerto de Colastiné que él mismo trabajaba, pero cuando una de sus embarcaciones fallaba las reparaba en otro lugar. Lo hacía en unos terrenos que había comprado en 1909, a orillas del Salado, ubicados en el suroeste de la ciudad en los que hoy se emplaza este barrio. María Mónica Riquelme llegó a Varadero Sarsotti en 1973. Su primer esposo —fallecido en 1986— trabajaba en Santo Tomé, en las máquinas trilladoras de Loréfice. Vivir en el suroeste de la ciudad les significaba varias ventajas. “Nos hicimos un ranchito, que con los años convertimos en una casita de material. Por entonces ya vivían en el lugar María Cabaña, Tránsito Benítez, los López, los Soler... Hoy están todos fallecidos. De los primeros vecinos quedamos Celestina Acosta, Catalina González, don Antonio Arce y yo”. Tras recordar parte de su historia de vida, la mujer hizo un silencio. Nombró a dos sacerdotes que significaron mucho en el barrio y dejaron una huella imborrable: los padres Atilio Espinosa y Atilio Rosso. “El cura Espinosa es la persona a quien debemos agradecerle nuestra permanencia en este lugar. Él le ganó un juicio a Sarsotti, cuando a nosotros nos querían trasladar a San Agustín y no lo permitió. Al cura Rosso también le debemos mucho. Insistió y trabajó para lograr nuestro progreso al menos en la forma de vivir”. Hoy, Varadero Sarsotti no escapa a los problemas que tienen todos los barrios del cordón oeste. Con urgencia, los vecinos piden atención; sobre todo hacia los más vulnerables que son los adolescentes y los chicos, porque hay problemas de adicciones.