En cualquier punto del planeta las obras públicas tienen como único objetivo beneficiar la vida de los vecinos. Pero en barrio Los Hornos este principio no se aplica.
Lo que se anunció como una importante obra, terminó siendo un verdadero dolor de cabeza para los vecinos por “trabajos mal hechos”. Se trata de la extensión de la red cloacal. Hoy parte de Los Hornos vive entre escombros, calles destrozadas, lodo y basura.
En cualquier punto del planeta las obras públicas tienen como único objetivo beneficiar la vida de los vecinos. Pero en barrio Los Hornos este principio no se aplica.
En el año 2014, como parte del Plan de Expansión de la Red Cloacal 2013-2024 que pusieron en marcha el Municipio y la Provincia, comenzó a ejecutarse en una primera etapa la extensión de la red colectora y conexiones domiciliarias en el barrio Los Hornos. A principios de 2015, se anunció una segunda etapa que permitiría conectar a la red a cientos de viviendas del sector delimitado por Zeballos, Facundo Zuviría, Gorostiaga y Gobernador Freyre. Los trabajos se financiaron en parte con dinero comprometido por el Gobierno de la Nación y otra parte por Contribución de Mejoras. El proyecto se supone que favorecería a más de 700 familias que viven en la zona. Sin embargo, recorriendo el barrio más que beneficiar a sus habitantes la obra de cloacas no ha hecho más que convertirse en un dolor de cabeza para la mayoría. Calles despedazadas, escombros por todos lados, lodazales, esquinas que se rompen una y otra vez sin mayores explicaciones y vecinos muy enojados forman parte del panorama que hoy puede verse en Los Hornos. “Las calles están destrozadas, empezaron esta obra hace meses y sigue todo igual. Rompen y a los días vuelven a romper en el mismo lugar. Los vecinos no hacemos más que ver mugre constantemente. Algunos incluso hemos quedado sin agua porque los operarios de la empresa constructora Ponce, al hacer las obras rompen sin querer algunas conexiones de gas o de agua que ya están hechas”, cuenta Silvia, una vecina. “No se puede circular por las calles, las mismas máquinas que hacen las obras rompen con su paso las calles y las llenan de barro”, agrega. “Los empleados te dicen que trabajan sin ningún plano; siendo una obra muy importante dicen que ‘ellos hacen como les parece que va quedando mejor’. Entonces al terminar un tramo, se dan cuenta de que lo hicieron mal y vuelven a romper todo”, reclama otra vecina. “En pasaje Marsengo se demoraron dos meses y medio para arreglar sólo una cuadra, pero cuando rompieron todo taparon todos los desagües fluviales que tenían las casas de esa cuadra. Entonces ante la primera lluvia se inundaron todos los vecinos. De modo que tuvieron que hacer todo de nuevo”, explica Lucas. Según comentan todos los vecinos, los obreros muchas veces se dedican a “estar panza arriba o dormir”, y además no tienen un capataz o un jefe de obra que controle que se que hagan correctamente las obras. Por otro lado, los mismos vecinos denuncian que la empresa trabaja sola sin ninguna supervisión del Estado que los controle y revise los planos antes de romper las calles. Indignación Esto no es todo. Lucas, uno de los vecinos de Los Hornos, cuenta que si bien existen varias cortadas en el barrio, las conexiones sólo se realizan hasta el inicio de éstas, por lo cual los vecinos que viven en ellas deben pagar aparte el tramo desde la calle hasta sus domicilios. “Hace un año y ocho meses esta empresa comenzó las obras de cloacas y más que traernos soluciones ha convertido al barrio en un desastre. Estamos sitiados, ni siquiera podemos caminar por las veredas. “Contrariamente a lo que se sostiene desde la Municipalidad, esta obra no está ni en un 30 % avanzada”, se queja Patricia. “En Freyre y Ruperto Godoy cada quince días rompen en el mismo lugar. El estado de las calles es tan malo que ni siquiera los camiones recolectores de basura logran ingresar. Ni hablar del transporte público o de una ambulancia, nadie puede transitar por algunas calles por el destrozo que ha dejado esta empresa constructora”, comenta Teresita. Un detalle que indigna aún más a los vecinos: la obra ya está paga, ya que el 80% de la misma está cubierto por fondos de la Nación y el 20 % por los vecinos, que en muchos casos debieron abonarlo en cuotas.
Ruta de escape El pasaje Marsengo al 3800, al igual que en el clásico cuento Cenicienta, pasadas las 12 de la noche rompe el hechizo y pierde su encanto. Este pasillo se ve muy tranquilo y agradable durante el día, pero se transforma en una boca de lobo de noche. La inseguridad se apodera del callejón, por lo que los vecinos reclaman poder colocar una reja para evitar el ingreso de malvivientes al lugar. Son consecutivas las noches en las que los delincuentes se reúnen en este sector para consumir drogas, realizar carreras y robar casas a punta de pistola. El sonido de las armas es constante y el miedo de los vecinos está latente. Como no está permitido el tránsito vehicular, los ladrones utilizan el pasaje como ruta de escape. Circulan en moto, corren, trepan a los techos y se escapan en cuestión de minutos porque la policía no puede ingresar.