Ni una, ni dos. Diecisiete veces el local de Hernán Albornoz fue asaltado. Fueron diecisiete las denuncias que realizó en la policía. Y diecisiete las veces que su vida corrió peligro a causa de la inseguridad.
El 27 de marzo, el propietario de una agencia de quinielas sufrió un aterrador hecho de inseguridad. Relata el suceso como si hubiese ocurrido ayer, quizás porque todavía tiene el proyectil en su cuerpo.
Ni una, ni dos. Diecisiete veces el local de Hernán Albornoz fue asaltado. Fueron diecisiete las denuncias que realizó en la policía. Y diecisiete las veces que su vida corrió peligro a causa de la inseguridad.
La última terminó con este joven comerciante en terapia intensiva, con su cuerpo atravesado de lado a lado por una bala.
Aquel 27 de marzo, parecía un día normal para Hernán. Eran las 8 de la noche y atendía a una clienta en su agencia de quinielas, como siempre: detrás de un mostrador enrejado.
En ese momento ingresaron dos muchachos y comenzó su última pesadilla. “Apenas los vi me parecieron sospechosos. Ya había sufrido asaltos antes y aprendí cómo se mueven. Entonces le pedí a la señora que se corra. Cuando el chico se acercó al mostrador sacó el arma y me pidió el dinero. Traté de calmarlo, agarré un montón de billetes y los apoyé en el mostrador. Pero sin mediar palabras, me disparó. El tiro me atravesó el brazo e ingresó por el abdomen. Me acuerdo que caí al piso y se asomó y me pidió más dinero. El otro hacía de campana en la puerta. Como pude saqué plata del cajón donde tengo el cambio y me escondí atrás del mostrador para que no me matara”, cuenta Hernán.
Tras apropiarse de todo el dinero disponible, los jóvenes salieron corriendo y se subieron a un coche, en el que una tercera persona los esperaba. Luego se descubriría que se trataba de un remisero que actuó como “entregador”.
La clienta que presenció toda la escena salió corriendo a pedir ayuda. Por suerte, en ese momento pasaba un móvil de Infantería que detuvo a unas cuadras a los tres delincuentes.
“Después de eso viene lo difícil que es saber si uno va a vivir. Cuando me levanté la remera y vi la cantidad de sangre que salía de la zona del hígado pensé que no la iba a contar. En esos momentos pensás en tu familia y en qué va a pasar con tus hijos”, explica.
Hernán fue internado de urgencia en terapia intensiva del Mira y López, donde salvó su vida de milagro.
“La gente del barrio me brindó todo su apoyo, fueron muy solidarios conmigo. Pero ellos están en la misma. En esta zona, los asaltos son continuos, y siempre todo queda sin respuestas”, lamenta el comerciante.
Cómo se sigue
“Después de lo que me pasó, la mayoría de la gente pensó que no iba a seguir trabajando. Pero no les voy a dar el gusto ni a los políticos ni a los delincuentes. A mí no me va a correr el miedo. Trabajo porque necesito darle de comer a mi familia y también porque me interesa progresar. Pero en este marco es muy difícil”, cuenta Hernán.
Hoy los vecinos del barrio están preocupados. Si bien Gendarmería patrulla la zona, todos saben cómo funciona el sistema. “¿Qué va a pasar cuando se vaya Gendarmería? ¿Qué piensa hacer el intendente? Él es quien nos tiene que brindar la solución”, se pregunta Albornoz.
Mientras tanto, y como un atroz recordatorio de lo sucedido, el proyectil continúa alojado en la parte baja de su espalda. “Estoy esperando la cirugía para que me lo saquen. La Justicia tiene sus tiempos y durante la extracción debe estar presente personal de balística, porque el proyectil pasó a ser parte de la prueba y deben incautarlo. La espera tiene que ver con que se pongan de acuerdo los médicos y la Justicia”.
Hasta que ello ocurra, la evidencia de la inseguridad que se sufre en este barrio, continuará bajo la piel de este comerciante de nuestra ciudad.