Hace 62 años la Selección Argentina escribió una de las páginas más humillantes de su historia, la que derivó en la reacción más violenta de la comunidad futbolera: fue aplastada por el 6-1 de Checoslovaquia en el Mundial de Suecia y a su regreso el plantel resultó castigado con una lluvia de monedazos.
Archivo. Hace 62 años, la Selección Argentina sufría ante Checoslovaquia su peor derrota en un Mundial.
Nunca antes y nunca después Ezeiza sería escenario de un suceso de esas características, con futbolistas a los que poco menos se les dio trato de criminales. La mancha del 15 de junio de 1958 fue llamada sin más “El desastre de Suecia” y representó algo más trascendente que un episodio desdichado en sí mismo. Más bien supuso una sonora bofetada a la arrogancia compartida por los dirigentes, los entrenadores, los aficionados y, he ahí el lastre mayor, los jugadores.
Argentina llevaba 24 años sin intervenir en la Copa del Mundo y para su desdicha la cancelación de la competencia en la Segunda Guerra había suprimido de raíz las posibilidades de altas cumbres de las fecundas generaciones de cracks de los años 40. Es cierto que en 1957 había alumbrado un equipo excepcional, el coreográfico campeón del Sudamericano de Lima (campeón con ocho goles a Colombia, tres a Ecuador, cuatro a Uruguay, seis a Chile y tres Brasil), pero en todo caso tan cierto como que los “Carasucias” que habían seguido su carrera en Italia no fueron convocados.
En realidad, nadie se hizo cargo del porqué de las ausencias de Enrique Omar Sívori, Néstor Waldemar Manfredini y Humberto Dionisio Maschio. Apenas si se esgrimió una jamás comprobada negativa a cederlos por parte de la Federación Italiana de Fútbol. Y para colmo, a un plantel armado de apuro por Guillermo Stábile, se sumó un supino desconocimiento del poderío de los competidores. Campeaba el supuesto de que los europeos eran maratonistas toscos, desangelados y fáciles víctimas de la célebre “nuestra”.
En ese contexto de expectativas infundadas el domingo 8 de junio la Selección debutó versus Alemania, en Malmo, con una inapelable derrota de 3-1, pese a la rápida ventaja establecida por Omar Orestes Corbatta; y el miércoles 11, en Halmstad, se hizo de una victoria de 3-1 a expensas de Irlanda del Norte con sendas anotaciones de Corbatta, Ludovico Avio y Norberto Menéndez.
El domingo 15, en el Estadio Olimpia de Helsinborg, sobrevino la catástrofe: Checoslovaquia a ritmo de Fórmula 1 y Argentina a ritmo de carreta. Fueron seis goles y pudieron ser unos cuantos más: tres en el primer tiempo y tres en el segundo luego del descuento de Corbatta.
En la negra jornada de la se cumplen 62 años, la Selección Argentina formó con Amadeo Carrizo, Pedro Dellacha y Federico Vairo: Francisco Lombardo, Néstor Rossi y José Varacka; Omar Corbatta, Norberto Menéndez, Ángel Labruna, Ludovico Avio y Osvaldo Cruz.
Acaso el dato banal que a la vez representó un mundo haya estribado que la Selección compitió en el Mundial de Suecia con un único juego de camisetas.
Y mientras en Ezeiza la llegada de los futbolistas fue esperada por miles de ciudadanos decepcionados, crispados y amenazantes, uno de los periodistas más destacados de aquellos años, el célebre Dante Panzeri, ponía negro sobre blanco en su habitual clave de ácida elocuencia: “El mito de que somos los mejores del mundo afortunadamente ha caducado. Hay que aprovecharlo como un saludable tropezón capaz de recordarnos que, quien mal camina, se puede caer. Ésta es una caída más en nuestro fútbol. No es la primera, ni tampoco será la última”.